miércoles, 9 de enero de 2013

El color de una sonrisa - Cortometraje Cristiano



Es increíble como nuestro día cambia de color cuando sonreímos a la vida a pesar de las circunstancias adversas. En este tiempo especial del año regala una sonrisa. Cuando regalamos una sonrisa a alguien, expresamos la bondad del mejor regalo de paz y amor que sale del corazón. 

Cuando Suceda - Reflexiones


“¡Cuando lleguemos a la estación sucederá!”, exclamamos. 
“Cuando cumpla los dieciocho.” 
“Cuando compre un Mercedez Benz.” 
“Cuando se hayan graduado mis hijos.” “Cuando pague la casa”. “Cuando consiga un ascenso.”. “Cuando me jubile, ¡qué feliz voy a ser por el resto de mi vida!".
Tarde o temprano comprendemos que no existe tal estación; no hay un sitio al que llegar de una vez para siempre. El verdadero gozo de la vida está en el viaje. La estación es sólo un sueño. Se aleja de nosotros sin cesar.
“Disfruta el momento” es un buen lema, sobre todo si lo complementas con el Salmo 118:24: “Este es el día que ha creado el Señor; regocijémonos en él”. No son las cargas del hoy lo que enloquece al hombre. Son los arrepentimientos por el ayer y el miedo al mañana.
Por eso, deja ya de recorrer los pasillos y contar los kilómetros. En cambio, escala más montañas, toma más helado, camina descalzo con más frecuencia, zambúllete en más ríos, contempla más atardeceres, ríe más, llora menos. Es preciso vivir la vida en pleno viaje. La estación llegará demasiado pronto, sin que lo esperes.
2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

Una fe segura - Reflexiones y Devocionales - vídeo

La semana pasada llevé a uno de mis sobrinos a una tienda para que escogiera el juguete que más le gustara, pues se lo iba a obsequiar. Vi en él aquellos ojos de niño muy feliz al saber que su tío le iba a comprar el juguete que él quisiera.
Pasó varios minutos recorriendo los pasillos y viendo cada juguete que se encontraban en los estantes. Después de un buen rato, le pregunté si ya se había decidido. Con carita de apenado me dijo que todavía no, que tenía tres juguetes y no se había decidido. Le dije que me llevara a verlos y noté en él un cierto temor a que no se lo quisiera comprar, pero en mi intención ya estaba comprarle el que él quisiera sin importar el precio; así que fui, observé los tres juguetes y le dije que eligiera, que cualquiera de ellos me parecía excelente.
Entonces, fue allí cuando me llevé una sorpresa agradable; él me dijo literalmente:“Este me gusta, (se refería a un robot de armar estilo lego), pero me lo van a dar en estos días, así que mejor este otro”. 
Me extrañó saber que se lo iban a dar en esos días, entonces le pregunté curiosamente quién se lo iba a dar, y su respuesta fue: 
“Es que estoy participando en un concurso y el premio es ese juguete, entonces me lo van a dar”, a lo que yo le respondí: 
“¿Quieres decir que ya te lo ganaste?”, entonces él me respondió de una manera seria y segura: 
“No tío, pero me lo van a dar, es que TENGO FE” y terminó con: “Hay que tener FE tío”. Me quedé sorprendido porque él no estaba bromeando, me lo dijo de una forma muy serena, segura y al mismo tiempo dándome una lección. Quedé unos segundos asimilando lo que me había dicho y me sorprendió hasta tal punto que me sentí tentado a comprarle también ese juguete por la fe que estaba mostrando.
Estos días he tenido muy presente ese episodio en mi mente y he reflexionado sobre lo mucho que me falta en ocasiones tener esa fe segura, esa fe seria, esa fe de que las cosas se cumplirán porque confío en que Dios lo hará.
En los días de Jesús, el Maestro se sorprendió por la fe de un Centurión que creyó en que sólo bastaba una orden de Jesús para que su siervo fuese sano. A diferencia de otros, el Centurión no necesitaba que Jesús fuese y tocase a ese hombre, sino que bastaba con sus palabras, su orden, y el milagro que esperaba sucedería. Jesús, maravillado de la fe de este hombre, dijo: “Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.”  Lucas 7:9 (Reina-Valera 1960).
¿Cómo está nuestra fe? ¿Cuánto estamos sorprendiendo a Dios con nuestra seguridad de que Él cumplirá? ¿Realmente tenemos esa FE segura que se necesita para ver las respuestas de nuestras peticiones?
No sé si me sobrino ganará ese juguete, lo que si sé es que ese día se lo compré, e, independientemente del origen de su obsequio, hay algo que hizo posible que lo obtuviera, fue SU FE SEGURA. Dios quizá me utilizó como medio para darle lo que mi pequeño sobrino de diez años creyó; él sólo sabía que lo obtendría y Dios se encargó de usar cualquier medio para darle esa respuesta que él sabia que vería. Se lo di como regalo y en la tarjeta decía: “Por tu fe”. Le dije que guardara esa tarjeta y que cada vez que la viera se acordara de que cuando tenemos FE, Dios puede hacer cualquier cosa.
No te preocupes en descifrar el medio que Dios utilizará para tu respuesta, puesto que tu tarea es CREER, y si tienes esa FE SEGURA que se necesita, entonces verás las respuestas que querías.
Estos días aprendí a tener más FE, a entender que la fe se trata de creer que obtendré lo que estoy pidiendo, si no..., ¿para que pido?; si voy a pedir es porque tengo la seguridad de que Dios me responderá, eso si, siempre y cuando mi petición esté bajo su voluntad.
Más allá de la petición de mi sobrino (un juguete), que para él era algo importante, hay una gran enseñanza que Dios quería mostrarme a través de esa experiencia y es que mi FE tiene que ser como la de un niño, es decir UNA FE SEGURA.

