miércoles, 21 de agosto de 2013

Mirando al cielo - Devocional - Vídeo

“Sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas 
lágrimas y pruebas…” (Hechos 20:19)

A menudo ocurre que los inconvenientes y obstáculos que encontramos en nuestro vivir día a día, nos impiden dar el paso decisivo para colaborar en la evangelización de nuestro mundo. Por ejemplo: tener que ir en contra de la corriente de nuestra sociedad, soportar el menosprecio de los demás, enfrentarse con la crítica... Tales situaciones nos pueden generar conflictos internos. En ocasiones al cristiano le da vergüenza compartir su fe, y frente a estas incomodidades algunos prefieren no pagar el precio. Pero, aclaremos la idea, porque si pensamos que es malo y pecaminoso mantener estos sentimientos de vergüenza, culpa, incompetencia o incomodidad a la hora de compartir nuestra fe, estamos totalmente equivocados, ya que tales emociones son humanas y totalmente lícitas (1ª Pedro 4:16). La clave del éxito consiste siempre en asumir éstas y sobrellevarlas con gozo, ya que sabemos que no estamos solos.

Cuando flaqueemos, debemos pensar que el Señor no sólo tuvo que sufrir la incomodidad de llevar nuestros pecados en la cruz, sino que también nos soporta día a día, es consciente de nuestras torpezas, tolera nuestras negligencias personales y, por si fuera poco, además sufre nuestra ingratitud.

Como decía el apóstol Pablo: “Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa” (Filipenses 1:29)

Instante mágico - Aliento en mensaje

¿Te ha tocado vivir situaciones extremas, como si fuesen de ciencia ficción? A mí me tocó vivir una la semana pasada que rondó en mi cabeza durante varios días, es más, aún lo hace.

Era un miércoles por la mañana en el colegio en el que trabajo. El día había transcurrido con normalidad, el sol alumbraba el patio central y cada uno de los estudiantes realizaba sus actividades de manera normal. Se acercaba la hora del almuerzo y todos, excepto una persona, sentían que el día estaba transcurriendo sin ninguna novedad, sin nada que le hiciera distinto. Pero no era así para Francisco; mientras estaba en el comedor se le cruzaron por la cabeza una serie de pensamientos, ideas, emociones y sensaciones que se apoderaron de él sumergiéndole en un estado de colapso extremo, que le llevó a tomar una decisión radical que cambiaría su vida.

En medio del comedor, alejado de sus compañeros y aún con la comida caliente sobre la mesa, pasó lo inesperado. Francisco tomó una bolsa de nailon y, sin pensárselo dos veces, la puso sobre su cabeza y halando ambas puntas, las apretó alrededor de su cuello. Algunos de sus compañeros se percataron de esta escena y, horrorizados, corrieron a socorrer a su compañero; en medio de la angustia no sabían si romper la bolsa, ir a buscar a su profesora o quedarse allí con él. Entre todos los presentes lograron hacer fracasar el intento de quitarse la vida, rompiendo la bolsa y liberando su cabeza y cuello. Sin lugar a dudas este ya no era un día común y corriente para nadie de los que estaban allí.

Señor, ya no puedo más, ¡ayúdame! - Devocional aliento- Vídeo

Pongámonos en situación:
Acabas de enterarte de una mala noticia, hay un sentir muy desagradable dentro de ti, algo que te quita la tranquilidad deseada, y no quieres que nadie te hable porque tu mente no tiene espacio para pensar en otra cosa, que no sea esa difícil situación que ha venido a tu vida.
Quieres llorar, salir corriendo, irte a algún lugar lejano para tratar de olvidarte de eso, pero aunque fueras al otro lado del mundo, no puedes negar que esa situación estaría también ahí.
Meditas en las formas de salir de eso, tratas de idear la estrategia más perfecta para tratar de solucionar esa situación, pero por más que lo intentas siempre terminas dándote cuenta de que llegas al mismo punto.
El sueño se te ha ido y no puedes dormir, estás desvelado, tratas de asentar tu cabeza sobre la almohada y parece que se ha convertido en una almohada de piedra, que por más que le busques acomodo, nunca la encuentras reconfortante. Te levantas y te sientas en una silla, pones tus manos sobre la cabeza y sigues pensando en esa situación que te ha robado totalmente la paz.
Algo dentro de ti te dice que de ésta no saldrás, que no hay forma que puedas solucionarlo. Y en ese momento, y al darte cuenta de que no tienes oportunidad de ganar, decides por fin rendirte, reconocer que ya no puedes más, reconocer que no hay capacidad en ti para solucionar ese problema.
Las lágrimas brotan de tus ojos y recorren tus mejillas, tienes un sentimiento de dolor muy fuerte y algo que estorba la paz a tu corazón, no puedes más. Doblas tus rodillas en ese mismo lugar, levantas tus manos al cielo y dices: “¡Señor, ya no puedo más, ayúdame!”

