martes, 21 de mayo de 2013

Acepta el diseño que DIOS te dio - Devocional - Vídeo

“Todo fue creado por medio de él y para él.”
Colosenses 1.16  (Nueva Traducción Viviente)
La leche no es para echar a una piscina, tampoco para regar plantas, pero sí el agua. El perro difícilmente maullará, así como el gato no ladrará. Un martillo difícilmente sirve para apretar un tornillo, así como un destornillador difícilmente empujará un clavo. De la misma manera, sólo en el propósito de DIOS se encuentra vida, fuera de Él se está en desorden y sin sentido.
El propósito de DIOS es que todos le reconozcan como Padre, y a Jesús como su Salvador, para luego encontrar vida al servirle. Es ahí donde todo toma sentido; el Creador del instrumento, del propósito, sabe mejor cómo funciona.
Cuando DIOS dice que un hijo suyo es león, por más que se haya comportado como un cobarde, será  león, pero debe creerlo. Así como Saulo de Tarso, que sería el Apóstol Pablo, él fue llamado por DIOS para ser un evangelista, aunque en el pasado fue perseguidor de la Iglesia. O como Moisés, que DIOS le dijo que él sería el caudillo libertador de Israel, aunque Moisés pensaba de sí mismo que solamente era un tartamudo, que había perdido cuarenta años en el desierto.
Sea lo que sea que fueses en el pasado, ya no importa. Si DIOS dice que eres luz, encuentra vida alumbrando. Si el SEÑOR dice que eres limpio y sin culpa ante Él, ríndete a tu diseño y vive en santidad. Si el Todopoderoso dice que ha escogido tu boca para ministrar a las naciones, acéptalo sin importar cuántas maldiciones salieron de tu boca antes de convertirte. Si DIOS ha dicho que eres águila, vuela. O si león, ruge.

Créele hoy a DIOS y encuentra vida en tu diseño.


Tres Maneras De Cuidarnos - Crecimiento personal-espiritual

Sólo nosotros sabemos las tres maneras de cuidarnos bien a nosotros mismos. Necesitamos regresar atrás en el tiempo y recordar el mejor consejo que alguien nos dio. Todos les dan consejos a todos. El consejo no tiene valor a menos que lo aceptemos, lo asimilemos y avancemos. El consejo es muy poderoso si lo adaptamos a nuestra vida.
El consejo que recibimos podría no funcionar para otros, ya que el consejo es muy personal; es dado generalmente por alguien a quien le importamos. Sin embargo, no tiene por qué proceder sólo de alguien a quien conocemos o que esté vivo. También puede venir de alguien que vivió hace más de cien años; tal vez una cita de William Shakespeare o de alguien más que vivió en el pasado.
Nosotros y sólo nosotros podemos aceptar y adaptar el consejo para nuestro bienestar. Los tres mejores consejeros de mi vida fueron gente a la que le importé, sin saber que iban a causar una diferencia en mi vida. Sólo por ser quienes somos ocasionamos la diferencia en la vida de otros.
Cuando hacemos un compromiso, ¡hacemos una diferencia en la vida de otros!  Si no nos podemos dar efectivo, al menos démonos crédito por estar aquí y ser quienes somos.
El primer trocito de consejo que debemos adaptar diariamente es: “¡Mantengámonos cerca de Dios!”
El segundo consejo es: “Necesitamos saber que estamos en control de nuestro destino”.
El tercer consejo es: “¡No es lo que no sabemos los que nos lastimará, sino lo que creemos que sabemos sin ser así!”
Pensemos en los consejos que hemos recibido durante nuestra vida y enfoquémonos en aquellos que hemos abrazado en nuestro corazón y que nos han ayudado mientras crecíamos.

Esta reflexión está cargada de cierto sentido común, aunque este no es muy corriente. Es sabio resaltar que los consejos, aunque sean buenos, no sirven de nada si no los aceptamos. Por otro lado, debemos saber identificar tres magníficas perlas de sabiduría que bien haríamos en no sólo abrazar, sino aplicarlas de manera diaria. Pero, este último consejo, el de abrazar e implementar o aplicar, tampoco nos hará bien alguno a menos que no lo tomemos para nosotros mismos… ¡somos nosotros los que tenemos la última palabra!  

