domingo, 5 de mayo de 2013

Carta de un necesitado - Devocional - Vídeo

Señor, ¡cuánto te necesito! Puedo notar fácilmente lo lejos que me encuentro de ti y lo triste que me siento. Yo no quisiera estar así y a veces he intentado buscarte, sin embargo el cansancio o la rutina me hace desistir en mis intentos.

El otro día noté lo muy necesitado que estaba; cuando alguien me habló de una forma incorrecta, respondí de la forma en la que menos pensaba hacerlo. Mi vocabulario está cambiando y esa es señal de que me estoy alejando de ti.

Ese día reaccioné de una forma inadecuada para algo tan sencillo de tratar; dejé que mis impulsos gobernaran mis acciones y me di cuenta, de que ya no soy tan manso como solía ser cuando pasaba tiempo a solas contigo y mi carácter mejoraba; sin embargo, ahora me he dejado dominar por mis impulsos y ellos me hacen reaccionar no como tu hijo, sino como un total desconocido.

¡Ay Señor! ¡Cuánto te necesito! A veces he orado y no te he sentido; sé que estás siempre allí, sin embargo mi mente me hace pensar que no merezco tu presencia y muchos menos que inclines tu oído para escuchar mi oración.

He tratado de leer tu Palabra y ya no siento el mismo gusto que sentía antes, a veces creo que lo sé todo, que no hay nada que pueda aprender o que alguien me pueda enseñar.. ¡Ay Dios! ¡Cuánto te necesito! He perdido mi humildad, he dejado de ser como un niño para convertirme en un “adulto” sabelotodo.

Te sirvo Señor, y sin embargo siento que no lo hago con la misma intención de antes. Recuerdo cuando oraba antes de cada servicio, recuerdo cómo me preparaba tan minuciosamente, recuerdo lo importante que era para mí hacer el trabajo que me habías encomendado, sin embargo me miro hoy en día y me doy cuenta que lo hago sólo por hacerlo, que todo se ha convertido en una rutina y he dejado escapar aquella pasión que un día existió en mi corazón por hacer tu obra.

Dilo todo - Ánimo en Mensaje

En verdad, me considero un ser humano bastante peculiar. Muchas veces me pregunto si Dios tuvo la paciencia de crear a alguien como yo, para acompañarme toda la vida. Me autoconvenzo  diciéndome que sí, pero la verdad es que esa es una de mis grandes pruebas de fe.

Dentro de las excentricidades de mi personalidad está la necesidad de comunicar TODO lo que estoy sintiendo y/o pensando. En ocasiones, cuando no puedo decírselo directamente a mi interlocutor, escribo casi testamentos en donde trato de comunicar con el mayor detalle posible lo que quiero manifestar, aunque otras veces no lo digo claramente. Sin embargo, aún tengo cosas urgentes que decir y que no he podido comunicar. No he podido comunicarlas por temor, por orgullo, por vergüenza, por timidez, por sentir que no es el momento apropiado, porque creo que ya no tiene sentido decirlas, pero la verdad no es así. Tener algo pendiente que decir es como tener que hacer un trámite con un plazo final de término y posponer, posponer y posponer la acción. 

Eso te genera ansiedad, preocupación e incluso sensaciones físicas como temblores, dolor de estómago, sudoración de manos, taquicardia, falta de aire y una lista aún más larga de síntomas que tú y yo en más de una ocasión hemos experimentado.

Pienso en cuando era niña. Escribirle a los Reyes Magos era tan sencillo, les contaba lo bien que me había portado y expresaba CLARAMENTE qué era lo que deseaba de regalo para esa navidad. Nunca me planteé si los Reyes tendrían problemas de presupuesto o si se aburrirían con mi carta, yo sólo manifestaba lo que quería y punto.

Si crees que lo sabes todo, es difícil aprender algo - Crecimiento personal-espiritual - Vídeo

