martes, 11 de marzo de 2014

La integridad, un valor a revitalizar en nosotros

Es probable que en medio de las circunstancias difíciles se sienta solo, pero sepa que Él siempre ha estado a su lado para ayudarle…
Así terminan los que van tras ganancias mal habidas; por éstas perderán la vida.” (Proverbios 1:19. Nueva Versión Internacional).
Pensó que no estaría mal lo que hacía y sustrajo unos cuantos materiales que no hacían falta en su oficina, pero que en casa eran urgentes. “Aquí hay de sobra”, pensó. Pero no sólo era lo que se llevaba oculto en su maletín. También era importante su indiferencia ante el compromiso de sus labores cotidianas. Siempre tenía una excusa para posponer las tareas.
Y las cosas prosiguieron igual hasta el momento en que no soportó las presiones. Alguien, que quiso chantajearle porque había descubierto sus acciones fraudulentas, le echaba en cara su error a la más mínima provocación.
Finalmente se produjo lo inevitable. El día que recibió el sobre con el membrete de su empresa, tuvo el pálpito de que dentro no venía precisamente un ascenso o una mejora en sus ingresos. Tal como lo sospechó, en pocas líneas dejaban sentenciado su despido. Llevaba en ese trabajo más de cuatro años.

Historia del Cristianismo


La historia del cristianismo es en realidad la historia de la civilización occidental. El cristianismo siempre tuvo una gran influencia en la sociedad, en su arte, lenguaje, política, leyes, vida familiar, fechas del calendario, música y en la manera misma en la que pensamos; todo ha sido coloreado según la influencia cristiana durante casi dos milenios. Por lo tanto, es importante que se conozca la historia de la iglesia.

Historia del cristianismo El Inicio de la Iglesia

La iglesia comenzó 40 días después de la resurrección de Jesucristo (35 d.C.). Jesús había prometido que Él edificaría Su iglesia (Mateo 16:18), y con la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-4), la iglesia (la “asamblea de los apartados”) se inició entonces oficialmente. Tres mil personas respondieron al sermón de Pedro ese día y decidieron seguir a Cristo.

Los primeros convertidos al cristianismo fueron judíos o prosélitos del judaísmo, y la iglesia estaba centrada en Jerusalén. Por esta razón, inicialmente el cristianismo fue visto como una secta judía, una secta semejante a los fariseos, saduceos, o esenios. Sin embargo, lo que los apóstoles predicaban era radicalmente diferente de lo que otros grupos judíos estaban enseñando. Jesús, decían, era el Mesías judío (el Rey ungido), quien había venido para cumplir la Ley (Mateo 5:17) e instituir un Nuevo Pacto basado en Su muerte (Marcos 14:24). Este mensaje, con su carga adicional de que otros habían matado a su propio Mesías, enfureció a muchos líderes judíos, y algunos, como Saulo de Tarso, tomaron acciones para acabar con “el Camino” (Hechos 9:1-2)

Es adecuado decir que el cristianismo tiene sus raíces en el judaísmo. El Antiguo Testamento sirvió, entre otras cosas, como fundamento para el Nuevo, y es imposible comprender plenamente el cristianismo sin un conocimiento básico del Antiguo Testamento. El Antiguo explica la necesidad de un Mesías, contiene la historia del pueblo del Mesías, y predice la llegada del Mesías. En consecuencia, todo el Nuevo Testamento trata la llegada del Mesías y Su obra de salvarnos del pecado. En Su vida, Jesús cumplió más de 300 profecías, probando que Él era Aquél de quien el Antiguo Testamento había profetizado.

Historia del Cristianismo – El Crecimiento de la Iglesia Primitiva


No mucho después de Pentecostés, las puertas de la iglesia fueron abiertas a los no-judíos. El apóstol Felipe predicó a los samaritanos (Hechos 8:5), y muchos de ellos creyeron en Cristo. El apóstol Pedro predicó a los gentiles de la casa de Cornelio (Hechos 10), y ellos también recibieron el Espíritu Santo. Y el apóstol Pablo (el antes perseguidor de la iglesia) esparció el evangelio por todo el mundo greco-romano, llegando tan lejos como a la misma Roma (Hechos 28:16) y posiblemente de camino hasta España.

Alrededor del año 70 d.C. Jerusalén fue destruido, pero los libros del Nuevo Testamento habían sido completados y estaban circulando entre las iglesias. Durante los siguientes 240 años los cristianos fueron perseguidos por Roma, algunas veces al azar y otras veces por edictos gubernamentales.