Por fe y no por vista - Devocional - Vídeo

¿Por qué será que nos cuesta trabajo creer lo que no vemos? A veces parece imposible creer que cuando nos estén yendo mal las cosas, éstas pueden cambiar.
A veces somos tan pesimistas que rozamos la incredulidad total, se nos olvida que nosotros nos movemos en un ambiente sobrenatural y que quien tiene la última palabra para todo es Dios.
El Apóstol escribía a los Corintos:“porque por fe andamos, no por vista” 2 Corintios 5:7 (Reina-Valera 1960); en otra versión un poco más entendible dice: “Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos.” 2 Corintios 5:7 Nueva Traducción Viviente (NTV).
Estas frases del Apóstol Pablo resumen lo que es la vida cristiana: una vida de FE.
¿Qué es lo que te cuesta creer que Dios sea capaz de hacer? ¿Qué es lo que te hace pensar que lo que a ti te pasa no le interesa a Dios? ¿Por qué miras todo de forma negativa?
Quiero que recuerdes que nosotros andamos por fe, no por vista, es decir, que no nos basamos sólo en lo que vemos, sino en lo que creemos.
¿Tú crees que Dios es capaz de sacarte de ese estado?, entonces, si eres capaz de creer, debo decirte que estás a punto de verlo.
¿Tú crees que Dios es capaz de realizar ese milagro que estás esperando?, si lo crees, entonces debes tener la certeza de que Dios actuará de alguna forma.
¿Tú crees que Dios es capaz de solucionar ese problema que te quita el sueño?, si lo crees, entonces estás más cerca de ver esa solución.
Es hora de comenzar a creer no basándonos en lo que nuestros ojos ven, sino en lo que no vemos en ese momento, pero que sabemos y creemos que Dios puede hacer.
La verdadera fe se basa en esperar con convicción y certeza que las cosas ocurran, no dudando, sino creyendo en lo que no veo pero sé que veré.

¿TE ANIMAS A CREERLE A DIOS? ¡YO SÍ!

No lo permitas… - Ánimo en mensaje


Hace unos pocos días, tuve una experiencia no muy agradable que no quiero recordar, en absoluto, especialmente; sin embargo, tuvo el poder de inspirarme estas líneas, porque me remeció internamente.
Siempre he tenido la visión de que no podemos hacer “leña del árbol caído”, y que cuando nos enfrentamos a ciertas situaciones, debemos hacer el mayor esfuerzo por no olvidar que, desde afuera la situación se ve muy distinta a lo que realmente es. Por lo tanto, es necesario que desarrollemos una empatía mejor y dejemos atrás los juicios y prejuicios. Lo anterior parece sonar más fácil de lo que realmente es.
No me cabe la menor duda de que como yo, tú también debes haber cometido muchos errores; tal vez te relacionaste con la gente equivocada y eso trajo para ti una mala reputación, o bien, tuviste una seguidilla de rupturas amorosas que te hacen ver como alguien inestable y poco serio; no lo sé, pueden ser tantas las cosas en las que pudimos habernos equivocado y que, a vista de quienes nos observan, pueden verse como lo más terrible del mundo. Y claro, en algún momento cuando nos equivocamos, cuando sentimos que nos fallamos a nosotros mismos, es muy probable que también tengamos una visión poco benigna de nosotros y nos juzguemos con gran severidad. Pero otra cosa es que alguien que no sabe nada de tu vida, te señale con el dedo y llegue incluso a hacer comentarios alusivos a tu “moral”.

Lo anterior me hace pensar, que no podemos permitir que nadie nos haga sentir como Cristo jamás nos ha hecho sentir. El Señor, siendo quien es, tendría todo el derecho y poder para hacernos sentir avergonzados de nuestro pasado, de nuestra antigua vida, pero Él no lo hace, y no lo hace no porque no lo “merezcamos”, sino porque Él es pura gracia. Él nunca te hará sentir lo que realmente eres, porque te ama tanto que decidió vivirlo por ti. Si Él no te pide que le rindas cuentas por tu pasado, con sus errores y sus aciertos, nadie puede pedirte entonces que lo hagas, ni mucho menos que tengas que pedir perdón por decisiones que ya tomaste y que ya dejaron su huella.

