Piense en un martillo. Está diseñado para clavar. Para eso fue creado. Ahora imagine que al martillo nunca se le da uso. Sólo está guardado en la caja de herramientas. Al martillo no le importa. Pero ahora imagine ese mismo martillo con un alma, consciente de sí mismo; pasan y pasan los días y él sigue en la caja de herramientas. Se siente extraño adentro, pero no está exactamente seguro de por qué.
Algo falta, pero no sabe qué es.
Entonces, un día alguien lo saca de la caja de herramientas y lo usa para romper algunas ramas para la chimenea. El martillo está muy feliz, le encanta ser sostenido, esgrimido y estar golpeando las ramas. Sin embargo, al finalizar el día aún no se siente realizado. Golpear las ramas fue entretenido, pero no suficiente. Algo falta todavía.
En los días siguientes es usado a menudo. Reforma una tapa de rueda, destruye una plancha de yeso, restituye la pata de una mesa. Sin embargo, aún no se siente realizado. Ansía más acción. Quiere que lo usen tanto como sea posible para derribar, quebrar, arruinar, abollar cosas. Se imagina que no ha tenido bastante de estos acontecimientos para satisfacerlo. Más de lo mismo, cree que es la solución a su falta de realización.
Entonces, un día alguien lo usa con un clavo. De repente se encienden las luces en su alma de martillo. Ahora entiende para qué fue diseñado realmente. Fue para golpear clavos. Todas las otras cosas que él golpea palidecen cuando se comparan a ello. Ahora sabe lo que su alma de martillo estaba buscando todo el tiempo.