viernes, 7 de febrero de 2014

La Vida es Tan Corta...

La vida es tan corta, que debemos aprovechar cada día para ser felices.
John Powell, un profesor de Loyola University en Chicago, escribió sobre un estudiante de su clase de "La Teología de la Fe", llamado Tommy.
Hace unos doce años atrás, yo estaba de pie observando a mis estudiantes de la universidad, mientras entraban al salón de clase para nuestra primera sesión de Teología de la Fe.
–Ése fue el primer día que vi a Tommy.
Tommy estaba peinando su larga cabellera rubia, que caía unos 15 centímetros por debajo de sus hombros. Como ese día no estaba preparado para ello, mis emociones se alteraron y de inmediato catalogué a Tommy como "extraño… muy extraño”.
Tommy resultó ser el “ateo de la clase” en mi curso de Teología de la Fe. Objetaba constantemente, y sonreía sarcásticamente sobre la posibilidad de un Dios/Padre que nos ama incondicionalmente.
Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó en un tono algo cínico:
¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios? Inmediatamente decidí usar un poquito de la técnica de la terapia de shock. 
- ¡No!, le dije muy enfáticamente.
- ¿Por qué no?, me respondió, yo creía que ése era el producto que usted estaba vendiendo.
Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón de clase y alcé mi voz para decirle:
- ¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios… Pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti.
Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida, y yo me quedé algo frustrado por el hecho de que no había captado mi ingeniosa observación:
“¡Él te encontrará a ti!”,... por lo menos yo pensaba que había sido ingeniosa…
Tiempo después me enteré que Tommy se había graduado y me dio el debido gusto.
Más adelante me llegó una triste noticia, supe que Tommy padecía de un cáncer terminal, y antes de que yo saliera a buscarle, él vino a verme.
Cuando entró en mi oficina lucía demacrado y su larga cabellera había desaparecido debido a la quimioterapia. Pero sus ojos brillaban y su voz tenía una firmeza que no tenía antes.
-Tommy, he pensado mucho en ti… oí que estás enfermo, le dije en un tono casual.
- Oh, sí, muy enfermo, me respondió, tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas.
- Tom, ¿puedes hablar sobre eso?, le pregunté.
- Por supuesto, ¿qué quiere saber?, me contestó.
-¿Qué se siente al tener sólo 24 años y estar muriendo?, le dije.
- Bueno, podría ser peor.
-¿Peor?, ¿como qué?
-Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son “lo máximo” de la vida.
Antes había clasificado a Tommy de bajo, de extraño... Parecía ser como si a todo aquel que yo rechazara mediante mi propia calificación, Dios le devolviera a mi vida para que me educara.
-Pero por lo que en realidad vine a verle, es por algo que usted me dijo el último día de clases. (¡Se acordó!), y continuó diciendo:
- Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría alguna vez a encontrar a Dios, y usted me dijo que ¡No!, cosa que me sorprendió mucho. Entonces usted dijo: -“Pero… Él te encontrará a ti”
Y continuó, estuve pensando mucho en eso, aunque no se puede decir que mi búsqueda fuese muy intensa en aquel entonces, pero cuando los doctores removieron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue cuando empecé a buscar seriamente a Dios.
Y cuando el cáncer se extendió a mis órganos vitales, empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo... pero Dios no salió. De hecho, no pasó nada... 
 ¿Alguna vez ha tratado de hacer algo con mucho esfuerzo sin obtener ningún resultado? Uno se harta psicológicamente, se aburre de tratar, tratar y tratar... y generalmente, uno deja de tratar.
Bueno, el caso es que un día me desperté, y en lugar de estar lanzando reclamos inútiles por encima de ese muro de ladrillos, a un Dios que posiblemente no estuviera ahí, me rendí... Decidí que en realidad no me importaba Dios, ni una vida después de la muerte, ni nada que se le pareciera. Decidí pasar el tiempo que me quedara haciendo algo más provechoso.
Pensé en usted y en su clase y recordé otra cosa que usted nos había dicho: "La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar, pero sería igualmente triste pasar por la vida e irse sin nunca haberle dicho a los que uno ama, que les ama". Así que empecé por el más difícil, mi padre.
 Él estaba leyendo el periódico cuando me acerqué.
- Papá …
-¿Qué?, preguntó sin quitar sus ojos del periódico.
- Papá, quisiera hablar contigo.
- Bueno, habla.
- Papá... es algo verdaderamente importante.
Bajó el periódico lentamente, 
-¿De qué se trata?
- Papá, yo te amo. Sólo quería que lo supieras.. (Tom me sonrió mientras me hablaba con satisfacción, como si sintiera un gozo cálido y secreto que fluía a través de su interior).
...Entonces mi padre hizo dos cosas que no recuerdo que hubiese hecho antes: lloró y me abrazó.
Estuvimos hablando toda la noche aunque él tenía que ir a trabajar al día siguiente. Me sentí muy bien estando cerca de mi padre, viendo sus lágrimas, sintiendo su abrazo y oyéndole decir que me amaba.
Fue aún más fácil con mi madre y con mi hermano pequeño. También ellos lloraron conmigo y nos abrazamos y nos dijimos cosas bonitas los unos a los otros. Compartimos las cosas que habíamos guardado en secreto durante tantos años... Sólo me arrepiento de una cosa...  ¡de haber esperado tanto tiempo!
Ahí estaba, comenzando a abrirme a todas las personas que siempre habían estado tan cerca de mí.
Entonces, me di la vuelta, ¡y ahí estaba Dios!
No vino a mí cuando yo se lo rogaba. 
Aparentemente Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora.
Pero lo importante es que Él estaba ahí.
¡Me había encontrado! Usted tenía razón, me encontró aún después de que yo dejé de buscarle.
- Tom, le dije casi sin aliento, yo creo que estás diciendo algo muy importante y más universal de lo que tú te puedas imaginar. Por lo menos para mí, lo que estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a Dios, es la de no hacerlo tuyo como una posesión particular, un arreglador de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad... sino abrirse al amor. ¿Sabes?, el apóstol Juan dijo eso, él dijo:
"Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él."
-          Tom, ¿podría pedirte un favor?, pregunté. Fíjate, cuando te tenía en mi clase eras una verdadera molestia, pero (riendo) ahora puedes compensarme por todo... ¿Vendrías a mi curso de Teología de la Fe y les contarías lo que acabas de contarme? Si yo se les contara..., no tendría el mismo impacto que puede tener al contárselo tú.
-         ¡Oohh! Yo estoy listo para usted, pero no sé si estoy listo para su clase. 
-         Piénsalo, Tom, y si te sientes listo, llámame.
-        Tom me llamó a los pocos días y me dijo que estaba listo para la clase, que quería hacer eso por Dios y por mí. Así que hicimos la cita, pero Tom nunca pudo llegar... tenía una cita mucho más importante que la mía y mi clase.