“Hace mucho tiempo, Dios habló muchas veces y de diversas maneras a nuestros antepasados por medio de los profetas. Y ahora, en estos últimos días, nos ha hablado por medio de su Hijo.”
Hebreos 1.1-2
Escuché a un hombre de montaña decir, “Si crees que lo sabes todo, es difícil aprender algo.”
Todos tenemos nuestra manera de pensar, maneras arraigadas en nosotros desde el nacimiento. De hecho, desarrollamos autopistas neurológicas que nos dificultan aún más pensar de diferente forma.
De igual manera, nuestras creencias están arraigadas en nosotros. Hacemos las cosas de cierta manera, creemos ciertas cosas y en cierto sentido,... ¿sabemos lo que hacemos?.
Pensar cosas nuevas, creer en nuevas cosas y aprenderlas, todas requieren de intenciones por nuestra parte.
El libro de Hebreos fue escrito por un grupo de gente de arraigadas y profundas maneras de pensar y  creer. Ellos tenían miles de años de generaciones y cientos de años de tradiciones que definían quienes eran.
Jesús redefinió mucho de eso, y en el libro de Hebreos leemos muchas explicaciones y enseñanzas sobre cómo se reestructura todo. Algunas personas pudieron aprender y reestructurar sus paradigmas, pero otros no. Los que pensaron “ya lo sé todo”, se perdieron el regalo más grande, una relación sin obstáculos con su Creador.
A veces es difícil aprender cosas nuevas. No sabemos si es por miedo a fracasar, por orgullo o simplemente por ignorancia, lo que nos impide hacerlo.
Todos tratamos con esto en algún proceso. Todos, en algún momento, pensamos, “Ya sé como hacer esto”, o “Sé más que aquella persona; entonces, ¿por qué me está enseñando?” Cuando pensamos así, nos perdemos mucho.
No actúes como si lo supieras todo. Cuando se te presente la oportunidad de aprender, cierra tu boca, escucha y aprende.
Dios quiere cultivar en ti una persona dinámica, pero eso exige que aprendas y desarrolles. No es que no sepas nada, es que no lo sabes todo.

Patito feo - Devocional

Todos conocemos, aunque sea a grandes rasgos, el famoso cuento escrito por el danés Hans Christian Andersen en 1843. Un huevo de cisne, que por esos intrincados caminos de la vida, va a parar por error a una granja de patos. Cuando todos los huevecitos eclosionan, las diferencias no tardan en aparecer. Obviamente, el cisne parece ser el más feo, torpe, grande y desproporcionado en comparación con sus “hermanitos” los patitos. Y es que evidentemente es un ser distinto.
El rechazo, el "aparteid", la indiferencia del resto del grupo, se hacen más y más crudos y vehementes, inclusive su propia “mamá pata” le vapulea por ser como es. Triste, apartado y solitario, logra verse en el espejo de agua de un estanque y su figura, distorsionada por el movimiento del agua, le hace sentir un ser realmente feo y abominable. Una mamá cisne pasa por allí en ese momento, reconoce en él a la bellísima ave que será algún día cuando crezca, y le adopta en su familia con amor y ternura de madre. Es así como el “patito feo” se va con su nueva familia, alegre y feliz, ante el asombro de los patos, que antes le prodigaron todo tipo de desprecios y ahora son la parte fea de la historia.
Los primeros destinatarios del cuento fueron los niños, con la intención de proporcionarles un mensaje que les ayudara con su autoestima y a resolver sus diferencias, pero es triste decir que hoy es una penosa realidad, tanto en los niños como entre los adultos de hoy, e incluso dentro de ciertos grupos y comunidades denominadas “cristianas”.

Palabras de triunfo: ¡Consumado es! - Vídeo

Estas palabras fueron pronunciadas por Él con mucha intensidad. Nuestro Señor quería llamar la atención de todos los que estaban a su alrededor. Acababa de comenzar una nueva etapa en la vida de la humanidad. El hombre había sido redimido con la sangre preciosa del cordero de Dios.
Para sus discípulos fueron palabras de derrota. La idea del Cristo muerto a manos de sus enemigos iba totalmente en contra de sus expectativas, y cuando sus discípulos escucharon el reporte de Juan, lo hicieron en silencio, con los ojos en el suelo, como si les hubieran echado un balde de agua fría. Nadie se movió, nadie dijo nada, me los imagino moviendo la cabeza como diciendo, ¿eso es lo que hemos logrado con todo lo que hemos hecho?, ¿valió la pena el sacrificio? ¡Qué tristeza embargó el corazón de los discípulos! No estaban aún preparados suficientemente, para saber la grandeza del momento que acababan de presenciar.
Para sus enemigos fueron palabras de rendimiento. Satanás saboreó su triunfo en la cruz de Cristo y creyó haber destruido el plan de Dios para la salvación de los hombres. Los judíos tuvieron gran parte de culpa y los soldados romanos fueron los que pusieron los clavos a Jesús en la cruz. Pero el que tomó todo el crédito por la muerte de Cristo fue el diablo, que crucificó al Señor de la gloria. Se había cumplido la profecía dada en Génesis 3:15: esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el calcañar. Satanás estaba convencido de que había sido el triunfador; que había derrotado al Señor y que el plan de Cristo había fracasado.
Para Dios, el Padre, fueron palabras de cumplimiento. Durante cientos de años, ríos de sangre habían corrido desde el altar de Dios. Sin embargo, el precio del pecado nunca se había pagado. La obra de los sacerdotes había sido imperfecta. Cada día que pasaba, traía nuevos pecados y con él nuevas demandas de sangre. Pero la Biblia enseña que lo que miles de sacrificios de animales no pudieron hacer, nuestro Señor lo pudo hacer con UN SOLO SACRIFICIO, HECHO UNA VEZ Y PARA SIEMPRE.