miércoles, 5 de febrero de 2014

¿El cristiano apóstata sigue siendo salvo? - Preguntas bíblicas

Esta es una pregunta que se ha debatido constantemente a través de los años. La palabra “apóstata” o “caído” no aparece en el Nuevo Testamento, y es usada en el Antiguo principalmente en Israel. Los judíos, aunque eran el pueblo elegido por Dios, continuamente Le daban la espalda y se rebelaban contra Su Palabra (Jeremías 8:9). Esto es por lo que fueron forzados a hacer sacrificios por el pecado una y otra vez, a fin de restaurar su relación con el Dios al que habían ofendido. El cristiano, sin embargo, se ha valido del perfecto y del, de una vez y para siempre, sacrificio de Cristo y no necesita más sacrificios por sus pecados. Dios mismo ha obtenido la salvación para nosotros (2 Corintios 5:21), y al haber sido salvados por Él, el verdadero cristiano no puede caer tanto como para no regresar.

Los cristianos sí pecan (1 Juan 1:8), pero la vida cristiana no está caracterizada por una vida de pecado. Los creyentes son nuevas creaciones (2 Corintios 5:17), tenemos el Espíritu Santo en nosotros, quien produce el buen fruto (Gálatas 5:22-23). La vida de un cristiano es una vida transformada;
 los cristianos son perdonados sin importar cuántas veces pequen, sin embargo y al mismo tiempo, los cristianos viven una vida cada vez más santa a medida que crecen más cerca de Dios y son más semejantes a Cristo. En consecuencia, son verdaderamente muy serias las dudas acerca de una persona que asevere ser creyente, y sin embargo viva una vida que diga lo contrario. Cierto es que un verdadero cristiano que temporalmente cae en pecado aún es salvo, pero una persona que vive una vida controlada por el pecado, no es un verdadero cristiano.

La última palabra - Ánimo en mensaje

Recuerdo con nostalgia mis primeras clases en la Universidad, cuando estaba llena de temores, de sueños y de expectativas. Mi profesora, a quien nunca logré agradarle, nos dijo “el lenguaje crea realidad, y cuanto antes lo entiendan mucho mejor”. Esa frase se me quedó siempre dando vueltas en la mente, y hasta el día de hoy es parte de mi “filosofía”. Efectivamente, el lenguaje crea realidad, lo que yo digo comienza a ser un hecho, algo que veo y que existe.

Cuando uno está enamorado y habla de la persona que ama, parece que la amara aún más, es como si todo lo bueno que tiene se hiciera aún más evidente, como si a consecuencia de lo que va diciendo, se fuera dando cuenta y valorara más al compañero o compañera que tiene. 

Cada vez que hablo construyo una realidad. Por ejemplo, si comienzo el día diciendo que es horrible, que será pesado y que está lleno de cosas que no tengo ganas de hacer, mi disposición frente a este día que comienza evidentemente no será la mejor, y mi día se orientará de acuerdo a lo que he declarado con mi boca. Por el contrario, si comienzo mi día declarando que será bueno, que tendrá situaciones difíciles pero de ellas aprenderé, que soy optimista respecto a lo que vaya a ocurrir, mi disposición y ánimo también cambiará.

Yo Elegí Confiar en Dios ¿y Tú? - Crecimiento personal-espiritual

“No permitas que las crisis se apoderen de ti, comienza a ver las oportunidades y verás que seguro vas a triunfar”.
¿Se ha fijado en que la palabra más popular de estos tiempos es “crisis”?
Leemos la prensa o vemos las noticias en televisión y nos encontramos con la crisis, estamos en el trabajo o en el hogar y lo que escuchamos es crisis, lo que, por supuesto, hace que mucha gente cristiana y no cristiana se paralice y no avance por temor a ella.
¿Eres tú de esas personas que se han detenido ante la crisis, o eres de las que avanzan en busca de lo extraordinario?
La vida es un asunto de actitud, y la actitud es un asunto de decisión, y yo elijo qué actitud voy a tomar ante las crisis; ante los problemas o situaciones que se me puedan presentar, puedo optar por tomarlas con una actitud positiva o negativa. La actitud positiva es representativa casi siempre del buen término, del buen final, porque busca solucionar problemas. Una persona con actitud positiva no deja los problemas así como así y no le importa; una persona con actitud positiva busca siempre resolverlos y disfruta las circunstancias, ve más oportunidades y vive la vida con entusiasmo.
Una persona con actitud positiva tiene presente lo siguiente:
1.    No eligió las circunstancias que le tocó vivir, pero sí eligió con qué actitud  sobrellevarlas.
2.    Se esfuerza por desarrollar ese tipo de actitud y no dejarla.
3.    Sus acciones están determinadas por su actitud.
4.    La actitud de la gente de su entorno está inducida por la suya. "Positiva".
Piensa...“Dios decide por lo que vamos a pasar, y nosotros decidimos cómo lo vamos a pasar”.
Es tu decisión cómo decidas pasar el día de hoy; es tu decisión si decides confiar en Dios todos los asuntos de tu vida. Si crees que tu matrimonio tiene solución o no la tiene es tu decisión; si crees que puedes salir de esa deuda financiera o no, es tu decisión; todo está en tus creencias y donde deposites tu confianza. Los límites los tenemos y ponemos nosotros mismos en nuestras mentes.
Hay una historia en la Biblia en el evangelio de Mateo 8:5-10,13, donde un centurión romano se acerca a Jesús a pedir por sanidad para su sirviente que sufría muchos dolores y no podía moverse. Jesús le dice que Él ira a sanarle pero el centurión le dice que no es digno de que Él entre a su casa, que solamente ordene la palabra y el enfermo sanará.
Jesús se asombra y dice que ni en Israel había conocido a alguien que confiase tanto como este extranjero, y más adelante Jesús le dice que "como creíste así sucederá"
Aquí podemos ver la actitud del centurión. Él pudo haber hecho varias cosas: pedir que Jesús fuera a su casa, mandar a un soldado con el mensaje, buscar otro sirviente que no tuviera esos dolores, sin embargo buscó otra solución; siendo extranjero se acercó a Jesús, se esforzó en acercarse al Maestro y eligió poner toda su confianza en Dios al pedirle que ordenara, que dijera la palabra de sanidad y el enfermo sanaría. Jesús elogia esta actitud con asombro, se maravilla de la fe del extranjero y le afirma que "tal como creíste así va a suceder".

