martes, 19 de febrero de 2013

Luz para ver - Devocional - vídeo

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”
(Salmo 119:105).
Trabajaba en la edición de unos artículos cuando sonó el teléfono de casa. Reconocí enseguida la voz del otro extremo de la línea. Un par de días antes había hablado con él personalmente. La diferencia es que su tono era menos alegre en esta ocasión. Comenzó con un saludo protocolario y luego procedió a contarme cómo se sentía en ese momento. Respetando apenas unas pocas pausas para respirar, me dijo que su iglesia no le valoraba, que su pastor no le entendía y que sus líderes no contaban con él para casi nada. Se sentía inútil, desvalorizado y miserable. Se sentía inferior, y este sentimiento era reforzado por la actitud de las personas que le rodeaban. Debo reconocer que también fue crítico consigo mismo. Recordó que en el pasado había tenido episodios de rebelión y aspereza para casi todos sus conocidos, y temía que aquellas actitudes le estuvieran pasando factura en la actualidad. Pero había cambiado mucho desde entonces, y tenía la intención de seguir mejorando.
Casi me cuelga el teléfono antes de que pudiera hablarle. Mi interlocutor tenía la única necesidad de desahogarse y, probablemente, quería evitarme el aprieto de tratar de aplicarle algún bálsamo en heridas tan mal vendadas. No obstante, le pedí que me escuchara. Aunque disponía sólo de su verdad, la que me contó, me atreví a hablarle sobre principios aplicables a una situación como esa. Durante unos minutos le hablé sobre la flexibilidad, la tolerancia, el amor, el testimonio cristiano y la aceptación en Cristo.Terminó agradeciéndomelo con gentileza, aunque noté en su voz que eran caminos que él había intentado transitar sin éxito hasta el momento. Nos despedimos prometiéndonos oración mutua, y solo Dios sabe el efecto que tendrá nuestra conversación en sus futuras actitudes y decisiones.
La llamada me dejó pensativo. El diálogo se repetía una y otra vez en mi mente. Me pregunté si debí decir ciertas cosas o si debí omitir otras. Las personas son infinitamente complejas y uno nunca sabe que está sucediendo dentro de sus cabezas. Mi conciencia se quedó tranquila al recordar mi locución. No dije otra cosa que lo que la Biblia dice de antemano. Sabía que eso es lo único que puede ayudar a una mente atormentada y a un espíritu en oscuridad. Sí, porque aquella llamada era un grito por encontrar luz y yo intenté, simplemente, compartir la llama que me alumbraba.
Muchas veces he sentido que también me faltaba cierta luz, que a mi alrededor todo se volvía brumoso. Alzaba mi antorcha para descubrir que había descuidado la llama y estaba apagada la mecha de la vela que antes irradiaba.Titubeaba al reaccionar, se me volvía aburrido el proceso de atizar otra vez la llama y me faltaba firmeza para ello. Podían pasar días enteros hasta sentir que no sólo me faltaba la luz, sino que el frío también me agobiaba. Al fin abandoné, a la fuerza, mi reticencia y, cuando lo hice, cuando decidí hacer lo correcto, hallé grato solaz bajo la luminiscencia de Su Palabra.

Hoy quiero recordar que soy un viajante en la noche más oscura de este mundo. Que a menos que lleve Su luz conmigo, los árboles me parecerán monstruosos, los obstáculos me parecerán montañas e incluso las mariposas resultarán fantasmas. Aquella llamada me recordó que sin luz no podemos ver.Tan sencillo como eso, y tan complejo como es.


Dos verdaderos Amigos - Reflexiones

Hubo una vez dos buenos amigos. Eran inseparables, una sola alma. Alguna razón hizo que sus caminos tomaran rumbos distintos y se separaron.
Uno de ellos escribió:
"Yo nunca volví a saber de mi amigo hasta el día de ayer, después de 10 años, cuando caminando por la calle me encontré con su madre. La saludé y le pregunté por mi amigo. En ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas y me miró a los ojos diciendo: murió ayer… No supe qué decir, ella me seguía mirando y pregunté cómo había muerto.
Ella me invitó a su casa, y, al llegar allí, me ofreció sentarme en la sala vieja donde pasé gran parte de mi vida; siempre jugábamos ahí mi amigo y yo. Me senté y ella comenzó a contarme la triste historia. Hace 2 años le diagnosticaron una rara enfermedad, y su cura era recibir cada mes una transfusión de sangre durante 3 meses.
-¿Recuerdas que su sangre era muy rara? 
-Sí, lo sé, igual que la tuya…
-Estuvimos buscando donadores y al fin encontramos a un señor vagabundo.
Tu amigo, como te acordarás, era muy testarudo, no quiso recibir la sangre del vagabundo. Él decía que de la única persona que recibiría sangre sería de ti, pero no quiso que te buscáramos. Todas los días decía: no le busquen, estoy seguro de que mañana sí vendrá…
Así pasaron los meses, y todas las noches se sentaba en esa misma silla donde estás tú sentado, y rezaba para que te acordaras de él y vinieras a la mañana siguiente. Así acabó su vida y en la última noche de su vida estaba muy mal, cuando sonriendo me dijo: madre mía, yo sé que pronto mi amigo vendrá, pregúntale por qué tardó tanto y dale esa nota que está en mi cajón.
La señora se levantó, regresó y me entregó la nota que decía:
Amigo mío, sabía que vendrías, tardaste un poco pero no importa, lo importante es que viniste. Ahora te estoy esperando en otro sitio, espero que tardes en llegar, pero mientras tanto, quiero decirte que todas las noches oré por ti y desde el cielo te estaré cuidando, mi querido mejor amigo.
¡Ah, por cierto, ¿te acuerdas por qué nos distanciamos?, sí, fue porque no te quise prestar mi pelota nueva. Jajaja, qué tiempos… éramos insoportables; bueno, pues quiero decirte que te la regalo y espero que te guste mucho.Te quiere mucho: tu amigo por siempre."
No dejes que tu orgullo pueda más que tú corazón…
La amistad es como el mar, se ve el principio pero no el final.

Carta de un confundido - Mensaje - vídeo

No sé en qué momento llegue aquí, a este instante en donde me siento vacío, solitario, desesperado y confundido. No sé cómo deje de pensar en Dios, no sé en qué momento le saqué de mi mente, no entiendo cómo me dejé llevar tan fácilmente.
Lo que antes para mí era prohibido se hizo normal, me acostumbré a pecar, el dolor por hacerlo desapareció poco a poco, mi mente ya no me acusa y hasta en ocasiones siento placer al hacerlo. ¡Qué ha pasado conmigo!
Era tan sensible a su presencia..., sin embargo ahora me he convertido en un insensible, no puedo sentirle, no hago nada por experimentarlo, me paro allí esperando que algo pase y no pasa nada, sé que soy el problema y sin embargo no hago nada para salir de allí.
Me encuentro en un hoyo profundo, no tengo intención real de cambiar aunque sé muy bien que estoy mal, me cansé de ser bueno, me cansé de perder aunque sé que para ganar tengo que perder, hasta en ocasiones le he cuestionado y aunque sé las respuestas y que la razón siempre la tiene Él, no sé por qué razón me hago preguntas sin sentido.
El fuego se apagó, la pasión la opaqué, el Espíritu Santo lo contristé y lo peor de todo es que soy consciente de todo y no hago nada para solucionarlo. ¡Ay de mí! ¡En quien me he convertido!
¡Lloro de pena! ¡Lloro de dolor! ¡Lloro al recordar lo que era y lo que ahora soy! ¡Cómo pude llegar a esto! ¡En qué momento pasó! ¡Ay de mí! ¡Pobre de mí!
Hoy en verdad quiero comenzar de nuevo, y aunque no tengo deseos de hacerlo, ¡tengo que hacerlo! No me gusta ser quien soy; aunque a mi carne le agrade, mi espíritu no se conforma.
Dentro de mí sé que no he nacido para esto, no es lo mío vivir así. Dios me señaló para ser uno de los suyos, para hacer la diferencia, para vivir con pasión, para llevar a cabo su obra, para cumplir sus planes; por eso y más, ¡tengo que salir de aquí!
¿Cómo hago si no tengo deseos de hacerlo?, ¿cuál es la clave para salir de aquí?, porque lo he intentado en otras ocasiones y no lo he logrado; sin embargo, hay algo dentro de mí que me dice que esta vez si podré, entonces me pregunto,¿por qué esta vez si?, y una dulce voz me susurra al oído y me dice: “Porque esta vez, yo seré en ti y no te soltaré” y rápidamente viene a mi mente un versículo que siempre he recordado: “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” Josué 1:5 (Reina-Valera 1960).
Lágrimas fluyen, el dolor de haber fallado inunda mi ser, vuelvo a abrir los ojos, aquellos que había cerrado a base de pecados, y al ver, me doy cuenta de que estoy parado en el lugar equivocado, haciendo lo que nunca debí haber hecho, un arrepentimiento genuino nace en mi corazón, me postro ante Su presencia mientras lloro como un niño y le pido perdón por todo.
Un tierno abrazo se hace sentir en mi ser, un Dios Consolador acaricia mi espíritu, de pronto una determinación real nace en mi corazón, Dios me hace ponerme de pie, seca mis lagrimas, seca mi rostro, levanta mi barbilla hacia el cielo y me recuerda que soy su hijo diciéndome: “Tú eres y siempre serás mi hijo, ve y vive como tal”, mientras mi ser se llena de una fortaleza muy grande, mi mente se renueva y nuevamente vuelve a pensar con claridad, aquella pasión perdida regresa, siento ahora el fuego en mí, pero sobre todo me propongo que esto no sea momentáneo, sino permanente.
Ahora es mi tarea, ahora es mi turno, de mí depende no volver a perder aquello que poco a poco desapareció, el fuego, la pasión, el amor y el deseo de hacer el bien. Eso y mucho más es mi tarea, mantenerlo fluyendo en mi vida y no hay otra forma de hacerlo que estando cerca de Él.
No me alejaré, no me perderé, no me confundiré más, ahora viviré cerca de ti cada día de mi existencia. Cuando la duda venga, la derrotaré con la fe y cuando el deseo aparezca, lo venceré con una actitud santa de vivir para Dios.
Su fuego será mi poder, la pasión por Él mi fuerza, y mi amor hacia Él el motivo por el cual luchar cada día de mi existencia para vivir como su hijo, porque mi Padre se lo merece.