¿Qué dice la Biblia acerca del temor?

La Biblia tiene mucho que decir acerca del temor. De hecho menciona dos tipos específicos de temor. El primer tipo es beneficioso y debe ser fomentado. El segundo tipo constituye un auténtico detrimento y no sólo debe ser disuadido sino conquistado. El primero es el temor del Señor. Este tipo no es necesariamente miedo o que signifique estar temerosos de algo. Más bien es una impresionante reverencia a Dios; una reverencia por Su poder y gloria. Sin embargo, también significa un apropiado respeto por Su ira y enojo. En otras palabras, es un reconocimiento de todo lo que es Dios, lo cual viene como consecuencia de conocerle a Él y todos Sus atributos. 

El temor del Señor conlleva muchas bendiciones y beneficios. El Salmo 111:10 dice, “El principio de la sabiduría es el temor de JEHOVÁ; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos. Su loor permanece para siempre.” Y Proverbios 1:7 declara, “El principio de la sabiduría es el temor de JEHOVÁ; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” Podemos ver entonces, que tanto la sabiduría como el conocimiento, comienzan con el temor del Señor. 


Más aún, en Proverbios 19:23 dice, “El temor de JEHOVÁ es para vida, y con él vivirá lleno de reposo el hombre; no será visitado del mal.” Y de nuevo en Proverbios 14:27 dice, “El temor de JEHOVÁ es manantial de vida, para apartarse de los lazos de la muerte.” Y Proverbios 14:26 declara, “En el temor de JEHOVÁ está la fuerte confianza, y esperanza tendrán sus hijos.” En estos versos vemos que el temor del Señor proporciona vida, seguridad para tus hijos, protección del mal, confianza y satisfacción. Por todo esto se puede ver que el temor del Señor debe ser fomentado. 


Sin embargo, el segundo tipo de temor mencionado en la Biblia no es beneficioso y debe ser no sólo disuadido, sino derrotado. Este es el “espíritu de cobardía” mencionado en 2 Timoteo 1:7 donde dice, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder de amor y de dominio propio.” Así es, que podemos ver desde el principio que este “espíritu de temor” no viene de Dios.

