jueves, 6 de febrero de 2014

¡Por qué renunciar si puedes intentarlo! - Ánimo en mensaje

La vida está llena de intentos. Y quien no lo intenta nunca podrá saber los resultados que le esperan, a excepción de una vida llena de fracasos, porque peor que fracasar es no hacer nada. Henry Ford dijo: “Los que renuncian son más numerosos que los que fracasan”. Y esta frase encierra una gran verdad. Es mejor perder con dignidad que perder por no intentarlo.

Cuando estaba en la Universidad tuve que tomar varios cursos de inglés. Reconozco que aunque me encanta, no soy muy bueno con él, sobre todo pronunciándolo. Dos de los cursos para poder graduarse requerían tener que pararse frente a toda la clase y enunciar varias presentaciones de diversos temas sociales. Recuerdo que mi preocupación era grande y los nervios... ¡ni se diga! Hasta de noche tenía pesadillas con la clase.
Llegó el tan esperado día de mi primera presentación en inglés. Tenía todo listo, cuando de camino a la biblioteca, me di una tremenda caída; eran las 7:00 de la mañana y la clase era a las 2:00 de la tarde. Si me iba a mi casa a causa del dolor, que era fuerte, sería un fracaso seguro y perdería mi oportunidad de aprobar. Así que aguanté el dolor y con nervios y todo, me paré frente al alumnado y como pude di mi presentación.

Pequeño

“Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios”.
(1 Corintios 15:9)
Le llamaban "Pequeño" aunque impresionó a los más grandes de su tiempo con su arrojo y pasión por evangelizar al mundo. Natural de Tarso, ciudad de Cilicia, actual Turquía. De la tribu de Benjamín y destacado estudiante de Gamaliel, ciudadano romano de corazón y fariseo muy estricto, era llamado antes Saulo, que significa: pedido a Dios. Lucas le describe como un hombre que “respiraba amenazas y muerte” (Hechos 9:1). Era temido por lo que hacía y por lo que de él se decía. Algunos decían que había consentido y visto la muerte de Esteban con la frialdad de un reptil que devora a su presa. Pero todo cambió cuando en su camino a Damasco para dar muerte a los cristianos que allí vivían, tuvo un estremecedor encuentro con Jesús. Ciego y tembloroso escuchó la voz de Dios e hizo todo cuanto Él le indicaba. Días después sería visitado por Ananías, un siervo de Dios que oraría por él para sanidad de su vista, y que le daría directrices concretas de parte de Dios para su ministerio futuro.
Un antes y un después, un cambio radical que le marcaría para siempre y le haría estar agradecido. Dios le comisionó para tareas extraordinarias que le llevarían a experimentar los límites del sufrimiento humano, la tortura, el abandono, el hambre, la soledad y finalmente el martirio. Su nombre fue cambiado dramáticamente, como si pareciera que debía ser distinto hasta en eso. La Biblia no entra en detalles sobre quién le puso el nombre: ¿Dios, él mismo, la iglesia, alguien más?, es uno de esos deliciosos misterios que tendremos que esperar hasta la eternidad. Lo que destaca de él es su mensaje educativo que hacía honor a su propio nombre, una especie de recordatorio de quién era, para que aquello que recibía y hacía no le exaltara desmedidamente. Después de un milagro, una sanidad, un avivamiento, una nueva iglesia, Pablo debía recordar, y así lo hacía, que él era pequeño y Cristo grande. Su propio nombre haría que nunca lo olvidara. Ya sea que se lo pusiera él mismo, o el Señor, el mero hecho de hacerlo (Saulo, pedido a Dios) era un acierto. Siempre es bueno recordar quiénes somos, porque eso nos mantendrá cuerdos en un mundo de excesos y vanidades.