¡Adelante! ¡Tú también puedes hacerlo!


¿Es realmente la Biblia la Palabra de Dios? - Preguntas y respuestas bíblicas

Respuesta: Nuestra respuesta a esta pregunta no solamente determina cómo consideramos a la Biblia y su importancia en nuestras vidas, sino que también ésta, a la larga, va a tener un impacto eterno sobre nosotros. Si la Biblia es realmente la Palabra de Dios, entonces nosotros deberíamos apreciarla, estudiarla, obedecerla y finalmente confiar en ella. Si la Biblia es la Palabra de Dios, entonces, rechazarla es rechazar a Dios mismo.

El hecho de que Dios nos dio la Biblia, es una evidencia e ilustración de Su amor por nosotros. El término “revelación” simplemente significa que Dios comunicó a la humanidad cómo es É
l y cómo podemos tener una correcta relación con Él. Estas son cosas que no podríamos haber conocido si Dios, divinamente, no nos lo hubiera revelado por medio de la Biblia. Aunque la revelación de Dios mismo en la Biblia fue dada progresivamente durante 1500 años, aproximadamente, siempre ha contenido cualquier cosa que el hombre ha necesitado para conocer acerca de Dios, a fin de tener una correcta relación con Él. Si la Biblia es realmente la Palabra de Dios, entonces esta es la máxima autoridad para todos los asuntos de fe, práctica religiosa y moral.


La pregunta que debemos hacernos es, ¿cómo podemos saber que la Biblia es la Palabra de Dios y no solamente un buen libro? ¿Qué tiene de excepcional la Biblia para que se destaque de todos los otros libros religiosos alguna vez escritos? ¿Hay alguna evidencia de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios? Este es el tipo de preguntas que deben ser bien consideradas, si vamos a examinar seriamente la demanda bíblica de que la Biblia es la misma Palabra de Dios, divinamente inspirada, y totalmente suficiente para todos estos asuntos de fe y práctica.