Cuando vuelvas a relacionarte con alguien, de la forma que sea, no olvides lo mencionado anteriormente: Nunca permitas que alguien te haga sentir como Cristo nunca lo ha hecho ni tampoco lo hará; tal vez tú no eres perfecto, o perfecta, pero si Dios no te juzga ¿por qué alguien más puede hacerlo? Deja que el que empezó la buena obra en ti la termine, hasta el punto en que seas un reflejo de Cristo vivo.

Clint y John - La historia de una relación entre Dios Padre y nosotros - Vídeo

Me llamo Clint y conocí a John durante un viaje pastoral a un país de África, concretamente a Kenia. Realmente hermoso este país. Este John era, y es, un personaje realmente pintoresco. Tenía muchísimas experiencias en su vida. Por suerte vivió mucho. Había, no obstante, algo en él que me intrigaba. Algo ocultaba que recientemente le sucedió. Me hice amigo de él a sabiendas que mi intención inicial era saber qué era lo que guardaba para sí. Era un secreto solamente compartido con Dios. Con nadie más. Pretendí, entonces, que adquiriendo confianza, poco a poco, me contara aquello guardado en su corazón. Los dos éramos ministros de la Iglesia Evangélica Bautista, y no tardé mucho en que nuestra confianza mutua hiciera viable que me contara qué le sucedió.
Resulta que un día había quedado con su hijo al cual no veía desde hacía bastante tiempo. Él contaba, ya, con 23 años. Era mayor de edad por consiguiente. Y también era mayor de edad cuando tres años antes participó en la demanda civil en la que figuraba como testigo contra su padre, contra John. No solamente eso, sino que una vez que la parte demandante perdió el juicio por mentirosos, abusadores y por la falta absoluta de pruebas, recurrieron la sentencia. ¡¡¡Sin comentarios!!! Naturalmente, John, ganó el juicio, amén de por la total falta de pruebas, porque en el mismo declaró que no sentía ningún miedo ya que su mejor amigo, Dios, estaba con él. Y además tenía junto a él la Biblia, la palabra de Dios. Al decir esto se acabó el juicio y lo ganó. Decía que, como consecuencia de todo, la relación con su hijo quedó rota. No existía, entonces, comunión ninguna entre los dos. Igual que como cuando pecamos nos apartamos de Dios. Entonces se produce un cortocircuito en nuestra comunión con Él. Hasta que reconocemos nuestro error y le pedimos perdón sentidamente. Esa era su pretensión con su hijo aquel día que quería hablar con él. Pero ya desde el principio quedó claro que iba a ser imposible porque su hijo, no solamente no reconoció su equívoco sino que lo único que pretendía era hacer culpable a su padre de su toma de decisiones. Decía cosas como que era totalmente imperdonable su actitud, etc. ¡¡¡Uff!!! Difícil solución tiene esto, se dijo John, que quiso aprovechar el tiempo, apartándose de su intención inicial de arreglo, para hacer lo posible para que su hijo se acercara cuanto menos a Dios. Otra misión nada posible en ese momento, más si cabe cuando su hijo calificó eso de “paparruchas e inutilidades”. John aguantó lo inimaginable. En consecuencia, la reunión acabó como antes de empezar. Sin solución ni visos de arreglo, salvo cuando Dios lo considere oportuno.
Estaba sufriendo lo indecible. Era algo insufrible recordar todo lo que pasó, cuando John reparó en: “Cuando no puedas sobrellevar tu carga cuéntaselo a Dios y Él te ayudará”. Y eso hizo entonces. Humildemente le contó a Dios lo que le había pasado, que no podía más, que necesitaba su ayuda y que delegaba en Él, delegaba en su poder, para que cuando lo considerase oportuno solventara el problema. Y eso fue el mayor acierto que cometió ese día. Fue lo más indicado y lo que constantemente leemos bíblicamente: “Dios siempre estará contigo. Cuando con fe le pidamos ayuda y le digamos "Dios, te necesito", Él siempre estará presto para ayudarnos, para ayudar a sus hijos”.