En la actualidad es muy común esta enfermedad y a día de hoy,
para un profesional del área mental, es relativamente fácil diagnosticar dicha
problemática, pues si miramos las estadísticas, los casos de pacientes con
depresión aumentan cada día más; esto es debido principalmente a la situación
económica, política y social de las naciones, añadiendo a esto las disfunciones
que se viven en el interior de las familias, en donde la mayoría de los padres
están ausentes, y los hijos, en el peor de los casos, están siendo
formados por terceras personas, por lo que viven en lo que se conoce como la
selva de cemento: “la calle”.
Causa tristeza el hecho de que una persona, debido a una
determinada problemática que le desencadena una crisis emocional, una situación
normal que toda persona en cualquier momento de la vida puede atravesar, sea
inmediatamente etiquetada como “depresiva” una vez consulta al profesional de salud.
Y lo más triste es que las personas permiten que esa etiqueta se quede como
sello en su vida, como una marca que el paciente no pretende borrar; claro, en
algunos casos es más fácil adherirse a este cuadro depresivo, pues es una forma
de justificar los errores que se comenten y de argumentar el estancamiento al
que, por lo general, se ven sometidas esas personas, cuando pierden el sentido
de la responsabilidad que tienen como seres existenciales.
Son muchos los casos en los que las personas atribuyen a la
depresión el hecho de que no trabajen, de que no asuman sus responsabilidades y
los roles que les corresponde, de que pierdan la esperanza y dejen de soñar...;
asumen una condición de discapacidad que sólo existe en sus mentes. En otros
casos están pretendiendo continuamente que las personas se sometan a su estilo
de vida, maltratan y manipulan a aquellos que más aman, y no se dan cuenta, que
con su actitud lo único que hacen es desencadenar y perpetuar en el hogar esta
problemática, que no en todos los casos es una enfermedad, sino un estilo de
vida conformista y anulador, una maldición. Es como si, una vez que se
colocaran la etiqueta, también trazaran una línea que dice “prohibido
continuar”, límite que impide que las personas prosigan con sus metas y con su
vida. Entonces su propósito cambia, se dedican a amargar sus propias vidas y se
creen con derecho a amargar la vida de las personas que se encuentran
alrededor.