A mi hijo ya crecido

Mis manos estaban ocupadas por el día;
no tuve bastante tiempo para jugar a
los pequeños juegos que me pediste…
no tuve bastante tiempo para ti.
Lavaba tu ropa, cosía y cocinaba;
pero cuando me traías un libro de dibujos
y me pedías que por favor compartiera tu disfrute,
yo decía: Un poco más tarde, hijo.
Por la noche te metía en la cama muy asegurado,
oía tus oraciones, apagaba la luz.
Luego, de puntillas, caminaba con suavidad hasta la puerta…
me hubiera gustado permanecer un minuto más.
La vida es corta, los años pasan de prisa…
un niño pequeño crece muy rápido.
Cuando
te das cuenta ya no está a tu lado,
sus preciosos secretos ya no tiene a quién confiar.
Los libros de dibujos... guardados;
ya no hay juegos que jugar.
No más besos de buenas noches, ni oraciones que escuchar,
todo eso es parte del ayer.
Mis manos, ocupadas una vez, ahora están quietas.
Los días son largos y difíciles de llenar.
Yo quisiera poder regresar y hacer
las pequeñas cosas que me pediste que hiciera.
Mateo 19:14
Mas Jesús les dijo: “Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos”.


Nacer de Nuevo

“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Juan: 3.5
Cierro mis ojos y trato de imaginarme a Nicodemo de noche, quizás entrando con temor en la casa de Jesús, mirando a todos lados para que nadie le viera porque quería tener una conversación en privado con Jesús; era un fariseo, un maestro de la Ley bastante mayor, pero se encontraba inquieto. Seguramente había escuchado a Jesús hablar en la calle, en las plazas o en la Sinagoga, o quizá fuera Jesús el tema principal en aquellos días; él tenía no sólo un conocimiento intelectual de la Ley, sino que en su interior reconocía que ese hombre no era como los otros, que era especial, hablaba con autoridad, le rodeaba una atmósfera de santidad, de poder; su boca destilaba sabiduría, atraía a las multitudes, estaba lleno de gracia, de amor, de compasión. Su cercanía, su presencia, producía seguridad, paz… así que la necesidad de ir a verle pudo más que el temor a ser descubierto y finalmente se decidió a visitar a Jesús y sostener con Él esta conversación que es la parte esencial, central y fundamental del cristianismo.
Hasta puedo imaginar que había preparado una serie de preguntas que le haría al Maestro, pero como Jesús tenía (y tiene) la capacidad de leer los pensamientos, como diríamos en lenguaje coloquial “fue por lana y salió trasquilado”, nunca imaginó una salida y respuesta como aquella. Nacer de Nuevo, sí, volver a nacer… del agua y del espíritu. ¡Que extraña debió haber sido aquella situación!
Jesús lo ratificó en la fiesta de bodas a la que fue con su madre y sus hermanos, cuando convirtió el agua en vino, también durante la muerte de Juan El Bautista y nuevamente en sus parábolas, para finalmente confirmarlo con su propia vida, muerte y resurrección, mostrando que es El Señor de la vida y de la muerte; posteriormente, a través del mensaje del Apóstol Pablo, vemos que se habla nuevamente de este tema, cuando dice acerca del viejo hombre o la vieja naturaleza y el renacimiento del nuevo hombre, del avivamiento del espíritu.
Nacer de nuevo es la regeneración del espíritu, de la vida y la reconciliación con Dios nuestro Padre, y no podemos nacer de nuevo si no nos bautizamos; sí hermanos, el bautismo es el compromiso, la alianza, el pacto que nos recuerda que enterramos en el agua toda nuestra vida pasada, que nos arrepentimos de nuestros pecados y aceptamos y abrazamos una nueva vida, una nueva identidad, un segundo nacimiento; nacemos de nuevo, y esto es muy importante porque es el medio por el cual somos sellados, marcados y separados para Cristo.