Sin embargo, algunas veces estamos temerosos; a veces este “espíritu de temor” nos vence, y para vencer este temor necesitamos confiar en y amar a Dios totalmente. Primera de Juan 4:18 nos dice, “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” Sin embargo, nadie es perfecto, y Dios lo sabe. Así que Él ha esparcido generosamente ánimo contra el temor a través de la Biblia.

Escala de valores

Días atrás, en el transporte público de pasajeros con el que habitualmente me traslado, iba un joven sentado en los escalones de la puerta de acceso. Realmente corría peligro y ponía en una situación incómoda, complicada y peligrosa a todos los pasajeros, pues debían descender casi sobre él. Parece ser, que antes de que yo abordara la unidad, el conductor del autobús ya le había dicho que no debía permanecer allí. Finalmente la desobediencia del muchacho acabó con la paciencia del conductor, quien detuvo el autobús a un costado de la avenida, y alzando el tono de la voz le exigió que se largara inmediatamente de allí. Y continuó su recorrido cuando, de mala gana, el muchacho se movió hacia una zona más segura como cualquier pasajero.
-¡Es un niño!! Gritó un joven adulto en medio de la apatía e indiferencia del resto del pasaje y en actitud claramente solidaria con el chico. Cuando me tocó bajar a mí, pude ver al “niño”. Tenía entre quince y dieciséis años.
Una lectura rápida de este episodio, ilustra a las claras el grado de confusión y corrupción que existe en la escala de valores, con la que nos toca enfrentarnos como creyentes, y por otra parte, la cruda y peligrosa realidad de la apatía e indiferencia general que hay en el mundo. Por un lado un jovencito, a quien no le importó si algún pasajero podía tropezar con él y tener un accidente al bajar. Por otro, la responsabilidad de un conductor que debe hacer todo lo que esté a su alcance, para llevar a destino, de buena forma, a sus pasajeros. Adicionalmente, la actitud de alguien confundido que se pone en connivencia con el infractor y se molesta cuando otra persona con la suficiente autoridad, pone las cosas en orden; y finalmente, la apatía e indiferencia del resto.
Y esto es tan sólo una muestra. Hay mucho más. Todos los días las noticias de los diarios nos sacuden con sucesos terribles, no solamente de catástrofes naturales, sino también de hechos espeluznantes perpetrados por seres humanos. Estamos inmersos en un mundo demasiado acelerado donde todo debe hacerse rápido, por la vía más corta y bajo presión, donde a las huestes espirituales de maldad de las regiones celestes (Efesios 6:12), no les conviene dejar el más mínimo espacio para la pausa y la reflexión.
Pero lo peor de todo, por si esto fuera poco, es que el escenario con el que nos toca lidiar es permanentemente cambiante. Nos toca vivir en medio de una sociedad convulsionada que se retuerce en medio de dolores de muerte, donde sus valores se trastocan continuamente, donde los patrones morales se desmoronan y la fe se quebranta.
Actualmente, lo único absoluto es que todo es relativo. Lo que antes era malo ya no es tan malo y lo que antes era bueno ya no es tan bueno. Todo se cuestiona, todo se debate. Dios mismo es objeto de cuestionamientos. Sin ir más lejos, hace unos años un escritor dijo que la Deidad de Nuestro Señor Jesús ¡resultó electa por votación!, durante un concilio de la iglesia.
Este es el escenario en el cual nos toca movernos a los cristianos de la actualidad. Se vive aceleradamente, bajo presión, bajo estrés. El desaliento, la tristeza, la confusión, el agobio... ganan terreno sobre la fe y la esperanza.
Las reglas del juego, así como también las bases y la escala de valores, cambia sutilmente a cada momento. ¿Cómo llegamos a esta condición? Pues, “a fuego lento”, con cambios demasiado sutiles como para poder ser puestos en evidencia en su momento, pero verdaderamente constantes. Lo que hasta la generación pasada tenía carácter de “excepción”, hoy es regla. Lo que hoy configura excepción, mañana será la regla general. Sin entrar en detalles, lo que antes era malo a todas luces, resultó ser, tiempo después, “no tan malo”, para llegar a ser en nuestros días “aceptable”, y en algunos años hasta “legal” e inclusive “correcto”.
Tal vez duras, tal vez incómodas las palabras… Tal vez lejos de ser lo que algunos amados hermanos en el Señor esperan leer o encontrar aquí en este escrito. Lo cierto es que, tal escenario plantea a los cristianos de hoy desafíos nuevos e impensados, cada vez más duros, cada vez más exigentes. Esta situación representa un verdadero desafío y todo un compromiso.

