jueves, 2 de enero de 2014

El árbol del agradecimiento - Ánimo en mensaje

el arbol de agradecimiento
El cierre de año suele ser una época en la que realizamos balances de lo que fue el año que se va, en la que deseamos cerrar procesos e ir forjando el camino que nos conducirá hacia el cumplimiento de nuestras metas, anhelos o sueños en el año venidero. Pero también debe ser la ocasión perfecta para dar gracias.
Un amigo mío tuvo la oportunidad de realizar un taller de cierre de año académico para docentes de un colegio, y en medio de los balances que realizaban, tuvieron varios momentos especiales. 
En primera instancia, jugaron y se rieron muchísimo, lo que relajó el ambiente y permitió que fueran capaces de activar y captar la atención por ello. Entonces realizaron un ejercicio de activación de la imaginación, que generó diversas emociones que resultaron muy “sanadoras”; y en un tercer momento, pensaron en aquello por lo cual quisieran dar las gracias, que podía ser un hecho, una acción o algo tan abstracto como la felicidad o la paz.

Confía en Jesús y Él hará que todo Mejore - Reflexiones

Los abuelos de Graciela le enseñaron que hay más dicha en dar que en recibir. Un año antes de que llegara Navidad, el abuelo de Graciela fabricó un nacimiento de tamaño natural para la plaza del pueblo.
Toda la familia, incluso Graciela de cinco años de edad, trabajó con gran esmero colocando las figuras en el lugar adecuado para disfrute de todos.
Cuando llegó la mañana de Navidad, Graciela recibió el regalo que más deseaba: un patinete en forma de reno con un crin de verdad. Graciela estaba encantada.
Después de la fiesta de Navidad, temprano por la mañana, todo el mundo se dispuso a dormir un rato. Sin embargo, pronto la familia despertó a los gritos de la abuela de Graciela.
Había descubierto que la niña estaba perdida. El sol ya comenzaba a ponerse mientras los familiares y vecinos aún seguían buscando con diligencia a la pequeña.
Al final, un vecino aliviado exclamó: ¡Venga rápido, señora Inés! ¡Encontramos a Graciela en la plaza!
La familia corrió y encontró a Graciela dormida, acurrucada en el pesebre y abrazada al bebé Jesús. Su nuevo patinete en forma de reno se hallaba junto a los camellos.

La paciencia de Dios

Emociona el carácter de Dios y su paciencia, junto a su gran y profundo amor. Lo demostró con el pueblo de Israel que frecuentemente hacía lo que le venía en gana. Dios había hecho prodigios y milagros para favorecerles a ellos y sin embargo, en su rebeldía una y otra vez ellos se apartaban de Él, con desprecio e ingratitud.
Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra,  por la cual alzaste tu mano y juraste que se la darías. Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos. No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste. Además, cuando hicieron para sí becerro de fundición y dijeron:  Este es tu Dios que te hizo subir de Egipto; y cometieron grandes abominaciones, tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de fuego, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste para su sed. Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies. (Nehemías 9:15-21 RV60)
Aun con todo eso, Dios nunca les abandonó. Les protegió, disciplinó y perdonó una y otra vez cada vez que se arrepentían de su mal, y nunca permitió que nada les faltase, dice Nehemías en este encendido pasaje.
A veces, cuando resulto ser el blanco de la maldad de otro, el primer sentimiento natural que aflora es el deseo de que Dios “haga justicia” y le aplique todo el rigor de su poder. Sin embargo, en la quietud de la reflexión, la voz de Dios dice a las claras otras cosas. Una vez escuché esta frase durante el sermón de un pastor: “¡Quita TODO lo malo que hay en mí!”, dijo alguien dirigiéndose vehementemente a Dios… y Dios cumplió al pie de la letra su clamor. ¡Le hizo desaparecer de la faz de la tierra! ¡No quisiera estar en su piel!
Tantas veces me he apartado de sus caminos, demostrando abiertamente mi ingratitud y rebeldía, que si esa clase de “justicia” se me aplicara, ya no estaría en este mundo. ¡Menos mal que Dios piensa las cosas de otro modo!

Su vida sobre la roca

“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”
Mateo 7:24-27
Debe saber que lo que es imposible para su vida, va a ser posible. No hay muchas vidas para vivir, esta es la única y es mejor que la viva bien. No haga provisión de fracaso en su vida. No se conforme con finalizar su vida de una manera miserable, porque muchos terminan así. Usted es un elegido de Dios, está preparado para ganar por seguir el camino de la Palabra de Dios.
Lea y medite por un momento en la palabra de Mateo 7:24-27.
Una persona que oye y actúa en consecuencia, recibe el mensaje en su mente y lo deja pasar por todo su ser interior. Por eso dice la Palabra que las cosas que pensamos son las que hacemos. El que oye la Palabra de Dios renueva su mente y comienza a pensar de acuerdo con ella, va a hacer las cosas de acuerdo a lo que Dios le dijo y va a tener las cosas como Dios las planeó.  Dios dirá de usted: “Yo le voy a considerar como un hombre prudente.” Vino toda clase de contratiempo para que esa persona tuviera un mal final, pero dice que no cayó porque estaba apoyada sobre la roca. Su manera de pensar tiene que estar apoyada sobre la roca, que es Cristo y la Palabra de Dios. Usted sabe que van a venir cosas contra todo eso que está desarrollando al renovar su mente con la Palabra, pero usted va a ser fuerte, firme y no va a fracasar. La Palabra de Dios le da provisión para estar fuerte y en bendición.

Después de haber pecado


¿Sabes algo?, ese dolor que te provoca fallarle a Dios es una muy buena señal de que todavía hay una oportunidad para ti.
Son reales nuestras luchas diarias en áreas de nuestra vida. Llevamos años luchando por tratar de cambiar, pero en muchos casos no hemos avanzado mucho.
Si realmente eres nacido de nuevo, sientes un dolor muy profundo al fallar en las mismas áreas todo el tiempo, te sientes mal, quizá lloras muchas veces al ver que no puedes mantener tu palabra de no volverlo a hacer.
Para aquellos que un día conocimos al Señor y tuvimos un encuentro real con Él, no es una sensación agradable la que se siente al fallarle a Dios. De hecho, cuando le fallamos sentimos como que todo se nos vino abajo, como si Dios ya estuviera cansado de nosotros o como que si nunca fuésemos a cambiar.
¿Te ha pasado?, ¿has experimentado esa sensación de saber que no tienes que hacer eso, pero a pesar de ello lo haces y luego te sientes muy mal contigo mismo? Porque la mayoría de nosotros sabemos muy bien que no tenemos que actuar de ciertas maneras, y quizá en ocasiones mientras has estado llevando a cabo tu fallo, has sentido que no tienes que hacerlo, sin embargo no puedes parar a pesar que sabes que después te sentirás mal.
Si alguien no se identifica con situaciones como estas o parecidas, es porque posiblemente no sea de este planeta, pero para los demás humanos, TODOS hemos sentido esa horrible sensación de saber que le fallamos a Dios a pesar de que sabíamos muy bien que no teníamos que hacerlo.