Aunque el mal se levante, a ti no llegará

¡Cuántas personas no pueden dormir porque tienen temores, miedos y pesadillas a que alguien les haga mal!
Estamos viviendo tiempos en los que la crisis, enfermedades, desintegración familiar, divorcios y un sin número de cosas están alarmando a muchas personas, sin embargo, la única forma de poder permanecer libres de temores, miedos e inseguridades es aferrarse a Dios, a su Palabra y a una vida de total dependencia de Él.
Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará. Salmos 91:7
El mal siempre se va a levantar y tal vez ha venido a ti desde distintos orígenes; es más, se levantó contra ti desde el lugar que tú menos esperabas pero, a través de este mensaje, quiero que reflexiones que aunque el enemigo venga como un río, a ti no llegará; puede que toque a personas a tu alrededor, pero a ti no te hará mal alguno porque tu defensa es el Dios TODOPODEROSO, el cual vela por ti.
La crisis económica puede seguir el tiempo que le dé la gana, pero caerá a tu lado y a ti no llegará; no lo hará porque seas inmortal, sino porque tienes dentro de ti aquel que te protege y te libra de la peste destructora, de las enfermedades, de la soledad, de la escasez, de la depresión y de todo mal que estés arrastrando con la gente de este tiempo.
¡Cuántas personas no pueden dormir porque tienen temores, miedos y pesadillas a que alguien les haga mal, o miedo a enfrentarse a los retos de la vida, y empiezan a imaginarse lo peor!; ¡pero qué bueno es que podamos reconocer que aunque el mal se levante y haga lo que haga, no nos llegará y no nos tocará porque estamos cubiertos con la Mano del Altísimo Dios Eterno.

¿Qué dice la Biblia acerca del juego? ¿Es pecado? - Pregunta cristiana

El juego puede ser definido como “arriesgar el dinero en un intento por multiplicarlo, algo que va contra las probabilidades”. La Biblia no condena específicamente el juego, las apuestas o la lotería, sin embargo, nos advierte de que debemos mantenernos libres del amor al dinero (1ª Timoteo 6:10; Hebreos 13:5). La Escritura también nos anima a mantenernos libres de intentar “enriquecernos rápido” (Proverbios 13:11; 23:4-5; Eclesiastés 5:10). De manera definitiva, el juego está enfocado en el amor al dinero e indudablemente tienta a la gente con la promesa de riquezas rápidas y fáciles.
¿Y qué hay de malo en jugar? Jugar es un asunto complejo; aun si se hace con moderación y solamente de vez en cuando, es un despilfarro de dinero, aunque no es necesariamente “perverso”. La gente malgasta el dinero en todo tipo de actividades, y jugar, en muchos casos, no es ni más ni menos despilfarro de dinero que ver una película, o comer una comida innecesariamente costosa o comprar un artículo inútil. Pero el hecho de que se desperdicie el dinero en otras cosas no justifica el juego. El dinero no debería ser malgastado, el dinero excedente debería ser guardado para necesidades futuras o dado a la obra del Señor, no perderlo en el juego.
Aunque la Biblia no menciona explícitamente el juego, sí menciona juegos de “azar” o “suerte”. Tenemos algunos ejemplos: en Levítico, Aarón echó suertes sobre los dos machos cabríos, uno para Jehová y el otro para Azazel. José echaba suertes para determinar la asignación de tierras a las diferentes tribus. Nehemías echaba suertes para determinar quién viviría dentro de los muros de Jerusalén y quién no. Los apóstoles echaban suertes para determinar el reemplazo de Judas. Proverbios 16:33 dice, “Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto viene del Señor”. En ningún lugar de la Biblia se usa el juego o “azar” para entretenimiento, o se lo presenta como una práctica aceptable para los seguidores de Dios.

La libertad de la gracia

“El pecado ya no es más su amo, porque ustedes ya no viven bajo las exigencias de la ley. En cambio, viven en la libertad de la gracia de Dios.”
Romanos 6:14 Nueva Traducción Viviente.
Querer agradar a DIOS mediante la realización de buenas obras es desgastador. Vivir bajo las exigencias de la ley produce aflicción en el alma, en cambio el don de la gracia trae libertad. En ocasiones la culpabilidad del creyente le roba libertad en el corazón, porque éste intentará por medio de buenas obras lavar su culpa. Siendo, como es, que la gracia es el gran regalo que se recibe. ¡Así es! Solamente hay que recibirla como un regalo:
“Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.” Romanos 5:17 (Nueva Traducción Viviente).
Jesús derramó su sangre en la Cruz para ofrecer libertad verdadera mediante la gracia. No importando qué pecados se hayan cometido, Él los pagó, y espera que los suyos disfruten plenamente el regalo que les da. No espera que le sea pagado nada por lo que Él hizo, sino que le alaben.