domingo, 6 de abril de 2014

Para todos, menos para mí

“La biblia es para todos menos para mí” me dijeron una vez. Porque veía cómo las cosas que suceden en la biblia y las promesas de Dios se cumplían para otros, menos en su propia vida.
“Creo que algunas cosas de la biblia se cumplirán en mí, pero seguro que muchas otras bendiciones no están destinadas a ser mías”.
La verdad es que, nos hemos convertido, inconscientemente, en caballeros de armaduras de plástico; parece que estamos vestidos con lo adecuado a cada situación, pero nada de lo que tenemos puesto, es verdaderamente útil para nuestra tarea o para desarrollarnos activamente como Dios nos llama.
A veces no nos damos cuenta.Tenemos delante de nosotros, promesas de parte de Dios que parecen “demasiado buenas como para ser ciertas”, y pensamos que probablemente se harán realidad en la vida de otros y no en la nuestra. Pero es entonces cuando debemos tener en cuenta una gran lección, que las cosas sólo se hacen realidad para los que pueden creer.
Ese milagro que esperas, esa respuesta tardía, eso que tanto desea tu corazón, todo eso vendrá, si puedes creer. Dios está esperando abrir las ventanas de los cielos para ti, para tu vida y para tu familia, y quizá deberías pensar ¿qué se lo está impidiendo?
Hay algo que es muy importante tener en cuenta, y es que Dios bendice lo que se encuentra dentro de su voluntad.
En Juan 15:7 nos dice ” Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá”.

¿Juntos o enemistados?

Hay algo en el sentido de lucha, común a todos los hombres. Saber que estás luchando por una causa por la que podrías morir, hace que tu vida valga la pena. No es lo mismo luchar por una causa ajena que por una propia, por una en la que realmente crees, por una causa que, piensas, puede cambiar el sentido de la historia, y crees que así, puedes aportar tu grano de arena a la humanidad.
“Decidimos morir sobre nuestros pies, antes que vivir de rodillas”, es una de las célebres frases que se usaron en las películas, en las que se cuenta la historia ficticia de una guerra entre los persas y los griegos. Los persas, eran más cantidad, con más recursos y parecía que tenían una victoria segura.
Pero sus contrincantes, los griegos, lo que tenían era la plena determinación, de que no había causa más grande que luchar por sus creencias, por su tierra, por su gente, por aquellos que habían dado su vida de una u otra manera, para que ellos pudieran vivir. Eso es lo que les movía, y se convirtieron en una fuerza tan imparable, que hizo que llegaran a convertirse en los enemigos que nadie quisiera tener. Eran como, extrapolando el término, como si fuéramos personas determinadas, firmes en nuestro proceder, que sabemos que tenemos un propósito, y que si todos cumplimos el lugar que nos corresponde, cuidando a todos los demás, será nuestra la victoria.
El mundo en el que vivimos, está esperando que comencemos a comportarnos como ese equipo de guerreros que tiene un propósito, que tiene un fin y sabe que tiene garantizada la victoria. Y aunque no la viéramos llegar, seguiríamos peleando sabiendo que lo que hacemos es importante, que nuestros hermanos dependen de nosotros, y que nuestro líder está en cabeza, guiándonos, llevándonos hacia esa victoria.

