sábado, 18 de mayo de 2013

Esperaré en su Palabra - Reflexión - Vídeos

“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cuál me has hecho esperar” Salmo 119:49
Cualquiera que sea la necesidad que pueda tener hoy en mi vida, siempre podré encontrar una promesa en la Palabra de Dios, que fácilmente puede adaptarse a esa necesidad.
Si me siento sin fuerzas y cansado, encuentro una promesa como esta: Él da fuerza al cansado y aliento al de poco ánimo. Cuando leo una promesa como ésa, siento el respaldo no solamente de la misma, sino de aquel que la dio.
Si me siento solo y abandonado, Él me dice: No te dejaré, ni te desampararé, y esa promesa me hace recordar a quien la dijo. Sé que Él no miente.
Sé que Él jamás dice algo que luego no cumple, Dios siempre cumple todo lo que promete.
Si hoy tengo hambre de Dios, deseo buscarle con todo mi corazón y alimentarme de su bondad, encuentro entonces está promesa…Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Con estas promesas no sólo encuentro fuerza y seguridad, sino que me hacen decir como el salmista: Acuérdate de la palabra que has dado a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.
Puedo llegar con seguridad, confianza y con mucho respeto ante el trono de su gracia y decirle, Señor, Tú lo has dicho, he creído en tu palabra y en ella he esperado, y al expresarla, mi alma se llena de confianza y seguridad.

Me siento cansado - Ánimo en mensaje


Nadie puede negar que incluso en la vida cristiana llegan momentos en los que nos sentimos cansados. Cansados quizá de esperar una respuesta, cansados de los problemas constantes que experimentamos, cansados de ser buenos y no ver los resultados que quisiéramos o cansados de tratar de hacer bien todo y pasar desapercibido para todos, incluso creemos que también para Dios.

El cansancio muchas veces puede llevarnos a alejarnos de Dios aún estando “cerca de Él”, porque no se necesita estar lejos de la Iglesia o del servicio a Dios para estar lejos de Él. Muchas veces puedes ser el mejor servidor de tu Iglesia y, sin embargo, puede que espiritualmente estés lejos de Dios.
Sentirse cansado es hasta cierto punto normal. Y a veces el mismo cansancio físico se traslada al ámbito espiritual; por ese motivo muchas veces dejamos de orar, dejamos de leer la Biblia, de congregarnos o de hacer ciertas actividades que nos alimentaban y fortalecían espiritualmente.
¿Te sientes cansado?, ¿ya no le encuentras gusto a las cosas espirituales?, ¿sientes que ya no eres el mismo? Quizá alguna de estas preguntas sea directamente para ti y seguro que es porque necesitas que Dios hable a tu vida; seguro que tienes la necesidad imperiosa de volver a aquel estado en el que te sentías muy bien delante de Dios.

¿Qué hago para volver a sentirme bien con Dios y conmigo mismo?

Primero: Debes entender que necesitas recuperar los hábitos espirituales que te alimentaban y fortalecían. Quizá digas: “Es que no puedo, siempre que lo intento no puedo”. Siendo sinceros, cuando dejamos de orar o de leer la Biblia, se nos hace más difícil volver al ritmo de oración o lectura que antes teníamos, pero eso sólo lo vamos a vencer ORANDO y LEYENDO por mucho que nos cueste. ¡HAZLO! Si no lo haces, nunca vas a forjar ese excelente hábito. La Biblia dice: “No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien.” Romanos 12:21 (Nueva Traducción Viviente).

Segundo: Reflexiona sobre el objetivo del por qué haces todo lo que haces para el Señor.  A veces nos sumergimos tanto en el servicio, que servimos a todos y olvidamos por qué comenzamos a servir. La mayoría de nosotros cuando comenzamos a servir, teníamos muy presente que todo lo que hacíamos lo hacíamos para Dios y por esa razón tratábamos de hacerlo lo mejor que podíamos y con ánimo voluntario. Sin embargo, con el transcurrir de los años, aquel objetivo se va perdiendo y de pronto nos encontramos haciendo lo que hacemos, simplemente porque lo tenemos que hacer o porque no hay otros que lo hagan, olvidando que todo lo que hacemos es para el Señor. La Biblia dice: “Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor Jesucristo y no a la gente. Porque ya saben que Dios les dará, en recompensa, parte de la herencia que ha prometido a su pueblo. Recuerden que sirven a Cristo, que es su verdadero dueño.” Colosenses 3:23-24 (Traducción en lenguaje actual). Cuando nosotros tenemos muy claro a quien servimos y por qué lo hacemos, entonces todo el panorama cambia; lejos de sentirnos cansados nos sentimos fortalecidos, porque comprendemos que Él mismo nos da la fuerza que necesitamos.

Dios quiere un altar que ministre santidad - Devocional - Vídeo

Cuando asistimos a una iglesia cristiana, por lo general quedamos impactados con la forma en que se adora a Dios en ese lugar. Es notable la diferencia que existe entre la iglesia tradicional y la iglesia cristiana en este aspecto;  podríamos decir que hay un poco más de libertad a la hora de alabar y adorar a Nuestro Padre Celestial, y qué decir de las predicaciones, totalmente diferentes; el ambiente espiritual se torna agradable para nuestra alma y obviamente, se genera un impacto en nuestro corazón.