¿Qué dice la Biblia del Crecimiento Personal?

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¿Qué dice la Biblia del Crecimiento Personal?

“EL SABIO LOS ESCUCHA Y AUMENTA SU SABER…” (Proverbios 1:5)
Aquí hay algunas cosas que necesitamos saber acerca del crecimiento:

(1) El crecimiento no se produce automáticamente

Sólo una vez somos jóvenes, pero podemos ser inmaduros por tiempo indefinido. Todos los años la langosta está forzada a despojarse de su concha; y es una lástima que no nos pase lo mismo a nosotros… Si no nos hacemos responsables de nuestro crecimiento personal, no ocurrirá nunca. El camino hacia las cosas que merecen la pena siempre va cuesta arriba, así que cuanto antes empecemos a subir, antes llegaremos a lograr el potencial que Dios tiene ordenado para nosotros.

(2) El crecimiento de hoy traerá el éxito de mañana.

Lo que siembras hoy, determina lo que cosecharás mañana. Oliver Wendell Holmes dijo: “Una vez influenciado por una idea nueva, la mente del hombre nunca recupera su dimensión original”. Así que, ¿qué vas a hacer hoy para tener más éxito mañana?

(3) El crecimiento es tu responsabilidad.

De niño la responsabilidad de tu crecimiento era de tus padres, pero ahora es tuya. “¿Por qué estamos en este mundo si no es para crecer?”¡Buena pregunta! Sin embargo, pocos de nosotros nos dedicamos a este proceso, porque el desarrollo requiere un cambio y a la mayoría de nosotros nos incomodan los cambios. Pero si no cambiamos, no creceremos, y si no crecemos, en el fondo no vivimos. El crecimiento exige la entrega temporal de la seguridad; implica dejar patrones conocidos y totalmente fiables pero limitadores, un trabajo seguro pero ingrato, valores que ya no cuentan, y relaciones que han perdido su significado. Y lo que más tememos es dar el primer paso, cuando nuestro verdadero temor debería estar en lo contrario”. ¿Puedes imaginar algo peor que vivir una vida carente de crecimiento y mejora?
“…¡ADQUIERE SABIDURÍA! ENGRANDÉCELA, Y ELLA TE ENGRANDECERÁ…” (Proverbios 4:7,8)
Sé enseñable. “Lo que cuenta es lo que aprendes cuando ya lo sabes todo”. Porque cuanto más aprendes, menos piensas que necesitas seguir aprendiendo, con el peligro de que ya no quieras adquirir más conocimientos.
No te quedes nunca contento con tus logros actuales. El mayor enemigo de tu éxito de mañana es el éxito de hoy; pensar que ya “has llegado” porque conseguiste ciertas cosas, ¡es fatal!, te quita el deseo del crecimiento continuo. Las personas de éxito no se quedan cruzadas de brazos “durmiendo en los laureles”, sino que son conscientes de que las ganancias, al igual que las pérdidas, son temporales; comprenden que necesitan seguir desarrollándose si quieren seguir siendo productivos. Ciertas cosas nos llevan a la cima, y otras cosas nos retienen allí. Tenemos que permanecer hambrientos, negarnos a acomodarnos en terreno conocido y a permitir que el éxito se nos suba a la cabeza. Disfrutemos sólo un momento de los retos conseguidos, y continuemos la marcha hacia otros mayores.
Convirtámonos en aprendices continuos. Una encuesta universitaria llevada a cabo hace unos años, reveló que casi un tercio de todos los médicos estaba tan ocupado en su trabajo, que iba dos años retrasado de los más recientes avances en su campo. ¡Que Dios ayude a sus pacientes! Si quieres ser un aprendiz continuo, ¡tienes que apartar tiempo para eso! Henry Ford dijo: “He observado que las personas con éxito avanzan durante el tiempo que otros desperdician”. Llévate tu Biblia, casetes y CDs cuando estés de viaje. Aprovecha cada oportunidad para seguir desarrollándote. El secreto de llegar a ser un aprendiz está en aprender algo nuevo todos los días. “…¡adquiere sabiduría! Engrandécela, y ella te engrandecerá…” (Proverbios 4:7,8)
“POR EL CAMINO DE LA SABIDURÍA TE HE ENCAMINADO…” (Proverbios 4:11)