Podemos considerar el concepto "free ride" (viajan gratis) de muchas maneras. Gracia, por definición, es algo que es libre, en el sentido de que no podemos ganarla, no podemos comprarla, no podemos merecerla, y no hay ningún mérito en nosotros por el que Dios tenga que dárnosla. Cada vez que Dios dispensa misericordia o favor inmerecido, que es como se define la gracia, está haciendo algo que no tiene obligación de hacer. Cuando recibimos la gracia de la salvación, nuestro destino eterno es seguro. Una vez que estamos revestidos de la justicia de Cristo y nuestro mérito imputado a nuestra cuenta por Dios, acto de la gracia de Dios que nos redimió, casi se nos garantiza la vida eterna. En otras palabras, no es posible que un cristiano pueda perder su salvación.
Dios ha prometido que vendrá por nosotros, que se quedará con nosotros. No es posible, si fuera por nosotros, que perseveráramos, aguantáramos, y fuéramos fieles y obedientes hasta el fin para ser salvos; no es posible que ninguno de nosotros hiciera todo lo preciso para merecer la salvación. Pero Dios promete terminar lo que ha empezado.
¿Eso quiere decir que es un viaje gratis? Muy a menudo el concepto de viaje gratis se interpreta, como que ya que Dios me ha dado la gracia y ya que Dios ha comenzado este trabajo y que se compromete a terminarlo, no hay nada que me quede por hacer. Puedo hacer lo que quiera. Estoy salvado y no tengo que preocuparme de nada. Soy libre de aquí en adelante, estoy en una montaña rusa sin frenos y puedo hacer lo que quiera. Puedo pecar a mi antojo y disfrutar de ello el resto de mi vida. Es como una licencia para pecar.
Sin embargo, el apóstol Pablo señala que donde abunda el pecado, la gracia abunda mucho más. O sea, cuanto más pecado veas, no quiere decir que sea tuyo, más verás la gracia de Dios, porque es gracia, porque es necesaria para mí para llegar al cielo.