viernes, 11 de abril de 2014

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Efesios 6:10

La vida cristiana es una batalla continua, por lo tanto, los creyentes deben estar preparados para enfrentarse al enemigo. ¿Cómo afrontar esta situación? Pablo empieza en este versículo 10, con lo primero que se debe hacer.

Por lo demás, dice Pablo, haciendo entender que está llegando al final de su carta. Pero antes de terminarla, Pablo quería dar las últimas exhortaciones a sus lectores, a "sus hermanos míos", para que tuvieran mucho cuidado ante el peligro que acecha continuamente a la iglesia.

Es vital para el cristiano, estar bien preparado para vivir la vida cristiana. El creyente que no se prepara es alguien que procura servir al Señor con sus propias fuerzas, y termina, lamentablemente, en el fracaso. Los creyentes y la iglesia en conjunto, deben estar alertas y prepararse en su defensa contra el adversario, que se opone a todo lo que Dios ha hecho, hace y seguirá haciendo.

Por eso, "fortaleceos en el Señor", no en vuestras propias fuerzas. La fortaleza del cristiano radica en Dios mismo, cualquier otra fuente no sirve. El creyente debe hacerse fuerte en Cristo, porque sin Él no tiene fuerza. Los cristianos no deben temer al enemigo porque están al lado de su Señor. Él es su escudo y fortaleza.

¿Ejercitas tu cuerpo espiritual?

"Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera". 1 Timoteo 4:8
Se está poniendo de moda el hábito de ejercitar el cuerpo para mantenerlo en forma. Basta con encender la TV para ver decenas de anuncios, en los que se ofrecen todo tipo de máquinas para trabajar la musculatura, y si damos una mirada al exterior de nuestra casa, seguramente veremos a alguien trotando o corriendo. Incluso si vamos conduciendo, es normal cruzarnos con centros comerciales, gimnasios o tiendas, mencionando y recordándonos lo importante que es mantenernos saludables.

También nosotros, como cristianos, tenemos la responsabilidad de cuidar el cuerpo que Dios nos dio, pues el Señor ha escogido hacer de él el templo del Espíritu Santo. Para ello, entre otras cosas, tenemos que aprender lo básico sobre nutrición, saber escoger los alimentos de mejor calidad biológica, para alimentar nuestro organismo de la forma más adecuada; el deporte y la actividad física al aire libre también son muy importantes, para eliminar residuos metabólicos, cargar oxígeno, fijar vitaminas, calcio, etc. Éstos son objetivos fundamentales para la bueba salud física, pero somos seres tridimensionales (cuerpo, mente y espíritu), y como tales, debemos cuidar nuestra salud en todas las áreas; si sólo damos importancia a la parte física, no será suficiente. 

¿Quién soy en Cristo? - Biblia

De acuerdo a 2 Corintios 5:17, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas,” hay dos palabras griegas, que son traducidas como “nuevo” en la Biblia. La primera, "neos", se refiere a algo que acaba de ser hecho, pero que existen muchos otros iguales a ella. Y la palabra traducida como “nueva” en este verso, es la palabra "kainos", la cual significa algo recién hecho, que no se parece a nada que exista. 

En Cristo, somos hechos, enteramente, una nueva creación, al igual que Dios creó originalmente los cielos y la tierra. Él los creó de la nada, y de igual manera lo hace con nosotros. Él no sólo nos limpia de nuestro antiguo yo, sino que hace de nosotros un ser enteramente nuevo, y ciertamente, este nuevo ser es parte de Cristo Mismo. Cuando estamos en Cristo, somos “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4). Dios mismo, en la persona de Su Espíritu Santo, hace Su morada en nuestros corazones. Nosotros estamos en Cristo, y Él está en nosotros.

Cuando estamos en Cristo, y Él en nosotros, somos regenerados, renovados y renacidos, y esta nueva creación es de característica espiritual, mientras que la antigua es de característica carnal. La nueva naturaleza está en sintonía
 con Dios, obedientes a Su voluntad y devotos a Su servicio. Estos son aspectos que la antigua naturaleza es incapaz de hacer o desear hacerlo. La antigua naturaleza está muerta a las cosas del Espíritu y no puede revivirse a sí misma. Está “muerta en sus delitos y pecados” (Efesios 2:1), y sólo puede revivirse mediante una resucitación espiritual, la cual sucede cuando venimos a Cristo y somos Su morada. Él nos da una naturaleza totalmente nueva y santa y, una vida incorruptible. Nuestra antigua vida, previamente muerta ante Dios a causa del pecado, es sepultada, y somos resucitados “para andar en vida nueva” con Él (Romanos 6:4).

En Cristo, estamos unidos a Él,
 dejando de ser esclavos del pecado (Romanos 6:5-6); Dios “…nos dio vida juntamente con Cristo..” (Efesios 2:5); “…hechos conforme a la imagen de Su Hijo…” (Romanos 8:29); libres de la condenación y no andando conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:1), y formando parte del cuerpo de Cristo con otros creyentes (Romanos 12:5). El creyente posee ahora un corazón nuevo (Ezequiel 11:19), y ha sido bendecido “con toda bendición espiritual en los lugares celestes en Cristo.” (Efesios 1:3).

¿Qué ves cuando te miras al espejo?

¿Que ves cuando te miras al espejo? Una persona con un trastorno alimenticio ve una imagen distorsionada de sí mismo/a. El término trastorno alimenticio se usa para describir diferentes categorías de irregularidades, en la conducta alimentaria de un individuo. Esto puede significar: comer en exceso, no comer lo suficiente, o comer extremadamente desequilibrado, tremendamente insano. El desorden de comer es crónico y progresivo. La persona nunca se sentirá satisfecha con su peso o apariencia, porque la raíz de su problema se encuentra en su interior. El trasfondo de un trastorno alimenticio, la causa, puede ser: baja auto estima, inseguridad, falta de identidad, problemas familiares, una violación, un abuso (sexual, físico, emocional, psicológico), padres autoritarios...
Dentro de los trastornos alimenticios se encuentran la anorexia y la bulimia. La anorexia consiste en la privación de comer y la pérdida excesiva de peso. Para rebajar su peso la persona se convence de que no tiene hambre, toma pastillas de dieta, o come poquísimo y convulsivamente y, como consecuencia, vomita. Mientras que la bulimia consiste en comer demasiado, generalmente a escondidas o en privado, y provocar  el vómito, o hacer ejercicios exagerados para deshacerse de las calorías y la comida ingerida.
Los trastornos alimenticios se suelen desarrollar entre los 11 y 14 años, con casos reportados, y excepcionales, de niños de 6 y 7 años. Expertos de diferentes países, informaron que los trastornos alimenticios van cada día en aumento.
¿Cómo identificar un trastorno alimenticio?
- Rápida pérdida de peso en semanas o meses; uno se siente gordo aunque haya perdido peso; temor intenso a subir de peso; interés inusual en las calorías de cada comida; uso de laxantes, diuréticos, o píldoras de perder peso; se esconde para comer (a veces se levanta de madrugada para comer grandes porciones); hace ejercicios compulsivos; se desaparece enseguida que acaba de comer; se usa ropa suelta para esconder la pérdida de peso; depresión; irritabilidad; ansiedad; insomnio.
- Algunos síntomas físicos pueden ser: adelgazamiento de los huesos (osteoporosis); pérdida de cabello; pérdida de dientes; afinamiento del pelo corporal; uñas frágiles; debilidad muscular; piel seca o amarillenta; anemia progresiva; constipación; baja presión arterial; ritmo cardíaco y respiratorio más lento; baja temperatura corporal; letargo; irregularidad o pérdida de la menstruación, inflamación del esófago (especialmente en el caso de la bulimia); neumonía; órganos dañados, especialmente el corazón, cerebro, riñones, intestino e hígado, y el sistema endocrino (anormalidades en la tiroides); muerte por pasar hambre, suicidio.