Gota a gota - Reflexión - Devocional

Cuenta una historia que un gran incendio se desató en un bosque de bambú. Las llamas alcanzaban grandes alturas, y un pequeño colibrí fue al río, mojó sus alas y regresó sobre el gran incendio, agitándolas con la intención de apagar el fuego. Incesantemente iba y venía con sus alas cargadas de agua.
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Los otros animales observaban sorprendidos la actitud de la pequeña ave y le preguntaron: Oye, ¿por qué estás haciendo eso?, ¿cómo es posible?, crees que con esas gotitas de agua puedes apagar un incendio de tales dimensiones? ¡Jamás lo podrás lograr!
El colibrí, con gran ternura respondió: El bosque me lo ha dado todo, tengo un inmenso amor por él. Yo nací en este bosque que me ha enseñado el valor que tiene la naturaleza. Este bosque me ha dado todo lo que soy y tengo. Es mi origen y mi hogar, por eso, y aunque no lo pueda apagar, voy a dejar mi vida lanzando gotitas de agua, llenas de amor.
Los otros animales entendieron el mensaje del colibrí y entre todos le ayudaron a apagar el incendio.
A muchos de nosotros nos ha sucedido que viendo las injusticias, la perversidad de la sociedad, el aumento de la maldad en los hombres, etc., nos hemos sentido derrotados, cansados, y pensamos que no tiene sentido seguir luchando, tratar de cambiar las cosas; al final, ¿para qué desgastarse ante el tremendo desastre que estamos presenciando?

Príncipes a pie - Devocional - Vídeo

“Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra”

(Eclesiastés 10:7)
Hoy se teoriza sobre los resultados de la fe más allá de lo que dice la Biblia. Pero dejando aparte eso, si crees puedes ser lo que quieras, obtener lo que quieras, hacer lo que quieras. 
¿Será cierto? ¿Podemos cambiar nuestra suerte a fuerza de desearlo y esperarlo? La fe en Dios y lo que Él puede hacer en, por y a través de nosotros, debe estar presente en todo cristiano auténtico. Al que cree, todo le es posible, enseñó el mismo Jesús. ¿No me da acaso esta promesa la licencia para esperar precisamente eso, lo imposible, lo improbable, lo quimérico?, creer hasta cambiarlo todo y hacer posible mis más hondos anhelos, ¿no se trata de eso? Ciertamente Jesús hizo esa promesa, una promesa que no se entiende correctamente dado el desmedido interés del hombre en sí mismo y en su parte en la historia de Dios. Jesús insiste en cuestiones en las que Dios quiere obrar y en las que el hombre puede ser parte del milagro si cree. No es al revés, no se trata de conquistas que el hombre quiera alcanzar y donde Dios puede ser parte si tenemos fe. Dios es el Señor, es su voluntad la que debemos seguir y es a sus promesas a las que debemos creer. La fe puede cambiar todo aquello que, sin imponerlo nosotros, sea la voluntad de Dios cambiarlo. ¿Es por eso la fe que profesamos una fe débil? En absoluto. Nuestra fe es tan fuerte que siempre obtiene aquello que en verdad proviene de Dios.
Los cristianos por supuesto que tienen accidentes, como todos, aunque oran antes de salir de viaje. No sanan siempre, aunque suplican fervorosamente por su debilitada salud. Mueren como mártires, aunque Dios es poderoso para librarles de la muerte. Son perseguidos por gobiernos hostiles, aunque el Señor podría eliminar a una administración completa de gobierno con un simple chasquido de dedos. Hay miles de cristianos desempleados, pobres, perseguidos, encarcelados por aquello en lo que creen. Creyentes cuya fe está cimentada en lo que Dios es y significa para ellos, no en las dádivas, sino en el dador. Creyentes que se saben príncipes peregrinos, hombres y mujeres que saben que les espera una patria mejor, que lo que aquí sucede no es comparable con lo que Dios les tiene preparado, que intuyen que lo que se ve es poco atractivo cuando se espera, anhelante, las maravillas de Dios que aún, por un tiempo, no se ven.