domingo, 8 de septiembre de 2013

El resto lo hago yo - Reflexiones - Vídeo

La historia del actor Charlton Heston ilustra nuestra necesidad de hacer todo lo que podamos y confiarle a Dios lo que no podemos.
Durante la filmación de la gran película épica Ben Hur, Heston trabajó largas horas con los entrenadores para aprender a manejar un carro, para la escena crucial de la carrera de carros. Mejoró mucho en su manejo de los caballos y los carruajes, pero finalmente se convenció de que la tarea era un desafío mayor de lo que había previsto inicialmente. Entonces se aproximó al legendario director de la película, Cecil B. De Mille, para hablarle acerca de la escena.
benhurSeñor De Mille, le dijo, he trabajado duramente para manejar este carruaje y creo que puedo hacerlo con toda soltura en esa escena. Lo que no creo es poder ganar la carrera.
El director le contestó: Usted conduzca solamente. El resto lo hago yo.
Dios tiene diferentes formas de dirigir las distintas carreras que hacemos en el transcurso de nuestra vida. Él confía que hagamos nuestra parte de dominar el carro. Nosotros debemos confiar en que Él decidirá el resultado de la carrera. Como dijo una vez un ingeniero: Dios provee la energía inicial, nosotros la producción y Dios da el resultado final.
El mayor acto de fe para el hombre es reconocer que no es Dios.
Salmo 100:3
Sabed que Él, el Señor, es Dios; Él nos hizo,
y no nosotros a nosotros mismos;
pueblo suyo somos y ovejas de su prado.

EL Peso de la oración - Devocional

No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios 
en oración; pídanle, y denle gracias también.
Gabriela Louise Redden, una mujer pobremente vestida y con expresión de derrota en el rostro, entró en una tienda de alimentación. Se acercó al dueño de la tienda, y de una forma muy humilde le preguntó si podía fiarle algunas cosas.
Hablando tranquilamente, explicó que su marido estaba muy enfermo y no podía trabajar, que tenían 7 hijos, y que necesitaban comida. John Longhouse, el tendero, se burló de ella y le pidió que saliera de la tienda. Pero viendo las perentorias necesidades de su familia, la mujer le dijo: “Por favor señor, le traeré el dinero tan pronto como pueda.” John le dijo que no podía darle crédito, ya que no tenía cuenta abierta en la tienda.
Junto al mostrador había un cliente que oyó la conversación. El cliente se acercó al mostrador y le dijo al tendero que él respondería económicamente a lo que necesitara la mujer para su familia. El tendero, no muy contento con lo que pasaba, le preguntó de mala gana a la señora si tenía una lista de lo que quería. Louise respondió: “¡Sí señor!” -“Está bien", le dijo el tendero, “ponga su lista en la balanza, y lo que pese la lista, eso le daré en mercancía.”
Louise pensó un momento con la cabeza baja, y después sacó una hoja de papel de su bolso y escribió algo en ella. Después puso la hoja de papel cuidadosamente sobre la balanza, todo esto con la cabeza baja. Los ojos del tendero se abrieron de asombro, al igual que los del cliente, cuando el plato de la balanza bajó hasta el mostrador y se mantuvo abajo. El tendero, mirando fijamente la balanza, se volvió hacia el cliente y le dijo: “¡No puedo creerlo!”.

El amargo sabor de la victoria - Ánimo en mensaje - Vídeo


Cualquier guerra tiene un elevadísimo coste para sus contendientes. No hace falta decir nada de las consecuencias para quienes les toca perderla; pero incluso el bando ganador tiene un elevado precio que pagar. Aunque las autoridades de este último logren capitalizar un alto rédito político, la erosión económico-financiera y las vidas humanas segadas por la contienda dejan profundas huellas durante muchos años. Y esto es válido tanto para ganadores como para perdedores.

En términos individuales a las personas nos sucede más o menos lo mismo. Tenemos luchas, enfrentamos batallas. A veces contra nosotros mismos, a causa de malos hábitos, errores, equivocaciones que hemos tenido que lamentar durante largo tiempo. Otras veces, hemos sido objeto de ofensas y perjuicios causados por otras personas de nuestro entorno.
En cualquiera de las situaciones, hemos debido tomar decisiones, a veces drásticas. Al igual que el país que reconoce su derrota, con las consecuencias que ello implica, hemos tenido la necesidad de retirarnos del campo de batalla. En este caso es “con el amargo sabor de la derrota”. Porque todas las derrotas son amargas.

Pero hay situaciones mucho más sutiles, que en realidad representan victorias en nuestras vidas, aunque no tan evidentes como lo sería una derrota. Aunque lo parecen por el intenso “sabor amargo” que nos dejan.

Durante mucho tiempo hemos permanecido con dudas, soportando situaciones, postergando decisiones por no tener las cosas lo suficientemente claras. Una amistad que promete mucho pero concreta muy poco, un trabajo que nos trae más problemas que bendiciones, la relación con una comunidad que nos genera más dudas que certezas…

Y de repente..., algo pasa. O al revés, tenía que pasar y no pasa. Tal vez percibiste un silencio a modo de respuesta; esa clase de silencio que hace que cuando peor estás, peor te sientes; es silencio y nada más que frío silencio, con una sutil, solapada,... una velada ausencia como respuesta, habida cuenta de que a veces, la multitud de palabras también es capaz de esconder silencio y ausencia. O quizás una respuesta... que entre líneas te reveló tanto, mucho más de lo que conscientemente creyeron decirte.

