Cuando nos detenemos a pensar en todo esto, podemos concluir en que cada vez necesitamos más de Dios, y que es esta la verdadera necesidad que todo ser humano posee; no es la del conocimiento científico, la de la evolución tecnológica, la del dinero o los bienes, no es la del tener o del saber, es la del ser, y ser como Dios quiere y no como la sociedad nos exige que seamos.
Se supone que de todo lo anterior ustedes son testigos; lo que sí parece irónico, es que sabiendo cuál es nuestra verdadera necesidad, sigamos envueltos en lo que el mundo ha diseñado como estrategia, para solucionar o minimizar cada una de las problemáticas mencionadas. Es decir, nuestra principal prioridad es llenarnos de Dios, de su conocimiento y de su sabiduría, porque es de la única manera que podremos resistir a los embates de éste mundo, cuyo príncipe sabemos perfectamente quién es, “Satanás”. Por lo tanto, el pueblo de Dios debe estar sometido al único conocimiento que da vida y que realmente, nos ayuda a crecer cómo Dios quiere que lo hagamos; sin embargo, muchos creyentes otorgan mayor eficacia a métodos y teorías psicológicas o de otra índole similar, que al mismo conocimiento de Dios, sabiendo perfectamente que Él es el dueño de la sabiduría, Soberano y Poderoso, el único que tiene la medicina y el tratamiento efectivo para erradicar cualquier tipo de problemática.