Es llamativo descubrir que podemos llegar a sentirnos solos aunque estemos en medio de un gentío, sentirnos abandonados a pesar de estar rodeados por el amor y la atención de nuestras familias y amigos, experimentar el sentido de vacío, de inutilidad, de insensatez, de una vida sin rumbo ni propósito a pesar de tener habitualmente éxito en lo que emprendemos.
Hay personas que viven pensando que son insignificantes, que sus vidas no son importantes. Incluso hay quienes se sienten como si estuvieran viviendo en un desierto.
Cuando los demás quieren establecer comunicación con quien padece este dolor, son tratados, por ellos, con indiferencia o con hostilidad porque se sienten tristes, mezquinos, defensivos y rencorosos. Creen que nadie les quiere y cualquier manifestación de aprecio o de amor de parte de los demás es percibida como lástima o interés mal disimulado por ellos. El agotamiento físico puede influir en quienes sufren la soledad, como también las malas noticias o una serie de fracasos consecutivos.
El ritmo vertiginoso de la vida actual, los requisitos sociales y económicos cada vez más rígidos, hacen que para muchos los momentos de descanso estén llenos de tensiones y preocupaciones. Además, la caída en picado de ciertos valores y la propagación de la filosofía de la desesperación, dejan a muchos en un cierto estado de vulnerabilidad y desorientación. ¿Y usted?, ¿cómo se siente en este día? La explicación para la mayoría de las situaciones se encuentra en el plano espiritual.