El adulterio espiritual - Reflexión

Qué doloroso es que la persona que tanto amas no te valore lo debido o no reconozca todo lo que haces por ella. La Biblia nos cuenta acerca de las historia de Oseas y Gomer:
Seguirá a sus amantes, y no los alcanzará; los buscará, y no los hallará. Entonces dirá: Iré y me volveré a mi primer marido; porque mejor me iba entonces que ahora. Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal. Por tanto, yo volveré y tomaré mi trigo a su tiempo, y mi vino a su sazón, y quitaré mi lana y mi lino que había dado para cubrir su desnudez. Oseas 2:7-9
infidelidadGomer era una mujer adúltera, quien a pesar de que su pareja le había dado otra oportunidad, decidió irse tras sus amantes, sin reconocer que era su esposo el que siempre le dio lo mejor, tanto a ella como a sus hijos. Lo fuerte de esta historia es que Dios compara a su pueblo con esta mujer adúltera y dice: ¡Así eres tú!
Cierto es que todo tiene su tiempo, que todo lo que sembramos lo vamos a cosechar, que en la vida no sólo recibiremos premios y castigos, sino también, y sobre todo, las consecuencias de nuestras decisiones. Por lo tanto, a Gomer no le fue bien.
“Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.” Isaías 59:2
Muchos, como ésta mujer, dejan su primer amor y se inclinan ante estatuas, imágenes, vírgenes o santos hechos a mano u otros ídolos para adorar, y otros lo hacen para darle gracias, sin reconocer, todos ellos, que la bendición viene del único Dios verdadero. Ésta actitud no sólo Le duele, sino que también nos aparta de Él. Recordemos que Dios no se aleja de nosotros, somos nosotros quienes nos alejamos de Él y de su bendición.
“Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.” Oseas 2:14
Pero a pesar de todo, Dios sigue dándote otra oportunidad. Si estás pasando un tiempo de desierto, es un buen momento para examinarte y hablar con Dios. Tal vez no te hayas postrado ante una imagen, pero es posible que otro ídolo esté ocupando el lugar que sólo a Él le corresponde. ¡Acércate! ¡No importa cuál fue tu falta, Dios sigue dándote una nueva oportunidad!
¡Recuerda que siempre debes reconocer quién te dio todo y darle gracias! 

Encuentra tu lugar - Devocional - Vídeo

“Hay distintas clases de dones espirituales, pero el mismo Espíritu es la fuente de todos ellos. Hay distintas formas de servir, pero todos servimos al mismo Señor. Dios trabaja de maneras diferentes, pero es el mismo Dios quien hace la obra en todos nosotros.”
1 Corintios 12:4-6 (NTV).
Una oreja no puede respirar. Así mismo la nariz no puede escuchar. El estómago no se hizo para pensar, así como la cabeza no digiere alimentos. La espalda no puede ver, sino los ojos. De la misma manera, cada creyente debe encontrar su lugar en el cuerpo de Cristo para no interferir en su funcionamiento.
La clave para que el creyente encuentre su lugar, no solamente en la Iglesia sino en la vida, es reconocer que es DIOS quien le creó y conoce cómo funciona mejor. Por más que un gato quiera ladrar no lo conseguirá. Así también, el SEÑOR puede ahorrarle tiempo, esfuerzo y en ocasiones sufrimiento a los suyos, si éstos afinan su oído para recibir instrucciones respecto a su propósito. Dejando a un lado que una mano crea que es pie, ella no podrá sostener el avance del cuerpo y tendrá que ser cortada. Asimismo, alguien que no tiene título de maestro fracasará al intentar enseñar sólo con su conocimiento.
Los dones espirituales son herramientas dadas por el Padre en concordancia con Su plan divino (1 Corintios 12:28-31, Romanos 12:6-8). Por lo que sólo en Su voluntad se tendrá éxito. Sería lo equivalente a que una flecha dé en el blanco.
Los principales dones espirituales son: palabra de sabiduría, discernimiento de espíritus, don de lenguas, don de Interpretación de lenguas, don de Profecía, dones de Sanidades, don de hacer milagros  y don de fe. Y dependiendo del don o dones que se hayan recibido del Espíritu Santo, será la función del creyente en el Cuerpo de Cristo y su misión en la tierra.
Te exhorto a buscar en oración el propósito de DIOS para tu vida y a que obtengas los dones que necesitas para cumplir tu misión en la Tierra. Sólo pídeselos con fe y sinceridad al SEÑOR y Él te los dará. Si últimamente te has sentido como una nariz que no puede oler o como un ojo que no ve, quizá estés fuera de lugar. O si dentro de ti hay un fuego que no sabes cómo sacar, pide dirección al SEÑOR para que active en ti lo que te ha dado.

No intentes ser alguien que no eres, encuentra el lugar que el SEÑOR te ha dado.