¿Pedir o no pedir? - Cristianismo

 “Porque todo aquel que pide, recibe” Mateo 7:8
Hace poco una amiga me hizo un comentario muy interesante.
Mientras impartía su clase en un seminario bíblico, uno de sus alumnos le hizo la siguiente pregunta: ¿No es contradictorio que en unos pasajes se nos motiva a orar por nuestras necesidades y en otros se nos dice que no nos preocupemos, que Dios suplirá?
Mi amiga me recordaba algunos versículos que hablan de pedir, como el famoso capítulo 7, versículo 7 del evangelio según Mateo: “Pedid y se os dará,…”, y en Juan 14:13-14: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré”. Y en Mateo, capítulo 6, el Señor Jesús anima a sus discípulos a no angustiarse por el vestido o por la comida: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6;33.
El comentario-pregunta hacia ella, entonces, fue el siguiente: “Si hay un hermano en necesidad, que tiene hambre, está sin trabajo, y no tiene con qué vestirse, ¿debo decirle que busque el Reino de Dios primero?, ¿que se dedique a ORAR por las cosas espirituales y mandarle a su casa de esta manera?, o bien ¿que no ore por comida pues Dios se la dará, y le mando a su casa con hambre?. ¿Qué se debe de hacer en este caso?. ¿Entonces, es malo pedir por las cosas materiales?
Es una pregunta difícil de contestar sin entrar en análisis o interpretaciones profundas, pero sí puedo reflexionar acerca de lo que nos dice la Biblia, tomándola como un todo. También quiero ir un poquito mas allá de la típica respuesta: “es que a Dios le gusta que le pidamos”.
Dejando aparte la exhortación categórica y directa del Apóstol Pablo, en su primera epístola a Timoteo en el capítulo 2, (Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres), sobre todo hay una oración en la Palabra que tiene dos características muy especiales, una es quién la realiza y la segunda, que está considerada la oración por excelencia. "El Padre Nuestro".
Veamos en el evangelio de Mateo 6;9-13
“Vosotros, pues, oraréis así:
9 Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12 Perdónanos nuestras deudas
Como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 No nos metas en tentación,
Sino líbranos del mal,
Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria,
Por todos los siglos. Amén”
 
¡Qué hermosa oración! Comienza con una alabanza reconociendo la divinidad del Padre, pero el versículo 10 no es otra cosa que una petición; el versículo 11 es una petición por el pan diario; el versículo 12 una petición por perdón; el 13 una petición para ser librados de la tentación, y el final del versículo 13 concluye explicando el por qué de estas peticiones: “¡porque de Él es el Reino, el poder y la gloria por todos los siglos!”
Si el Señor sabe que necesitamos alimento, entonces ¿para que pedirlo, como en el Padre Nuestro? Si Dios sabe que nosotros tenemos necesidad de perdón, entonces, ¿para qué pedir perdón? ¿Y por qué ser específico? ¡Ha pedido perdón alguna vez diciendo “Señor perdóname por el pecado aquel… Tú sabes cuál… el del sábado…?”, ¿o no dice la Biblia que debemos confesar nuestros pecados?, pero... ¡si Dios ya los conoce!
Porque el pedir significa reconocer que dependemos de Dios para todas las cosas y le estamos agradecidos por ellas. Si yo lucho trabajando fuerte para tener dinero y comprar comida, ¿debería entonces cancelar el versículo 11 de mi Padre Nuestro?... No necesito pedir pan, pues me lo gano yo con mi trabajo. Pero eso sería soberbia, soberbia pura y dura.
Debemos hacer peticiones NO porque Dios no las sepa ya, sino porque, de esta manera, reconocemos, ante todo con humildad, que necesitamos de Él para suplir dichas necesidades, y en segundo lugar, reconocemos que a Él le pertenecen todas las cosas. Del Señor es la tierra, su plenitud, el mundo y todos los que en él habitan. ¡Dame el pan de cada día, porque aunque trabajo y creo merecerlo, todo el pan es tuyo y está en ti dármelo, así como todas las cosas!