Te he escogido en horno de aflicción. Isaías 48:10.
Durante mucho tiempo presidió este versículo las paredes de mi habitación, y también estuvo grabado de muchas maneras en mi corazón. No es nada despreciable el hecho de haber sido elegido por Dios, porque la elección divina hace verdaderamente escogidos. Mejor es ser elegido de Dios que no de todo un pueblo.
Tan grande es este privilegio que, a pesar de los inconvenientes que lleve consigo, debe ser aceptado con alegría, de la misma manera que el judío comía las hierbas amargas para sazonar el Cordero Pascual.
Así nosotros escogemos el horno ya que Dios nos ha escogido en él. Somos elegidos como un pueblo afligido y no como un pueblo próspero; no en un palacio, sino en el horno.
En el horno desaparece la hermosura, la forma se destruye, se pierde la fuerza, la gloria se consume, y, sin embargo, aquí es donde el amor eterno revela sus secretos y hace su elección.