No puede haber duda acerca del hecho de que la Biblia demanda ser la Palabra misma de Dios. Esto se ve claramente en versículos como 2ª de Timoteo 3:15-17, el cual dice, “…y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”

A fin de contestar estas preguntas, debemos mirar tanto a las evidencias internas, como a las externas, que muestran que la Biblia es realmente la Palabra de Dios. Las evidencias internas son aquellas cosas internas de la Biblia misma que testifican de su origen divino. Una de las primeras evidencias internas de que la Biblia es en realidad la Palabra de Dios, se la ve en su unidad. Aún cuando en realidad son sesenta y seis libros individuales, escritos en tres continentes, en tres diferentes idiomas, en un período aproximado de 1,500 años, por más de 40 autores (que vinieron de muchos caminos diversos), la Biblia permanece como un libro unificado de principio a fin, sin contradicción. Esta unidad es única a diferencia de otros libros, y es una evidencia del origen divino de las palabras, mientras Dios movió a los hombres de tal manera que registraron Sus palabras mismas.

Otra de las evidencias internas que indican que la Biblia es realmente la Palabra de Dios se la ve en las profecías detalladas, contenidas en el interior de sus páginas. La Biblia contiene cientos de profecías detalladas, referentes al futuro de naciones particulares incluyendo Israel, al futuro de ciertas ciudades, al futuro de la humanidad, y a la venida de Uno que sería el Mesías; el Salvador no solamente de Israel, sino de todo el que creyera en Él. A diferencia de las profecías encontradas en otros libros religiosos o aquellas dadas por Nostradamus, las profecías bíblicas son extremadamente detalladas y nunca han dejado de hacerse realidad. Sólo en el Antiguo Testamento, hay sobre trescientas profecías referentes a Jesucristo. No solamente fue profetizado dónde nacería y de qué familia vendría, sino también cómo moriría y que resucitaría al tercer día. Simplemente, no hay un camino lógico para explicar las profecías cumplidas en la Biblia sino por origen divino. No hay otro libro religioso con el alcance o tipo de profecía de predicción que tiene la Biblia.

Una tercera evidencia interna del origen divino de la Biblia se ve en su autoridad y poder únicos. Mientras esta evidencia es más subjetiva que las dos primeras evidencias internas, ésta, sin embargo, no es un testimonio menos poderoso del origen divino de la Biblia. A diferencia de cualquier otro libro alguna vez escrito, la Biblia tiene una autoridad única. Esta autoridad y poder son mejor vistos cual manera de que innumerables vidas han sido transformadas al leer la Biblia. Los adictos a las drogas han sido curados gracias a ella, homosexuales han sido liberados por ella, abandonados y haraganes han sido transformados por ella, criminales empedernidos, reformados por la misma, pecadores son reprendidos por la Biblia, y el odio se ha convertido en amor al leerla. La Biblia posee un poder dinámico y transformador, posible solamente a causa de la verdadera Palabra de Dios.

Además de las evidencia internas de que la Biblia es en realidad la Palabra de Dios, también hay evidencias externas que indican que la Biblia lo es en verdad. Una de estas evidencias es la historicidad de la Biblia. Ya que la Biblia detalla eventos históricos, su veracidad y precisión están afectas de verificación como cualquier otra documentación histórica. A través de evidencias arqueológicas y otros documentos escritos, las descripciones históricas de la Biblia han sido probadas una y otra vez, para que sea exacta y verdadera. De hecho, todas las evidencias arqueológicas y manuscritas que apoyan a la Biblia, hacen de ésta el mejor libro documentado del mundo antiguo. El hecho de que la Biblia registra con exactitud y verdad eventos históricamente verificables, es una gran indicación de su veracidad al tratar con temas religiosos y doctrinas, y ayuda a corroborar la demanda de que esta es la Palabra de Dios misma.

Otra evidencia externa de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios, es la integridad de los autores humanos. Dios usó al hombre de muchas formas para registrar Sus Palabras para nosotros. Al estudiar las vidas de estos hombres no hay una buena razón para creer que ellos no fueran hombres honestos y sinceros. Al examinar sus vidas y el hecho de que estuvieron dispuestos a morir (a menudo muertes atroces) por lo que creían, rápidamente se vuelve claro que estos hombres ordinarios, no obstante honestos, realmente creyeron que Dios les había hablado. Los hombres que escribieron el Nuevo Testamento y muchos otros cientos de creyentes (1ª Corintios 15:6) conocían la verdad de su mensaje, porque habían visto y pasado tiempo con Jesucristo antes, y después de que resucitó de los muertos. La transformación de ver al Cristo resucitado tuvo un impacto tremendo sobre estos hombres. Ellos pasaron de esconderse por temor, a estar dispuestos a morir por el mensaje que Dios les había revelado. Sus vidas y muertes testifican el hecho de que la Biblia realmente es la Palabra de Dios.

