Un día, Juliana comentó con su madre que asistiría a uno de estos castings. Desbordaba alegría y no paraba de imaginar los comienzos de una carrera que le llevaría a la tan anhelada fama. Pero, para su sorpresa, la respuesta de su madre fue que le prohibía ir a ese lugar, porque conllevaba mucho peligro para ella.
La jovencita, después de llorar y enfadarse mucho con su madre, decidió ir al casting, desobedeciendo el consejo recibido. Quizás el famoso “instinto de madre” fue vital en esta oportunidad ya que, sabiendo que Juliana iría de todas maneras, la siguió y llegó a tiempo para impedir que entrara.
A los pocos días las noticias contaban el hallazgo que había logrado la policía local, al desbaratar una poderosa red de trata de blancas. La joven, al ver cómo las autoridades inspeccionaban la oficina a la que ella había querido presentarse, abrazó a su madre pidiéndole disculpas por su rebelde e imprudente actitud.