-Oh rey, ¿cómo es que tiene tanta prosperidad? En este palacio no se ve más que oro y cosas valiosas.
-Yo te voy a mostra el secreto de mi éxito, pero te voy a pedir que recorras todo el palacio. Eso sí, quiero que vayas con esta vela encendida y si, cuando regresas, después de finalizar todo tu recorrido, esta vela llega apagada, te decapito.
Al hombre le cambió el rostro, su sonrisa ya no existía. Tomó la vela y entró en cada sala del palacio con gran miedo por su vida.
Al finalizar, después de varias horas, llegó ante el rey, que le abrazó y dijo:
-Sólo he tenido ojos para mantener la llama sin que se apague.
-Ese es el secreto de mi éxito, respondió el rey, mantener la llama encendida.
¡Qué linda anécdota! Hay algo que nunca debemos permitir que se apague en nosotros y es el entusiasmo por mantener encendido el fuego de Dios en nuestros corazones. La pasión es la tarjeta de invitación, la única que Dios acepta para entrar a su hogar.
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti”
Si no somos llenos del Espíritu Santo nos rutinizamos. La llenura te saca de la rutina y te empuja a más. Algunos venimos en “Pausa”, pero el Espíritu Santo nos pone en “Play”. La gente te pone en pausa-mute y apagado; ¡pero el Espíritu Santo te pone en “Play” siempre!
NO APAGUEMOS AL ESPÍRITU SANTO; Si Él es como el fuego, le tenemos que arrimar leña. El Espíritu Santo viene caliente pero nosotros a veces lo apagamos y se enfría, entonces le tenemos que agregar alabanza, adoración, congregación.... Muchas veces se dice que cuando la gente no está concurriendo a la iglesia, es porque está apartada de Dios; más bien la gente se enfría. Por eso es necesario que procuremos mantener el fuego encendido, eso se verá en nuestras actitudes, más que en nuestras palabras.