lunes, 10 de junio de 2013

La ciencia confirma lo que dice la Biblia - ¿Es un hecho la evolución? - ¿Fe? & ¿ciencia? - Vídeos

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”  Génesis 1:1.
A veces he escuchado a gente importante decir que todo lo que mis ojos ven salió de la nada, y que los cielos y la tierra surgieron de una explosión. No puedo creer que a muchos se les haga más fácil creer tal historia que simplemente creer lo que la Biblia dice. Sin embargo hoy sonrío de satisfacción porque, al fin, la ciencia comienza a darle el lugar que le corresponde a la Biblia en relación a estos temas.
La revista Time, una vez, nos anunció el descubrimiento en el cielo de un agujero negro, por lo menos mil veces más grande que la vía láctea. Los científicos declaraban que es difícil explicar cómo este tremendo hueco negro pudo haberse formado.
Cada día los científicos encuentran más y más galaxias mucho más grandes que la vía láctea y ellos han quedado mudos ante tan asombrosos descubrimientos. Mientras más avanza la ciencia, más se demuestra que la Biblia no miente y que Dios está detrás de toda la creación. Yo sé que hoy es un día más para que yo crea y para que la ciencia confirme que Dios es el Creador.
¿Cuánta fe se necesita para creer en Dios? Pues, realmente, menos fe de la que se necesita para creer que toda la creación que existe surgió de la nada o de una imaginaria explosión. Para creer en Dios se necesita menos fe que la que se necesita para creer que la mente humana se creó por sí sola o que la nada creó algo.
Mientras la ciencia sigue descubriendo lo que ya Dios ha creado, hoy puedo pensar con espíritu de adoración que por su gracia y su amor yo puedo conocer más a Dios y amarlo con todo mi ser y a la vez confiar en Su Palabra. Sé que esa Palabra Viva no miente y me revela la grandeza de Dios y la belleza de su amor.
“Señor:  Gracias por tu amor tan infinito y grande. Gracias por tu poder y tu gracia. Tu grandeza se ve en los cielos y se palpa en la tierra. Nada es tan grande como tu amor y tan profundo como tu misericordia. Hoy quiero gozarme en el hecho de saber que la ciencia ahora mismo, se encuentra reconociendo silenciosamente que lo dicho en tu palabra es verdad, porque Tú eres la verdad.  Amén.

Habla porque tu siervo oye - Devocional, reflexión

Si tan solo fuéramos más audibles a la voz de Dios, podríamos escucharle hablar a nuestra vida cada día, sin embargo hay personas que dicen no escuchar la voz de Dios. ¿Será realmente que no la escuchan o será que no la identifican?
No se trata de escucharla en sentido literal o audible, porque aunque no es imposible, es muy difícil que eso ocurra, y la verdad es que Dios está  hablando constantemente a nuestra vida, pero nosotros insistimos en no escuchar su voz, en disimular que no la escuchamos o, en los peores casos, en no darnos cuenta de que Dios está hablando a nuestra vida.
¿Cómo habla Dios? Dios puede hablarnos a través de un suceso, de una experiencia, de una persona, una alabanza, a través de la música, a través de su Palabra Escrita, la Biblia, a través de una predicación, a través de cosas sencillas de la vida diaria o a través de un mensaje escrito como éste, etc.

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste la voz de Dios hablando a tu vida?

A veces estamos tan sumergidos en nuestras propias ideas y planes de vida, que olvidamos que Dios está hablándonos constantemente.
Cuando el profeta Samuel era joven y vivía con el sumo sacerdote Elí, experimentó cómo le habló Dios, pero no entendió que era la voz de Dios audible la que escuchaba, creyendo que era Elí quien le llamaba. Tres veces habló Dios a Samuel sin que éste pudiera entender que era Dios quien le hablaba, hasta que Elí, el sumo sacerdote, comprendió que era la voz de Dios y le aconsejó que contestara, la próxima vez que escuchara ese llamado, de la siguiente forma: “Habla, porque tu siervo oye”.

¿Por qué no te perdonas? - Devocional - Vídeo

Es increíble como un error del pasado puede afectar en gran manera a nuestro presente e incluso a nuestro futuro. Hay personas que cometieron un error hace muchos años y hoy día siguen sintiéndose culpables, y a pesar de que le han pedido perdón a Dios en muchas ocasiones, siguen sintiéndose mal consigo mismos y en muchos casos, pensando que Dios no les ha perdonado.
Humanamente hablando, a nosotros nos cuesta perdonar a aquella persona que nos hizo mal, pero no es el caso de Dios. Cuando le pedimos perdón a Dios con un corazón sincero y arrepentido, Él nos concede el perdón automáticamente, no tenemos que hacer nada más, no tenemos que caminar descalzos diez kilómetros para que nos perdone, no tenemos que tirarnos al suelo y hacer penitencias para que Él nos otorgue su perdón; lo único que necesitamos es reconocer que fallamos, estar verdaderamente arrepentidos y pedirle perdón a Dios, expresarlo con nuestra boca y entonces, Dios nos concede su perdón sin preguntas ni reproches.
¿Qué es lo que no te permite creer que has sido perdonado? ¿Acaso tu error o tu pecado es tan grande que no basta el perdón de Dios?; la Biblia dice: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:18 (Reina-Valera 1960).
Es hora de dejar atrás el pasado, es hora de comenzar a entender que Dios ya me perdonó, que no importa lo que hice, puesto que si ya me arrepentí verdaderamente de ello y le pedí perdón a Dios, entonces ¡Él ya me otorgó su perdón!

Sabiduría - Reflexión - Pensamientos cristianos

Mientras el otro día ojeaba rápidamente mis fotografías, encontré una de una tejedora de canastos de la Isla Ssesse en Uganda y comencé a pensar…
El tejer diseños de canastos es un arte complejo que requiere mucha habilidad y destreza. Ver a una experta trabajando, es tan fascinante que me habría quedado observando a esta dama en particular durante horas. 
Lo sorprendente, sin embargo, fue que un joven africano también había quedado embelesado mientras la tejedora realizaba su labor.
Preguntándome si el joven estaba más interesado en el tejido del canasto que en la tejedora, me acerqué sorpresivamente a él. Al preguntarle sobre su interés en el tejido, el sabio joven me miró totalmente desconcertado y contestó que no sabía cómo hacerlo, por lo cual observaba, ya que, añadió, siempre podemos aprender algo de los demás.
De todas las lecciones que he aprendido durante mis viajes, una de las más importantes es que la sabiduría no tiene nada que ver con la riqueza y muy poco con el nivel de educación formalmente adquirido.  La sabiduría puede ser hallada en cada aldea, en cada pueblo, en cada ciudad, país y continente, en cada rincón de la tierra. Es más, los más sabios no son a menudo los más locuaces sino, por el contrario, los más callados y reservados.
El joven en la Isla Ssesse constituía un ejemplo perfecto. Su posición en la aldea era tal, que no se esperaba que estudiase la humilde tarea del tejido de canastos; sin embargo, allí estaba. Y para rematar, este joven reservado compartió una perla de sabiduría conmigo con muy poco esfuerzo.
Al observar lo que ocurre en el mundo hoy, anhelo que más gente tuviese la sabiduría de mi joven amigo africano. Ha pasado mucho tiempo desde que conocí al joven, pero he llevado su recuerdo y sabiduría en mi corazón desde entonces. Y creo de todo corazón que, sin importar quiénes seamos, siempre podemos, y debemos, aprender algo de los demás.
¿Cuánta amargura y violencia nos ahorraríamos si tan sólo pudiésemos reconocer que no sólo podemos, sino que nos toca aprender de quienes nos rodean, sean personas, comunidades o naciones?  La sabiduría no es privilegio exclusivo de un grupo selecto de personas en base a su trasfondo educativo, sino más bien está disponible para todos los que mantienen una actitud abierta a los propósitos más amplios de Dios para sus vidas. Tal vez haya toda una riqueza de lecciones que nos están pasando de largo, sólo porque no aceptamos aprender de otras personas que están más que dispuestas a compartir con nosotros. No dejemos pasar de largo estas oportunidades y aprovechémoslas.

Fe que hace historia - Devocional - Vídeo

Generalmente es difícil, para nosotros, creer en algo que consideramos que humanamente es imposible llevarse a cabo, y sin embargo el lenguaje de la fe es eso: creer en lo que no veo porque eso   mismo me llevará a verlo.
La Biblia dice:

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” 

Hebreos 11:1 (Reina-Valera 1960)
En el transcurrir de los tiempos hemos sido testigos, a través de la Palabra escrita, de cómo la fe que muchos hombres y mujeres tuvieron, les llevaron a pertenecer al magistral museo de la fe. La fe que ellos tuvieron les llevó a hacer historia. Porque para hacer historia se necesita tener fe, porque aquel que no tenga fe y no se atreva a creer en cosas “ilógicas” no puede ver más allá de la lógica.
En el capitulo 11 de Hebreos podemos ver a ciertos hombres y mujeres que en su momento se armaron de valor, porque para tener fe hay que tener valor, para creerle a Dios, aún en cosas que humanamente eran ilógicas o imposibles. 
Rápidamente...: Por fe Noé obedeció y construyó un arca, aproximadamente 120 años antes de que el diluvio viniera sobre la tierra. Por fe Abraham obedeció el llamado de Dios y salió de su lugar de origen para cumplir el propósito de Dios. Por fe Sara, siendo estéril y de avanzada edad, recibió la fortaleza para concebir y dar a luz al hijo de la promesa. Por fe Moisés creyó a Dios y todos pasaron en seco por en medio del Mar Rojo. Por fe Josué y el ejército de Israel conquistaron Jericó, después de que los muros cayeran por el poder de Dios. Por fe Elías oró para que cayera fuego y consumiera el altar frente a los profetas de Baal. Por fe Pedro, el Apóstol, caminó sobre el agua antes de que tuviera miedo, etc.
Hermanos, se necesita tener valor para tener fe y así poder hacer historia; ¿qué te hace falta para que te motives a tener fe, esa fe que va más allá de lo lógico, esa fe que te impulsa a creer en lo que tu mente se rehúsa a creer?