Dios quiere un altarEs difícil decir no a Jesucristo en un ambiente como estos, resaltando, que por lo general, cuando alguien asiste a una iglesia cristiana por primera vez, lo hace con la expectativa de que allí encontrará lo que tanto anhela de parte de Dios. Sin embargo, el tiempo transcurre y si se vive una relación genuina y verdadera con el Señor, el panorama empieza a volverse distinto. No se trata ya del grupo de alabanza, ya no son los ministros o líderes, ya no son los métodos o las estrategias que utiliza la iglesia para captar tu atención, ya no es la iglesia, ahora es el mismo Espíritu Santo de Dios, llenando tu vida de amor, fuego y pasión. Todo pasa a otro nivel lleno de la Gloria de Dios.
Cuando empiezas a experimentar la Gloria de Dios, Él mismo se encarga de bajar del trono a aquellos que viven una falsa espiritualidad. Empieza el Señor, mostrándote la realidad que se vive en muchos altares de las congregaciones que dicen ser cristianas (no todas las congregaciones). Se trata de la realidad del pecado, de los ministros y líderes, que se atreven a pararse en un púlpito a ministrar la palabra de Dios, la alabanza y la adoración, mientras que su corazón está sucio y lleno de iniquidad, mientras que su mente está llena de pensamientos cautivos, mientras que su espíritu está apartado del Espíritu Santo de Dios, mientras que su alma está simplemente llena de emoción, pero no del poder y dominio propio que da el Señor, mientras que su carne está controlada por el pecado y no por Jesucristo, nuestro Redentor.

¿Cuál es el don de hablar en lenguas? - Preguntas y respuestas bíblicas

Respuesta: El primer acontecimiento de hablar en lenguas se produjo en el Día de Pentecostés; lo encontramos en el libro de los Hechos 2:1 al 4. Los apóstoles salieron y compartieron el Evangelio con las multitudes, hablándoles en su propia lengua, “¡Les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios!” (Hechos 2:11). La palabra griega traducida “lenguas”, literalmente significa “idiomas”. Por tanto, el don de lenguas es hablar en un idioma que una persona no conoce, a fin de ministrar a alguien que habla ese idioma. En 1ª Corintios capítulos 12 al 14, donde Pablo habla de dones milagrosos, comenta, “Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablase con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina?” (1ª Corintios 14:6). De acuerdo con el Apóstol Pablo, y de acuerdo con las lenguas descritas en Hechos, hablar en lenguas es valioso para aquel que escucha el mensaje de Dios en su propio idioma, pero es inútil para todos los demás, a menos que sea interpretado/traducido.

Una persona con el don de interpretar lenguas (1ª Corintios 12:30), podría entender lo que uno que habla en lenguas está diciendo, aunque no conozca propiamente el idioma que está siendo hablado. El intérprete de las lenguas comunicaría entonces, el mensaje del que habla en lenguas a todos los demás, de manera que todos pudieran entender. “Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla” (1ª Corintios 14:13). La conclusión de Pablo, en cuanto a lenguas no interpretadas es poderosa, “Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida” (1ª Corintios 14:19).

Deja ya de Acostumbrarte - Crecimiento personal-espiritual - Vídeo

Es probable que usted haya leído por Internet la reflexión: “Nos Acostumbramos”; es muy interesante, y si usted no lo ha hecho,... aquí está para Ud.:

Nos acostumbramos …
a vivir en nuestra casa y a no tener otra visión que las ventanas de alrededor.
Y como estamos acostumbrados a no tener más vistas, después nos acostumbramos a no mirar para afuera.
Y como no miramos para afuera, luego nos acostumbramos a no abrir del todo las cortinas.
Y porque no abrimos completamente las cortinas, luego nos acostumbramos a encender más temprano la luz.
Y a medida que nos acostumbramos, olvidamos el sol, olvidamos el aire, olvidamos la amplitud.
RutinaNos acostumbramos…
A despertar sobresaltados porque se nos hizo tarde.
A tomar café corriendo porque estamos retrasados.
A comer un sándwich porque no nos da tiempo para comer a gusto.
A salir del trabajo tarde.
A cenar rápido y dormir con el estómago lleno, sin haber vivido el día.
Nos acostumbramos…
A esperar el día entero y oír en el teléfono: "hoy no puedo ir".
A sonreír a las personas sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorados, cuando precisábamos tanto ser vistos.
Si el trabajo es duro, nos consolamos pensando en el fin de semana. Y peor aún, hacemos pesado el trabajo a los demás, vivimos de las críticas destructivas y de la siembra de la discordia, hablando negatividad sin argumento alguno.
Y si el fin de semana no tenemos mucho que hacer, nos vamos a dormir temprano y nos acostumbramos a quedar satisfechos porque siempre tenemos sueño atrasado.
Nos acostumbramos a ahorrar vida porque, despacito, poco a poco, igual se gasta, y una vez gastada, por estar acostumbrados, nos perdemos de vivirla.
Alguien dijo: La muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja.