lunes, 3 de febrero de 2014

En manos de Dios y sin mirar atrás

"Cuando llegamos a este mundo, parece como si desde el primer día nos estuvieran preparando, ya en la escuela primaria nos enseñan el ciclo de la vida. Experimentamos el hecho de que la mariposa que recogimos vuela y sigue su camino. Vivimos el triste momento de perder a nuestro amado perrito o a nuestra mascota preferida.

Nuestros amigos cambian, la gente nos traiciona, y las lecciones se aprenden. Aprendemos a pedir perdón, aprendemos a disfrutar los momentos que Dios nos regala. Intentamos aprender a VIVIR, y morimos intentando encontrar la respuesta a esa pregunta, para luego darnos cuenta que no hay ninguna; que la vida la haces tú, y que cada día escribes una nueva historia. Y en todo este aprendizaje, en todas las vueltas de la vida, las idas y venidas, las caídas y las subidas, muchos aprenden a simplemente...dejar pasar el tiempo.
Hoy me pregunto, ¿cuán privilegiada es la persona que aprendió a dejar pasarlo, que aprendió a olvidar, que aprendió a seguir adelante sin más?
Pero si olvido el amor que me dieron, las enseñanzas que me dejaron, los llantos que me acompañaron, y las profundas tristezas que ya no debían ser sólo mías sino compartidas, entonces estoy olvidándome de mí, estoy olvidando una parte de mi ser. ENTONCES NO QUIERO OLVIDAR.
Pero sí puedo dejar atrás los momentos en los que me equivoqué, y puedo, con mi vista al cielo, tener una visión futura en la que te encuentres Tú. Puedo gozarme de alguna nueva enseñanza, del Evangelio, de una nueva mirada que nace como aquella mariposa. Entonces mi despedida de este mundo sólo será para poder mirar para adelante, y darle la oportunidad a Dios de que escriba nuevamente en esta hoja en blanco que se encuentra en mi camino.
Sólo entonces, despediré cualquier situación, cualquier momento, cualquier persona, cualquier dolor. Y seguiré confiado en que Dios tiene en sus manos el mundo, como también a mí.
Sin mirar atrás".

No te rindas ante las pruebas

La fe que tienes es revelada cuando eres probado; entonces, el tamaño de tu fe determina el tamaño de tu resistencia.
Cada vez que Dios te quiera llevar a un nuevo nivel en tu vida tendrás que superar pruebas. Las pruebas no son opcionales; son obligatorias e imprescindibles de superar. Forman tu carácter, personalidad y forma de ser. No te puedes rendir ante una prueba, debes rendirte ante el Dios que te puso esa prueba.
¿Será que la prueba que estás pasando es el fin de todo?, ¿o simplemente el comienzo de una nueva etapa a la que Dios te está llevando?
Quien prolonga o disminuye el tiempo de prueba somos nosotros, es decir, si somos sensibles y no nos cuesta aprender, induciremos a Dios para pasarnos al siguiente nivel pero, si por el contrario somos duros y reacios a lo que Dios nos está tratando de hacer o entender, prolongaremos ese tiempo meses o años.
Mas él conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro. Job 23:10
Dios estaba tratando de llevar a Job a un nivel de vida muy superior al que había vivido, pero para ello tenía que ser probado, y la forma como Dios lo hizo fue quitándole todo, dejándole prácticamente sin nada.

Corazón limpio

Puedo soportar la crítica del mundo, incluso la de mis amigos cristianos, si mi corazón está limpio delante de Dios.
1 Pedro 4:19 De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.
Me urge mantener una buena conciencia ante Dios. Tengo una buena conciencia cuando no hay nada dentro de mí que ofenda a Dios. Se cultiva caminando cerca de Dios; cuanto más lejos viva de Dios, más endeble será mi conciencia, más debilitada por el contacto excesivo con el mundo. 

Gracias a Dios, ningún discípulo suyo tendrá jamás la conciencia muerta, encallecida o con la sensibilidad perdida... los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. (Efesios 4.19).
Tampoco ningún discípulo sufrirá de conciencia maligna, o torcida.


Mi objetivo debe ser vivir delante de Dios con un corazón que no pueda ser objeto de reprensión (una conciencia limpia).

Pero  una buena conciencia no se adquiere de manera automática, así por las buenas. Es el resultado del hábito de llevar un "corazón reprendido" ante Dios, quien es mayor que mi conciencia. Por su poder Él lleva gradualmente mi conciencia hacia Su mismo estado de sensibilidad (1 Juan 3.19,21). Mi objetivo debe ser vivir delante de Dios con un corazón que no sea nunca reprendido (una conciencia limpia). Así puedo tener confianza delante de Dios (versículo 21). Nada debilita más mi conciencia y destruye mi eficacia en el servicio, que todo aquello guardado en mi vida que no recibe la aprobación de Dios. Debo vivir de tal manera que mi corazón no sea reprendido.

