“Así terminan los que van tras ganancias mal habidas; por éstas perderán la vida.” (Proverbios 1:19. Nueva Versión Internacional).
Pensó que no estaría mal lo que hacía y sustrajo unos cuantos materiales que no hacían falta en su oficina, pero que en casa eran urgentes. “Aquí hay de sobra”, pensó. Pero no sólo era lo que se llevaba oculto en su maletín. También era importante su indiferencia ante el compromiso de sus labores cotidianas. Siempre tenía una excusa para posponer las tareas.
Y las cosas prosiguieron igual hasta el momento en que no soportó las presiones. Alguien, que quiso chantajearle porque había descubierto sus acciones fraudulentas, le echaba en cara su error a la más mínima provocación.
Finalmente se produjo lo inevitable. El día que recibió el sobre con el membrete de su empresa, tuvo el pálpito de que dentro no venía precisamente un ascenso o una mejora en sus ingresos. Tal como lo sospechó, en pocas líneas dejaban sentenciado su despido. Llevaba en ese trabajo más de cuatro años.