viernes, 25 de octubre de 2013

Crucero o barco de guerra - Reflexiones - Vídeo

Hace algún tiempo, nuestra iglesia “adoptó” al USS Reuben James, una fragata asignada al Golfo Pérsico. Estuvimos de acuerdo en orar diariamente por la tripulación y enviarles a los marineros cintas grabadas y libros. También les enviábamos copias de nuestros cultos de fin de semana, para que pudieran visionarlos por su sistema interno los domingos por la mañana, mientras estaban en alta mar.
Al terminar su asignación en el Golfo, el “Reuben James” atracó en Pearl Harbor. 
Recibí una invitación para ser huésped de la tripulación durante una breve excursión al Pacífico. Tras una dilatada visita a los dormitorios y las cubiertas, tomé mi lugar junto al capitán mientras izábamos el ancla y navegábamos hacia las profundas aguas azules, con una tripulación de 800 marineros. A una distancia segura de tierra firme, el destacamento de cañones disparó unas cuantas rondas desde los cuantiosos cañones del barco.
Y mientras que cada marino iba de un lado a otro, observé algo. Todos sabían exactamente cuál era su rol. Cada persona en ese buque tenía un trabajo, una función, una responsabilidad y un propósito para estar allí, todos menos yo. Yo era el único que estaba de paseo.
Como contraste, unos meses más tarde, mi esposa Ana y yo tomamos un crucero de tres días alrededor de unas islas para refrigerio y descanso. En cubierta, observé a 400 seres humanos, perezosos y dorados por el sol, circulando alrededor de la piscina mientras 40 obreros uniformados se desplazaban a su alrededor, tratando de mantenerles felices.
En un momento de reflexión escuché al Señor decirme: “Mi iglesia necesita ser un barco de guerra y no un crucero de vacaciones. Si hemos de penetrar en la oscuridad y rescatar almas con las que nos encontremos, no podemos ser un barco de espectadores. Todos necesitan saber para qué están abordo."

Vino nuevo en odres nuevos - Devocional

El odre era un recipiente, muy usado en la antigüedad, que se hacía en forma de bolsa de cuero, generalmente de cabra, aunque los había también de oveja, de buey y de camello. Generalmente era el recipiente más utilizado para transportar líquidos. Se usaba para contener vino, leche, mantequilla, queso y agua. En la Biblia se le asocia en unas cuantas oportunidades con el vino.
Para hacerlo, se extraía con precaución la piel del animal cuidando no tener que cortarla por el medio, para que quedara de una sola pieza. Después se curtía y se cosían las aberturas de las patas, dejando generalmente sólo abierta la parte del pescuezo del animal, para poder llenarlo o extraer el contenido, y se cerraba con un cordel. En el caso del vino el proceso de curtido era fundamental, ya que si no quedaba bien, la bebida adquiriría un sabor sumamente desagradable. Cuando se guardaba vino nuevo, el proceso de fermentación lo estiraba, por lo que era rigurosamente necesario, que en este caso, el odre destinado para el vino nuevo fuese nuevo; de otro modo no sería capaz de resistir sin reventar. 

Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar. [Marcos 2:22 RVR1960]. 

Hoy en día, aún se fabrican pequeños odres de cuero llamados “botas”, destinados a vinos de calidad.

La Práctica de la Presencia de Dios-8ª Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo - Vídeo

La Práctica de la Presencia de Dios-8ª Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo, a Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, hace más de 300 años.

No me dices nada nuevo: tú no eres el único que está preocupado con los pensamientos erráticos. Nuestra mente es extremadamente errante, pero como la voluntad es dueña de todas nuestras facultades, ella debe recuperarlos y llevarlos a Dios, que es la meta final de todo pensamiento. Si nuestra mente ha contraído los malos hábitos de divagar y dispersarse, nos resultará difícil vencer esos pensamientos, porque seremos atraídos a las cosas de la tierra, aún en contra de nuestra voluntad. Creo que un remedio para esto es confesar nuestras faltas y humillarnos delante de Dios. 

No te sueltes de su mano - Devocional, reflexión

Cuando volvía del trabajo a mi casa, observé a un niño tomado de la mano de su madre, esperando que el semáforo se pusiera verde para poder cruzar la calle. Esto me hizo recordar cuando mi mamá me llevaba a la escuela. Yo me tomaba de su mano, de esa manera me sentía protegida y segura. Pero también vino a mi memoria aquella vez que le dije que ya no me tomara de la mano, porque yo creía que era grande y además ninguna de mis amigas llegaba al colegio tomada de la mano de sus papás.
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¡Caramba! Analizando aquella actitud me siento triste, porque estoy segura, aún sin mala intención, de que llegué a lastimar a mi mamá por la forma como reaccioné. Pero ella fue tan tierna e inteligente que no me dijo nada, porque entendía que había entrado en la difícil etapa de la preadolescencia. Desde ese día ella sólo me acompañaba y me daba un beso en la mejilla antes de despedirnos.

Ahora que han pasado los años, entiendo mejor el gran amor que sienten nuestros padres por nosotros, porque a pesar de nuestra edad y la actitud incorrecta con la que muchas veces les lastimamos, para ellos jamás dejaremos de ser sus hijos.
Algo similar sucede cuando nosotros decidimos soltarnos de la mano de Dios, comenzando a hacer las cosas a nuestra manera. Con nuestra autosuficiencia e independencia, llegamos a lastimar su corazón, pero aún así, Él no se aleja de nuestro lado. Dios permanece fiel en todo momento, para levantarnos cuando hemos caído, para fortalecernos cuando las pruebas nos han debilitado, para sanar nuestras heridas cuando nos han lastimado o para perdonarnos cuando hemos decidido volver a sus brazos.

La Práctica de la Presencia de Dios-7ª Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo - Vídeo

La Práctica de la Presencia de Dios-7ª Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo, a Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, hace más de 300 años.

Tengo una gran compasión de ti. Será de gran importancia si dejas el cuidado de tus asuntos a M--, mi amiga monja, y pasas el resto de tu vida solamente adorando a Dios. Él no requiere grandes cosas de nosotros, recordarle un poco de vez en cuando, y un poco de adoración, como a veces orar por su gracia, otras para ofrecerle tus sufrimientos, y a veces para volver a Él agradeciéndole por los favores que te ha concedido (y todavía te concede) en medio de tus preocupaciones, y para consolarte con Él tan frecuentemente como puedas. 

Eleva tu corazón a Él, hasta durante tus comidas, y cuando estás en compañía de otros; hasta el más pequeño pensamiento puesto en Él le será aceptable. No necesitas clamar en voz alta, Él está más cerca de nosotros de lo que nos damos cuenta.
Para estar con Dios no es necesario estar siempre en la iglesia; nuestro corazón puede ser el oratorio adonde podemos retirarnos de vez en cuando para conversar con Él en mansedumbre, humildad, y amor. Cada uno es capaz de mantener una conversación familiar con Dios, algunos más, otros menos: Él sabe lo que podemos hacer. Entonces, comencemos; quizás Él no espera nada más que una generosa decisión de nuestra parte. ¡Sé valiente!

Tenemos poco tiempo para vivir, tú ya estás cerca de los sesenta y cuatro años y yo casi tengo ochenta. Vivamos y muramos con Dios; si estamos con Él, los sufrimientos serán dulces y agradables para nosotros, y sin Él, el mayor placer será un cruel castigo para nosotros. Sea bendito por todos. Amén.