En los siglos II y III, el liderazgo de la iglesia se volvió más y más jerárquico conforme crecían en número. Muchas herejías fueron expuestas y otras refutadas durante este tiempo, y fue acordado el canon del Nuevo Testamento. La persecución continuó intensificándose.

Un error de percepción

Muchas veces somos nosotros mismos los que ponemos obstáculos para que las cosas no nos salgan bien y no recibamos los resultados que esperamos. Cuando algo está saliéndonos bien, solemos tener esa sombra de temor que nos hace pensar que va a ocurrir algo malo; “no todo puede ser tan bueno”. De dónde salió esta idea no lo sabemos, pero existir..., existe.

Es más, cuando algo nos resulta bien lo atribuimos a la fortuna, a que el resto nos ayudó o a que en realidad no era tan difícil. Por el contrario, cuando algo no nos resulta asumimos TODA la responsabilidad, y seríamos capaces de apostar a que lo que nos ocurrió fue porque hicimos algo mal, porque nos equivocamos o porque tenemos algún defecto que provoca estos resultados. A esto se le llama tener un posible error de atribución, pero para que lo entendamos mejor lo llamaremos error de percepción.

¿Alguna vez has visto esas imágenes superpuestas, que pueden ser dos cosas a la vez, como esa imagen de la mujer joven y la bruja en un mismo dibujo, o el de las escaleras que no se sabe si suben o bajan? Si nos damos cuenta, dependiendo de dónde fijemos la atención, es lo que vamos a ver. Ahora bien, si es tan fácil de entender y de verlo así, ¿por qué en nuestra vida es tan difícil en algunas oportunidades?

Más Allá Del Parachoques - Crecimiento personal-espiritual

“Pero los que no llegan a desarrollarse de esta forma son cortos de vista o ciegos y olvidan que fueron limpiados de sus pecados pasados.
2 Pedro 1:9
Para mí fue terrible tener que empezar a usar gafas. Inicialmente las necesitaba sólo para leer, pero ahora las necesito todo el tiempo. Puedo conducir sin ellas, pero lo único que veo bien enfocado es lo que tengo justo en frente. No puedo ver muy lejos, por lo que si conduzco sin gafas, prácticamente sólo puedo reaccionar al tráfico o calle inmediata en vez de poder planificar por adelantado. Esto es supervivencia al tráfico, pero no es la mejor manera de maniobrar mas allá del camino inmediato.
El versículo mencionado habla de un tipo de persona que carece de una buena visión, que le permita ver todo lo que hay por delante. Describe a un tipo de persona que está viviendo sólo el momento preciso, controlado por y reaccionando a lo que está sucediendo justo ante ella, en vez de vivir con una meta a largo plazo o con un propósito definido. Esa persona sólo puede ver lo que tiene frente a sí, si es que puede ver del todo. Y se le ha olvidado que su vieja manera de vivir, incluyendo sus pecados, ha sido limpiada.
Bueno, entonces ¿cómo se puede saber si se es o no de ese tipo de personas?  El versículo comienza diciendo, “pero los que no llegan a desarrollarse de esta forma”. ¿Qué forma? Unos versículos antes de éste, se nos da una lista de cosas que deberíamos estar haciendo o desarrollando. Ellas son: “fe…excelencia moral…conocimiento…autocontrol…paciencia…resistencia…devoción…afecto fraternal..amor por todos.”
Mira la lista, ¿ves en ella cosas que estás desarrollando en tu vida? Si estas cosas están presentes en tu vida, se podría decir que estás planificando por adelantado cómo vives tu vida. No estás simplemente reaccionando a situaciones actuales, sino que estás viviendo con propósito, con el perdón y la gracia de Dios como tu base y motivación.

Déjalo a mi Cargo - Reflexiones

Reflexiones - angustia - descansar en DIosUna mujer de nombre María, experimentó en cierta ocasión una gran carga. Se sentía tan apesadumbrada que no podía comer ni dormir, arriesgaba su salud física y emocional, y consecuentemente, estaba a punto de sufrir una crisis nerviosa. Sin embargo, llegó a reconocer que nada podía hacer para cambiar sus circunstancias. 
El caso es que leyó en una revista la historia de otra mujer, llamada Connie, quien también había experimentado grandes dificultades en su vida. En el relato, una amiga le preguntó a Connie, cómo pudo soportar la carga de dichos problemas. Connie respondió: “Llevo mis contrariedades al Señor”.
Su amiga le respondió: “Por supuesto, es lo que debemos hacer”.
Y Connie continuó diciendo: “Pero no sólo debemos llevarlas ante Él. Debemos dejar nuestros problemas con el Señor”. Es más, no sólo debemos dejarlos con el Señor; no debemos quedarnos con ninguno.