martes, 26 de febrero de 2013

¿Tienen que obedecer los cristianos, la ley del Antiguo Testamento? - Preguntas y respuestas bíblicas - Antiguo Testamento Vs. Nuevo Testamento ¿Cuáles son las diferencias? - vídeo


¿Tienen que obedecer los cristianos, la ley del Antiguo Testamento?


Respuesta: La clave para entender este punto es saber que la ley del Antiguo Testamento fue dada a la nación de Israel, no a los cristianos. Algunas de las leyes se hicieron para que los Israelitas supieran cómo obedecer y agradar a Dios (por ejemplo los Diez Mandamientos); algunos de estos eran para mostrarles cómo adorar a Dios (el sistema de sacrificios), otros simplemente, para hacer a los Israelitas diferentes de otras naciones (las reglas de alimentación y vestimenta). Ninguna de las leyes del Antiguo Testamento es aplicable a nosotros hoy. Cuando Jesús murió en la cruz, puso fin a la ley del Antiguo Testamento (Romanos 10:4; Gálatas 3:23-25: Efesios 2:15).

En lugar de estar bajo la Ley del Antiguo Testamento, estamos bajo la ley de Cristo (Gálatas 6:2), esto es, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Si hacemos estas dos cosas, estaremos cumpliendo con todo lo que Cristo quiere que hagamos, “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1ª Juan 5:3). Técnicamente, aun los Diez Mandamientos no son aplicables a los cristianos. Sin embargo, nueve de los Diez Mandamientos están repetidos en el Nuevo Testamento (todos, excepto el mandamiento de observar el Día de Reposo). Obviamente, si estamos amando a Dios, no estaremos adorando a otros dioses o adorando a ídolos. Si estamos amando a nuestros vecinos, no estaremos asesinándolos, mintiéndoles, cometiendo adulterio contra ellos, o codiciando lo que les pertenece. De manera que no estamos bajo los requerimientos de la ley del Antiguo Testamento. Debemos amar a Dios y a nuestros vecinos. Si hacemos aquellas dos cosas fielmente, todo lo demás va a estar en su lugar.

Al publicar esta entrada, un sinfín de dudas y preguntas asaltaron mi mente. Ahora lo tengo claro, y con el objetivo de que Udes. también lo tengan, que no tengan dudas, les publico la siguiente pregunta y respuesta. Muy clarificadora, por cierto, del valor del A.T y su relación con el N.T.

¿Dónde escondiste tus talentos? - Devocional

Las dispares y frecuentes situaciones difíciles de la vida, llevan a olvidar lo que se tiene; al darle importancia a lo que nos falta, no nos percatamos de que cada una de las cosas que tenemos por talentos tienen un valor especial, ya sea porque fue algo que nos costó trabajo y tiempo conseguir o simplemente porque tuvimos que pasar por muchas cosas antes de llegar a ellas.
Pero sucede que, con el tiempo, aquello que un día disfrutamos hacer, simplemente parece que se nos olvidó, que le perdimos el gusto, que decidimos dejarlo de lado, olvidarlo y ponerlo en el cajón de los objetos de menos valor.Tenemos muchos argumentos, que en realidad a veces sólo son pretextos, que nos hacen olvidar la verdadera razón por la que esos talentos llegaron a nuestras manos.
Un talento es una semilla que Dios deposita en ti con el fin de que la cuides y se desarrolle, deseando que la hagas crecer y produzca algo; Dios siempre está esperando algo de nosotros. Dejando a un lado tus condiciones sociales, personales, físicas o económicas, Él vio un potencial en tu vida que le hizo interesarse en invertir en ti, pero en ocasiones, como que parece que a ti no te interesan; para ti no tienen mucha importancia, y has terminado por enterrar tus talentos debajo de las montañas de problemas y preocupaciones.
Tú tienes al menos un talento que te fue dado no por tu vida, no por tus méritos, sino por regalo de Dios. Tal vez las cosas que has vivido han hecho que olvides que posees cualidades muy importantes, tal vez las personas que te criticaron te hicieron dudar de tus capacidades, y corriste a esconder tus talentos tan profundamente como pudiste, pero lo que no puedes esconder ni ocultar es que Dios te los dio con un propósito, y si fue Él quien te los dio, a Él es a quien tienes que rendirle cuentas; es a Él a quien te debes y no a los comentarios ni a las circunstancias.