Una evidencia externa final de que la Biblia realmente es la Palabra de Dios, es la indestructibilidad de la Biblia. A causa de su importancia y su demanda de ser la Palabra misma de Dios, la Biblia ha sufrido más ataques agresivos e intentos de destruirla que cualquier otro libro en la historia. Desde los Emperadores Romanos de la antigüedad, como Diocleciano, a través de los dictadores comunistas y los ateos y agnósticos de los días modernos, la Biblia ha resistido y sobrevivido a todos sus agresores, y todavía es el libro más ampliamente publicado actualmente.

A través del tiempo, los escépticos han considerado a la Biblia como mitológica, pero la arqueología la ha establecido como histórica. Los oponentes han atacado su enseñanza como primitiva y anticuada, pero sus conceptos morales y legales, y sus enseñanzas, han tenido una influencia positiva en sociedades y culturas en todo el mundo. Continúa siendo atacada por la ciencia, la psicología y los movimientos políticos, no obstante permanece tan veraz y relevante hoy, al igual que desde cuando fue escrita. Este es un libro que ha transformado innumerables vidas y culturas a través de los últimos dos mil años. Por mucho que sus oponentes traten de atacar, destruir o desacreditarla, la Biblia permanece tan fuerte, tan real, y tan relevante como lo fue antes, aún después de los ataques. La precisión con la que ha sido preservada a pesar de cada intento de alterarla, atacarla o destruirla, es un claro testimonio del hecho de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios. No debería sorprendernos que por muy atacada que sea la Biblia, ésta siempre aparece igual y ha salido ilesa. Después de todo, Jesús dijo, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13:31).


Después de mirar la evidencia, uno puede decir sin duda que 
“Sí, la Biblia es realmente la Palabra de Dios.”

Sí, para siempre - Mensaje - vídeo

si para siempre
El domingo conversaba con un joven que conozco desde niño. En algún momento fue más pequeño que yo, ahora debe inclinarse para saludarme y aún no cumple ni los 18 años de edad. Quiere ser psicólogo como yo y cuando abre su boca brota de él algo distinto, algo que no es comparable con lo que a otro joven como él le podría parecer divertido o atractivo.
Me alegra el corazón escuchar hablar a este joven; años atrás parecía ser que nada le interesaba mucho, se le veía serio, en silencio y no hablaba mucho. Hoy es un joven que conversa con otros, que mira a los ojos y que vive su vida intensamente.¿Qué pasó en su vida que le hizo cambiar tanto? ¿Habrá tenido una experiencia dolorosa que le invitó a reinventarse y aprovechar el tiempo al máximo? ¿Habrá tenido que superar algo muy difícil que le dio fuerza y carácter? Puede ser, pero no es la única razón. Este joven conoció y entendió quién es Jesús. Sí, él siempre supo de Jesús, pero no le había conocido y entendido hasta ahora.
Cuando somos capaces de tener este encuentro tan profundo con Cristo, nuestra vida deja de ser la misma. Y deja de ser la misma porque entra en escena alguien que no puede ocupar otro papel que no sea el estelar. Es irreemplazable lo que Él hace, insustituible.
Días atrás vi la película “Vida de Pi”, que narra la aventura de un joven de la india y un tigre que vivía en el zoológico de su familia. Es increíble todo lo que narra la película, pero una de las muchas cosas que propone, es que cada uno escoge cómo quiere explicarse los hechos que ocurren en su vida: o es casualidad o es propósito de Dios.Y así es, cada uno de nosotros decide cómo se va a explicar lo que vive y lo que le ocurre; lo cierto es que, sea como sea, siempre se tratará de una elección, como la que hizo el joven de quien les hablaba; este joven se decidió por Cristo en su corazón, y tal como conversábamos ese día, 
ese “Sí” que él dio es como el “sí, acepto” de los votos matrimoniales, es un sí eterno, es un “Sí, para siempre”.

Ese mismo “sí, para siempre” es el que Jesús hizo en la cruz el día de Su muerte. Su “sí”  fue tan fuerte que tronó el cielo y la tierra se estremeció por completo. Su sí y nuestro sí, cuando se encuentran, no pueden escribir más que un “para siempre…”