La palabra de Dios afirma que Dios nos ha sacado de una mala condición de vida y nos ha pasado a una que Él mismo planificó; por gracia sois salvos, la misericordia de Dios os alcanzó.
Por eso mismo es momento de empezar a ser gente de cambio, personas que honremos a Dios con nuestra forma de vida, al actuar, al hablar en todo momento y lugar, no sólo en la iglesia. Aparentemos ser santos; la santidad se debe reflejar en cada lugar en donde estemos, porque Dios mora dentro de nosotros y Él es Santo. Somos templo del Espíritu Santo, santo es ÉL, por eso debemos ser santos ante Él siempre, que sea nuestra forma de vida, por tanto tenemos que:
- Honrar a Dios sobre todas las cosas, Romanos 16:27, Apocalipsis 7:11-12
- Prepararnos para servir a Dios, reconociendo que es el único Dios verdadero, digno de toda la honra y la gloria. Josué 1:6-9
- Tenemos que prepararnos para llevar el mensaje de salvación a otros. Lucas 10:39
Pera poder lograr honrar a Dios sobre todas las cosas, tenemos que comprometernos con Dios, no con los hombres, porque el hombre miente, engaña y defrauda, pero Dios no. El compromiso es con el único Dios verdadero, y la única forma de lograrlo, es esforzarnos y en nuestro mismo corazón ser sinceros y comprometernos con Dios:
a. Comprometernos a leer todos los días su Santa palabra, y tratar de memorizar un versículo diferente cada día Salmos 1:2
b. Comprometernos a orar todos los días, pero orar también por las necesidades de los demás, que seamos intercesores, en especial orar por los que aún no son salvos y los débiles en la fe; la palabra misma nos enseña orar unos por otros. Marcos 14:38, Santiago 5:16
c. Comprometernos a congregarnos en todas las actividades de la iglesia, en cada servicio, en el día de oración, en el día de ayuno, en el día de la vigilia, en los discipulados, el servicio de damas, el servicio de jóvenes, en evangelización, etc. Hechos 2:46
d. Poner por obra todo lo que Dios nos dé en este proceso para gloria de su Nombre Santo. Mateo 10:7-8
Esto sólo lo lograremos si venimos y nos comprometemos con Dios, para cuidar y velar que sus mandamientos se lleven a cabo en nuestra vida (obediencia); también que nos comprometamos a honrarle cada día de nuestra vida, en todo momento y en todo lugar, aún en medio de dificultades y situaciones difíciles, para gloria de su santo nombre, y trasmitiendo este mensaje en nuestras casas a nuestras familias, empezando por nuestra esposa e hijos.