Lo Que Tienes En Tu Mano - Crecimiento personal-espirirtual

Antonio vivió en Cremona, Italia, durante el siglo 17.
Cremona era una ciudad musical, por lo tanto, su elemento característico y vital era cantar y tocar.
Antonio anhelaba ser reconocido por familiares y amigos al vivir precisamente en Cremona, pero había un problema.
No gozaba de buena voz, y cuando intentaba cantar, era objeto de risas por parte de sus amigos. En su anhelo de honrar a Cremona, intentó tocar el piano y el violín, pero tampoco lo logró. Había allí buenos músicos, de gran nivel.
Parecía no tener fibra musical. Lo único que Antonio podía hacer con elegancia, era tomar un pedazo de madera y tallarlo y allí si parecía tener suficientes habilidades. Pero, ¿de qué sirve un tallador de madera en una ciudad de músicos?
Antonio se encontraba un día sentado a la orilla de la calle, mientras sus amigos tocaban y cantaban. La gente que les veía y oía cantar, lanzaba algunas monedas para recompensar su actuación.
Ese preciso día, un caballero se detuvo y les pidió a los jóvenes que tocaban, que repitieran una de las canciones. Cuando ellos finalizaron de tocar esa pieza musical, el hombre les dio una moneda. Era una moneda de oro. Mucho dinero en ese tiempo.
El hombre que les sorprendió era Amati, el mayor fabricante de violines de toda Italia.
Antonio, al saber quién era ese hombre, decidió que él también podía llegar a ser un día fabricante de violines. El día siguiente, Antonio fue al taller de Amanti y le rogó que le permitiera trabajar con él como aprendiz. Durante varios años, Antonio aprendió todo lo que pudo de su maestro fabricante. Su mente no imaginó cuánto sería conocido en los años venideros por su trabajo en madera.
El apellido de Antonio era Stradivarius.  El fabricante de los violines más afamados y caros. Hasta el día de hoy, lograr un Stradivarius es toda una riqueza.
¿Puedes imaginarlo? De tallador de trozos de madera a fabricante de los violines más caros en la historia musical del mundo.
¿Sabes?, ¿amigo/a?, lo que tienes en la mano en bruto podría ser el don (bruto), que Dios puso en tu mano para crear lo que puede marcar la diferencia. No busques ser cantante cuando lo que llevas dentro de ti es fabricar lo que acompaña al cantante.
Los que se ríen hoy de ti, podrían quedar con la boca abierta mañana, cuando vean que entendiste que lo tuyo no era cantar, sino crear para impactar.
Ya tienes lo que te puede lanzar al espacio de la conquista, de la victoria. Lo que necesitas, es ver lo que Dios ya te entregó para que lo use a la manera de Él y el tiempo de Él.

El Violinista - Talentos - Vídeo

Esta historia es sobre un hombre que reflejaba en su forma de vestir la derrota, y en su forma de actuar la mediocridad total. 

Ocurrió en París, en una calle céntrica aunque secundaria. Este hombre, sucio, maloliente, tocaba un viejo violín; sobre el suelo estaba su boina, depositada ahí con la esperanza de recaudar algunas monedas para llevar a casa.

El pobre hombre trataba de sacar una melodía, pero era del todo imposible identificarla debido a lo desafinado del instrumento, y a la forma displicente y aburrida con que tocaba ese violín.

Un famoso concertista, que junto con su esposa y unos amigos salia de un teatro cercano, pasó frente al mendigo musical.

Todos arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan disonantes. Y no pudieron por menos que reír de buena gana.

La esposa le pidió al concertista que tocara algo. Pero su marido echó una mirada a las pocas monedas que había en el interior de la boina del mendigo, y decidió hacer algo.

Le solicito el violín, afinó sus cuerdas, y con gran maestría arrancó una melodía fascinante del viejo instrumento. Los amigos comenzaron a aplaudir y los transeúntes comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo.

Al escuchar la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto había una pequeña multitud escuchando el extraño concierto.

La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes de todas las cuantías. Mientras, el maestro sacaba una melodía tras otra con mucha alegría.

El mendigo musical estaba aún más feliz al ver lo que ocurría y no cesaba de dar saltos de contento y repetir, orgulloso, a todos: "¡¡Ese es mi violín!! ¡¡Ese es mi violín!!".

La vida nos da a todos "un violín". Son nuestros conocimientos, nuestras habilidades y nuestras aptitudes. Y tenemos libertad absoluta para
 tocar "ese violín" como nos plazca.


Algunos, por pereza, ni siquiera afinan ese violín. No perciben que hay que prepararse, aprender, desarrollar habilidades y mejorar constantemente aptitudes si tenemos que ejecutar un buen concierto.