Delicados Pastos Y Aguas De Reposo - Salmos

“En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”. Salmo 23:2.
La vida del cristiano tiene dos facetas, la contemplativa y la activa, y las dos son provistas abundantemente. Primero, la contemplativa: En lugares de delicados pastos me hará descansar.
¿Cuáles son estos verdes pastos sino las Escrituras de la verdad, siempre jugosos, siempre frescos, nunca agotados?
No hay temor de morder el duro suelo, cuando las hojas de hierba son bastante largas para que el rebaño se eche en el prado. 
Dulces y llenas son las doctrinas del evangelio; aptas como comida para las almas, hierba tierna y nutrición natural para las ovejas.
La segunda faceta de una vida cristiana vigorosa consiste en una actividad dinámica. No sólo pensamos, sino que obramos. No siempre estamos echados para alimentarnos y descansar, sino que estamos avanzando hacia la perfección; de ahí que leemos: "Junto a aguas de reposo me pastoreará".
¿Cuáles son estas aguas de reposo, sino las influencias y gracias de su bendito Espíritu? Su Espíritu nos ayuda en ciertas actividades, como aguas para limpiarnos, para refrescarnos, para fertilizar...
Descansar, pastorear. María, sentada a los pies de Jesús, y la ajetreada Marta, son emblemas de la contemplación y la acción, y las dos residen en la misma casa, y lo mismo ha de ser en nuestro corazón.

¡Tu Jardín!

El corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu quebrantado consume las fuerzas. Proverbios 17:22  NTV
Las flores tienen una belleza peculiar, los colores de cada pétalo, la forma y el tamaño... Cuántas veces nos deleitamos observando algún jardín, disfrutando de cada detalle, especialmente cuando las flores han sido bien cuidadas, con esmero y dedicación.
Un jardín necesita ser atendido, alguien que arranque las malas hierbas, riegue y que también abone la tierra para reponer los nutrientes del suelo, sin los cuales las plantas en poco tiempo dejarían de crecer, no podrían florecer, se atrofiarían y serían más susceptibles a las enfermedades.
Pues la vida es como un jardín, donde todo lo que hagamos puede ayudar o dificultar el crecimiento de las flores o plantas que han sido sembradas en él. También necesita ser atendido con diferentes labores que ayuden a mantenerle sano y agradable a Dios; en Oseas 10:12 dice: “Yo dije: “Planten buenas semillas de justicia, y levantarán una cosecha de amor. Aren la dura tierra de sus corazones, porque ahora es tiempo de buscar al Señor para que él venga y haga llover justicia sobre ustedes”. Muchas veces descuidamos nuestra vida, como si fuese un jardín, y dejamos que crezcan malas hierbas en él que terminan ahogando buenos hábitos, valores, y convicciones; o dejamos de regar la fe, la justicia y el amor.
Pero así como un jardín descuidado se puede arreglar, haciendo todo lo necesario para que vuelva a recobrar el encanto de las flores y plantas que lo adornan, también es posible que nuestra vida sea trabajada para que nuevamente sea ese jardín que le agrada a Dios.
Empecemos por arrancar las malas hierbas de todo sentimiento oculto que se haya enraizado, ahogando las buenas costumbres, como dice Efesios 4:31 “Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta.”
Aremos la tierra dura del corazón para que nuevamente sea sensible a Dios y a los demás, y echemos abono o fertilizantes para que nuevamente florezca y den frutos todas las plantas buenas.
¡Aprovecha este día para arreglar tu jardín, el jardín de tu vida!

¿Deben los cristianos seguir pidiendo perdón por sus pecados? - Preguntas bíblicas

Una pregunta frecuente es “¿Qué sucede si peco, y luego muero antes de tener la oportunidad de confesarle ese pecado a Dios?” Otra pregunta común es, “¿Qué sucede si cometo un pecado, pero luego lo olvido, y nunca lo recuerdo para confesárselo a Dios?” Ambas preguntas se basan en una falsa suposición. La salvación no se trata de creyentes tratando de confesar y arrepentirse de cada pecado que cometan antes de morir. La salvación no está basada en si los cristianos han confesado y se han arrepentido de cada pecado. Sí, debemos confesar nuestros pecados a Dios tan pronto como nos demos cuenta de que hemos pecado. Sin embargo, no siempre es imprescindible pedir perdón a Dios. Cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo para salvación, TODOS nuestros pecados son perdonados. Jesús murió para pagar el castigo por todos nuestros pecados, y cuando son perdonados, esto incluye el perdón por todos ellos, anteriores y posteriores. (Colosenses 1:14; Hechos 10:43).

Sí, lo que debemos hacer es confesar nuestros pecados: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). Pero, por favor, aprecien que la Escritura no menciona el pedir perdón a Dios. En ninguna parte de la Escritura se enseña que los creyentes en Cristo pidan perdón a Dios. Lo que 1 Juan 1:9 nos dice que hagamos es “confesar” nuestros pecados a Dios. La palabra “confesar” significa “estar de acuerdo con.” Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, nosotros concordamos con Dios que hicimos mal, que hemos pecado. Y Dios nos perdona, a través de la confesión, sobre la constante base del hecho de que Él es “fiel y justo.” ¿Cómo es Dios “fiel y justo?” Él es fiel al perdonar los pecados, cosa que había prometido hacer a todos aquellos que reciben a Cristo como Salvador. Y Él es justo al aplicar el pago de Jesucristo por nuestros pecados, reconociendo que los pecados ya han sido expiados.