Jugando al escondite

Una vez, se reunieron todos los sentimientos y cualidades de los hombres en un lugar de la tierra, cuando el Aburrimiento …(bostezó)…. reclamó por tercera vez. La Locura, como siempre loca, les propuso:
¿Qué os parece si jugamos al escondite?
La Intriga levantó la ceja intrigada, y la Curiosidad, sin poder contenerse preguntó: escondite, ¿qué es eso?
Es un juego, explicó la Locura, en el que cierro los ojos, comienzo a contar de uno a mil, y vosotros os escondéis mientras yo acabo de contar; el primero de vosotros que encuentre, ocupará mi lugar y así continua el juego.
El Entusiasmo danzó de placer, seguido de la Euforia, y la Alegría dio tantos saltos, que terminó por convencer a la Duda y también a la Apatía, que nunca se interesaba en nada.
Pero no todos quisieron participar, la Verdad prefirió no jugar,- ¿Para que? si al final todos me encuentran. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le incomodaba era que la idea no había sido de ella), y la Cobardía prefirió no arriesgarse.
- Uno, dos, tres, cuatro... – comenzó a contar la Locura.
La primera en esconderse fue la Prisa, que como siempre, se escondió detrás de lo primero que encontró. La Fe subió al cielo a esconderse, y la Envidia lo hizo detrás de la sombra del Triunfo, que por su propio esfuerzo, había conseguido subir a la copa más alta del árbol más alto.
La Generosidad casi no consiguió esconderse, porque cada lugar que encontraba le parecía maravilloso para que alguno de sus amigos se escondiera: si era un lago cristalino, ideal para la Belleza, si era la copa de un árbol, perfecto para la Timidez, si era el vuelo de una paloma, lo mejor para la Voluntad, si era una ráfaga de viento, magnifico para la Libertad. Así que, terminó escondiéndose en un rayo de sol.
El Egoísmo, al contrario, encontró un lugar bueno desde el principio, ventilado, cómodo, pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo del océano (en realidad se escondió detrás del arco iris). Y la Pasión y el Deseo, en el centro de los volcanes. El Olvido, no recordamos donde se escondió, pero eso no es lo más importante.
Cuando la Locura estaba en el número 999, el AMOR todavía no había encontrado un lugar para esconderse; todos estaban ocupados, hasta que encontró un rosal, y cariñosamente, decidió esconderse entre sus flores.
- ¡Y mil!, contó la Locura y comenzó la búsqueda. La primera en aparecer fue la Prisa, apenas a tres pasos. Después escuchó a la Fe discutir con Dios, sobre la zoología, en el cielo. Sintió vibrar a la Pasión y al Deseo en los volcanes. En un descuido, encontró a la Envidia y pudo deducir donde estaba el Triunfo.
Al Egoísmo no tuvo que buscarlo, el solo salió disparado de su escondite, que en verdad era un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al aproximarse a un lago, descubrió a la Belleza. La Duda fue la mas fácil de encontrar pues estaba sentada sobre un cerro sin decidir aún dónde esconderse.
Así fue encontrando a todos. Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una cueva oscura, a la Mentira detrás del arco iris (mentira, ¡qué va!, estaba en el fondo del océano), y hasta al Olvido, a quien se le había olvidado que estaban jugando al escondite.
Pero. . . . el AMOR no aparecía por ningún lugar. La Locura lo buscó detrás de cada árbol, debajo de cada roca del planeta y encima de las montañas. Cuando estaba a punto de darse por vencida; encontró un rosal. Tomó una horquilla de éste y comenzó a mover sus ramas, cuando en el ultimo momento escuchó un grito doloroso. Las espinas habían herido al AMOR en los ojos. La Locura no sabia qué hacer para disculparse, lloró, rezó, imploró pidió perdón y hasta prometió ser su guía.
Desde entonces, ….desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra,
¡El AMOR es ciego, y la Locura siempre le acompaña!

Si tú me faltaras, ¿qué sería de mí?

A veces, cuando las personas están enamoradas, dicen frases como: “mi amor, sin ti no podría vivir, mi vida no tendría sentido”. Otras personas, cuando sufren una desilusión amorosa exclaman: “¡no sé como vivir sin ella/él, me quiero morir!” Pero a pesar de lo que sintieron al decirlo, cuando pasa, logran sobrevivir y sobreponerse al desamor o a la ausencia de quien les dejó.
Y si me preguntara: “Dios, ¿qué sería de mí si me faltaras? ¿Tendrían colores mis días?, ¿sacaría fuerzas de flaqueza para seguir adelante? No sé, el caso es que pienso que sin Su presencia en mi vida, yo sólo respiraría, caminaría, existiría, pero no podría disfrutar de todo lo bello que contemplo. Sería insensible a esa emoción que embarga mi interior, de saberme amado por el Señor y poder compartir de ese amor con otros.
Sin Él hace tiempo que hubiera abandonado todo. Puede que ni siquiera escribiera, porque mi mayor motivación al escribir, es que las personas reciban paz, amor, consuelo, gozo y que todos esos sentimientos les impulsen a acercarse más a Dios, a conocerle y a creerle. Porque hay muchos que están convencidos de qué necesitan..., y otros de que tienen a Dios en su vida, pero éstos no hacen nada por transmitirle ese amor a Dios.

¿Tienen que obedecer los cristianos la ley del Antiguo Testamento?

La clave para entender este tema, es saber que las leyes del Antiguo Testamento fueron dadas a la nación de Israel, no a los cristianos. Algunas de las leyes se hicieron para que los Israelitas supieran cómo obedecer y agradar a Dios (por ejemplo los Diez Mandamientos); otras eran para mostrarles cómo adorar a Dios (el sistema de sacrificios), y otras, simplemente, para hacer a los Israelitas diferentes de otras naciones (las reglas de alimentación y vestimenta). Pero ninguna de las leyes del Antiguo Testamento se aplica a nosotros hoy. Cuando Jesús murió en la cruz, puso fin a la ley del Antiguo Testamento (Romanos 10:4; Gálatas 3:23-25: Efesios 2:15).

En lugar de estar bajo la Ley del Antiguo Testamento, estamos bajo la ley de Cristo (Gálatas 6:2), esto es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Si hacemos estas dos cosas, estaremos cumpliendo con todo lo que Cristo quiere que hagamos, “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1ª Juan 5:3). Técnicamente, y aún así estos Diez Mandamientos no son aplicables a los cristianos, porque nueve de los Diez Mandamientos están repetidos en el Nuevo Testamento (todos, excepto el mandamiento de observar el Día de Reposo). Obviamente, si estamos amando a Dios, no estaremos adorando a otros dioses o adorando a ídolos. Si estamos amando a nuestros vecinos, no estaremos asesinándoles, mintiéndoles, cometiendo adulterio contra ellos, o codiciando lo que les pertenece. De manera que, no estamos bajo los requerimientos de la ley del Antiguo Testamento, pero sí debemos amar a Dios y a nuestros vecinos. Si hacemos estas
 dos cosas fielmente, todo lo demás va a estar en su lugar.