Desgraciadamente, muchos no permiten dejarse afinar por el Señor, no quieren saber de Él, se conforman con sonar desafinados. Pretenden una boina llena, pero entregan una discordante melodía que no gusta a nadie

Tenemos que aprender, tarde o temprano, que los mejores lugares son para aquellos que no solamente afinan bien ese violín, sino que también aprenden con el tiempo a tocarlo con maestría.
Nosotros, como cristianos e instrumentos de Dios, debemos llevar el compás y los tiempos en la melodía que Dios anhela que toquemos. Él anhela que cada instrumento suyo esté afinado de la mejor forma y que se sepan llevar los tiempos de la música que espera escuchar.
El odio y el rencor no dejan entonar la nota del amor.
El egoísmo y la avaricia no permiten que las notas de la ayuda y misericordia suenen a plenitud. 
La nota de la enemistad opaca a la de la amistad
La nota de la humildad es desafinada por la de la murmuración y la altanería. 
Muchas cosas desafinan en nuestra vida, notas que muchas veces creemos que no son importantes, pero que sin duda están desafinando la melodía de nuestra vida hacia a Dios.

¿Cuán afinados estamos?, ¿Por qué permitir que las notas malas arruinen nuestra melodía?  Es momento de llegar delante del Director Musical de nuestra vida y pedirle que cambie las cuerdas que tenga que cambiar, que apriete las cuerdas que tenga que apretar, porque realmente anhelamos entonar la mejor melodía, que vaya dirigida especialmente hacia Él.


http://www.pixelydixel.com/2011/05/el-bolero-de-ravel-en-la-estacion-central-de-copenhague-flashmob.html


El milagro de un dólar con once - Mensaje - vídeo

EL MILAGRO
Tess era una niña precoz de 8 años. Un día escuchó a sus padres hablar de que su hermanito estaba muy enfermo, que sólo una operación costosísima podría salvarle la vida, pero que no tenían dinero; incluso pensaban cambiarse de casa   porque no les alcanzaba para pagar las facturas médicas y la hipoteca. Además, había escuchado a su padre decir: “Sólo un milagro puede salvarle.”
La niña fue a su cuarto y sacó su hucha llena de monedas. Vació todo su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente.  Luego salió, y caminando 6 manzanas llegó hasta la farmacia del pueblo. Esperó pacientemente su turno. El farmacéutico parecía muy ocupado con un cliente. Tess sacó una moneda y golpeó el mostrador.
“¿Qué deseas?- le preguntó el farmacéutico con notable indiferencia.
“Se trata de mi hermanito Andrés -le contestó- está muy enfermo; tiene algo creciéndole dentro de la cabeza. Mi padre dice que sólo un milagro le puede salvar. Así que quiero comprar un milagro…¿Cuánto cuesta un milagro?”
“Aquí no vendemos milagros, -afirmó el farmacéutico-,  no te puedo ayudar”  .
“Yo tengo el dinero para pagarlo -insistió la niña- si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta”.
En eso, intervino un hombre elegante: era el hermano del farmacéutico, quien entre otras cosas le preguntó: “¿Y cuánto  tienes?”
“Un dólar con once centavos; pero puedo conseguir más si lo necesita.”
“Qué coincidencia -dijo sonriendo el hombre- ése es justo el precio de un milagro para hermanos menores.”  Entonces tomó el dinero en una mano y con la otra cogió a la niña del brazo y le pidió que le llevara a su casa para conocer a sus padres y, obviamente, al pequeño enfermo. El hombre elegante era nada menos que el Dr. Carlton Armstrong, en su momento, uno de los mejores neurocirujanos del mundo.
La operación se efectuó de forma gratuita, y al cabo de unos meses, Andrés se hallaba de regreso en su casa recuperándose favorablemente, gracias a un dólar con once centavos, más la fe inquebrantable de una niña de ocho años de edad.
Queridos hermanos: en los tiempos modernos, los razonamientos y la lógica humana suelen conducir a muchos a dudar de los milagros de Dios, inclusive a negarlos y hasta a burlarse de esa  posibilidad. Nos hemos vuelto desconfiados, prácticos, suspicaces,  escépticos…  Preferimos reemplazar la palabra “milagro” por: “azar”, “suerte”, “coincidencia”.
Sin embargo, los milagros existen, porque Dios existe, y es el mismo Señor de ayer, de hoy y de siempre. ¿Cómo creerlo?… pues precisamente por fe: ese ingrediente básico que rompe toda lógica, todo concepto intelectual, todo razonamiento científico y humano…. Esa misma fe que  condujo a la niña del relato, a confiar en que un milagro podría costar el único dólar con once centavos que ella tenía en ese momento..

  “Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible” . (Marcos 9:23)