martes, 13 de agosto de 2013

Abre tus ojos - Mensaje de ánimo, Reflexión - Vídeo

La niña salió de la casa y se sentó en una piedra en la parte alta de la estancia. Era una bella noche estrellada. Puso su cabecita entre sus rodillas mientras las rodeaba con sus brazos. Gruesos lagrimones caían de sus ojos.
Estaba sumida en la más profunda de las tristezas. No había consuelo posible para el intenso dolor que laceraba su joven corazoncito. La pérdida de su madre, además de dejar un vacío imposible de llenar, había trastocado toda su vida.
Hoy cambiaba amigos, colegios de categoría, viajes por el mundo, todo... por estar con su padre en una zona rural del país. Su padre la amaba profundamente, pero su vida había dado un giro trascendental. Una semana antes disfrutaba de las luces nocturnas de una gran ciudad. Hoy estaba bajo una hermosa vía láctea, vista desde la inmensidad del campo, de noche,… pero su alma estaba quebrantada. Sus ojos cerrados y apretados.
“Abre tus ojos”, le susurró un ángel mientras tiernamente tocaba su hombro. Sobresaltada, se incorporó, pero no vio a nadie. Puesta de pie, y con sus ojitos muy abiertos y aún llenos de lágrimas, miró al cielo.
Era increíble el espectáculo que se ofrecía, visto desde el campo; un cielo profusamente estrellado, como nunca había visto en sus jóvenes once años, pareció infundir nueva vida a su pequeña alma quebrantada. “En esa estrella está mi mamá”, pensó. “¡Y cómo brilla! ¡Me parece que me está mirando!”

En el lugar de otro - Devocional aliento

Bill Andrews era un tipo grande, torpe y poco atractivo.
Se vestía extrañamente, con ropa que no le quedaba bien. Había ciertos tipos que pensaban que era divertido burlarse de él. Un día uno de ellos notó un pequeña rotura en la camisa de Bill y le dio un tironcito. Otro obrero de la fábrica también lo hizo, y en poco tiempo había una exhibición de jirones.
Bill siguió con su trabajo, y al pasar demasiado cerca de una banda transportadora, uno de los jirones de su camisa fue atrapado por la maquinaria. En fracciones de segundo, la manga y Bill estaban en problemas. Las alarmas sonaron, los interruptores fueron accionados y se evitó el problema.
El capataz, sin embargo, al tanto de lo que había pasado, convocó a los hombres y relató esta historia:
En mis días jóvenes, trabajé en una pequeña fábrica. Allí fue donde primero conocí a Mike Havoc. Era grande e ingenioso, siempre haciendo chistes y travesuras.
Mike era un líder. También había un tal Pete Lumas. Siempre le seguía la corriente a Mike. Era un seguidor de él. Y también estaba un hombre llamado… Jake.
Este último era un poco más viejo que el resto de nosotros, callado, inofensivo y apartado. Siempre comía solo. Siempre vistió los mismos pantalones, parcheados durante tres años seguidos, y nunca se unía a nuestros juegos del mediodía: luchas, herraduras, y cosas similares.
Se le veía indiferente, siempre sentado bajo un árbol y en silencio.
Jake era, en la práctica, el blanco natural para nuestras bromas y chistes. Solía encontrar una rana viva en su  fiambrera (táper) o a un roedor muerto en su sombrero. Pero siempre se lo tomaba con buen humor.

Continuemos el libro - Meditación - Video

Las cadenas de Pablo y su condición de privación de libertad, no le impidieron predicar el Reino de Dios y a Jesucristo, ni seguir su carrera.
La acusación hacia su fe, de sectaria, no impidió que dejara de persuadirles de que conociesen a Jesucristo y testificarles del Reino de Dios. Hubiese podido dejarse llevar por el contenido veraz de la profecía de Isaías, que anticipaba que “oirían, pero no entenderían, que verían pero no percibirían, porque su corazón se había engrosado”, y callar, pero, por contra, siguió hablando de Jesucristo, le movió su obediencia al Señor y su amor por el prójimo.

No permitamos que nada nos paralice. No depende de las circunstancias, sino de donde esté afirmada nuestra vida; siendo conscientes de que si la edificamos sobre oír la voz de Dios y cumplirla, ningún río impetuoso de problemas cuando golpee nuestra vida, podrá derribarla; posiblemente se tambalee, posiblemente sintamos las turbulencias, pero teniendo una relación intima y cercana a Dios, no caerá.

Lo que yo soy es lo que importa - Reflexiones

Una maestra decidió llevar su proyecto al alumnado para ver qué clase de influencia tendría en él. Dio a cada uno de sus estudiantes tres cintas, y les dijo que fueran e hicieran conocer a otros esta ceremonia de reconocimiento personal.
Tendrían que hacer un seguimiento de los resultados, ver quiénes honraron a la clase la semana siguiente. Uno de los chicos de la clase fue a donde un joven ejecutivo de una compañía cercana, al que conocía por haber planificado su carrera. Colocó una cinta azul en su camisa, y luego le dio dos cintas más.
- Estamos haciendo en la clase un proyecto sobre reconocimiento, le dijo, y nos gustaría que usted busque a alguien a quien admire para que le dé una de las cintas azules para él, y la otra para que esa persona haga lo mismo con alguien más, a fin de mantener esta ceremonia en marcha. Una vez hecho esto, por favor, infórmeme qué sucedió.
Más tarde, ese mismo día, el joven ejecutivo fue a ver a su jefe, quien tenía fama de ser un individuo gruñón y de mal humor. Le hizo sentarse y le dijo que le admiraba profundamente por ser un genio creativo. El jefe se sorprendió. El joven ejecutivo le preguntó si aceptaría la cinta azul como regalo, y le pidió permiso para colocársela en el pecho.
- Seguro, hazlo, contestó su sorprendido jefe.
El joven ejecutivo tomó la cinta azul y la colocó en la chaqueta del jefe, sobre su corazón.
- ¿Me haría un favor?, le dijo mientras le daba la última cinta. ¿Querría tomar esta cinta extra, y darla como prueba de admiración a alguien más?, resulta que el chico que me dio estas cintas está llevando a cabo un proyecto de su escuela. Queremos mantener en marcha esta ceremonia de reconocimientos y ver cómo afecta a las personas.

El valor de la fidelidad - Meditación - Vídeo

“Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, quien da el crecimiento”. (1ª Corintios 3:7)

¿Quién de nosotros no conoce a Juan el Bautista, precursor de Cristo? De él dijo el propio Jesús: “Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan…” (Lucas 7:28).

Pero detengamos nuestra mirada por un momento, en este elogio de Cristo. ¿El profeta más grande de todos los tiempos? ¡Si su ministerio apenas duró seis meses! La labor de Isaías y Jeremías, por ejemplo, se extendió a lo largo de... ¡al menos 40 años! Lo de Juan es insignificante en comparación. ¿Entonces, cómo puede Jesús decir que su ministerio fue el más grande de entre los profetas? ¿Sería porque fue él quien le bautizó? ¿Porque era su primo? ¿Porque le cedió discípulos? No, la respuesta es otra, y es que Dios no mide la grandeza en “términos numéricos”, como hacemos nosotros, sino en "términos de fidelidad”. Y la fidelidad consiste, simplemente, en realizar lo que uno fue llamado a hacer. Y nadie entendía esto mejor que Juan, quien le explicó a sus discípulos que “a él (refiriéndose a Jesús) le es preciso crecer, pero a mí menguar” (Juan 3:30). Y que se definió a sí mismo como "voz que proclama en el desierto": "Enderezad el camino del Señor" (Juan 1:23).