¡TEN FE EN LO QUE DIOS HARÁ Y ENTONCES RECIBIRÁS LAS RESPUESTAS QUE HAS ESTADO ESPERANDO!

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. 

Hebreos 11:1 (Reina-Valera 1960)

Un tesoro que te hará triunfar - Devocional

La Biblia menciona en distintas ocasiones la sabiduría, pero un ejemplo perfecto para aplicar en nuestra vida es el momento en que el rey Salomón le pide a Dios que se la conceda cuando se encontraba adorando a Dios y presentándole ofrendas. Esa noche, Dios se le apareció a Salomón y le dijo: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. 2 Crónicas 1:7(Traducción en Lenguaje Actual).
Salomón tuvo una oportunidad que pocos o casi nadie tuvo. Dios le iba a conceder cualquier cosa que pidiera, pero el deseo de Salomón no fue riqueza, ni poder, ni nada material, como la mayoría de las personas elegirían; él sólo le dijo: ¡Dame sabiduría e inteligencia para que pueda gobernar a un pueblo tan grande como el tuyo! Porque sin tu ayuda, nadie es capaz de hacerlo. 2 Crónicas 1: 10 (Traducción en Lenguaje Actual). Dios se agradó de eso y se lo concedió, pero además le premió dándole riquezas y poder, convirtiéndole en un rey inigualable pues supo apreciar el valor de la sabiduría.
Lo que parecería para algunos un sin sentido, para Salomón fue lo mejor que pudo haber pedido; cualquier otro, en su lugar, hubiera pedido directamente riqueza sin tener que pasar por ninguna dificultad para conseguirla, pero él decidió que era mejor tener sabiduría que pedir riqueza o poder, y, como añadidura a la sabiduría que le fue dada, vinieron todas las demás cosas.
La mayoría de las veces, en medio de nuestras necesidades o peticiones incluimos cosas como trabajo, prosperidad, salud, bendiciones económicas, entre muchas más, pero olvidamos pedir la sabiduría para conseguirlas, pues si bien sabemos que Dios provee todo lo que necesitamos y hasta más, también está en nosotros hacernos merecedores de tales cosas.
Cuando el rey Salomón pidió la sabiduría era muy consciente de lo que estaba haciendo; él estaba pidiendo el conocimiento y entendimiento para resolver problemas, evitar o impedir peligros, alcanzar ciertas metas o aconsejar a otros. La sabiduría le fue dada por Dios y eso marcó la gran diferencia en su reinado, nunca nadie pudo igualarle, no hubo mejor rey que él porque así se lo prometió Dios.
Todo sería distinto si en lugar de pedir que Dios prospere nuestra vida, le pidiéramos sabiduría para tomar buenas decisiones, si en vez de pedirle estabilidad económica, le pidiéramos sabiduría para administrarnos, o los frutos del Espíritu para lograr las cualidades que una persona exitosa tiene, que nos capacite para conseguir un buen empleo, etc. Sea cual sea la petición, la sabiduría tiene un papel muy importante, pues hay que ser sabios para poder merecer y sabios para poder disfrutar.
Tal vez has intentado pedir de muchas maneras por tu respuesta, has orado para que llegue una bendición específica a tu vida y no has podido ver el resultado, pero ¡haz una nueva oración!, ¡reestructura la forma en que estás pidiendo!, ¡incluye la sabiduría en tus peticiones!, como dice la Palabra: Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno. Santiago 1:5 (Dios Habla Hoy). Más grande que todas tus necesidades o todo lo que has estado pidiendo es el valor de la sabiduría de Dios; es más efectiva que todas las posibles soluciones en que has estado pensando.
La respuesta a las peticiones está detrás de una oración bien hecha, porque muchas veces ”pedimos, pero pedimos mal”. La sabiduría es la llave al éxito, tenemos un Dios infinitamente sabio que nos la brinda con tal sólo pedírsela. Así como a un bebé no se le pueden dar muchas cosas porque no sabe como hacer uso de ellas, a veces no podemos recibir las bendiciones porque no sabemos como disfrutarlas, como valorarlas o como aplicarlas a nuestra vida.
Sobre todo lo que puedas pedir a Dios no olvides nunca pedirle sabiduría; las bendiciones son necesarias, pero la sabiduría te enseña a vivir, a tomar decisiones correctas, a actuar como se debe ante las situaciones de la vida. ¿Cómo terminar con la mayoría de los problemas que vivimos? Actuando bien desde el principio, porque cuantos menos errores cometemos menos consecuencias afrontamos.
Dios quiere darte sabiduría, Él siempre tiene una manera amorosa y bella de enseñarte a vivir, su deseo es guiarte por el camino del bien, te deja tomar decisiones porque te da libre albedrío, pero su intención siempre ha sido que no sufras las consecuencias de alguna mala elección y si hoy, por algún motivo, estás viviendo lo que te provocó una equivocación, aún sigue teniendo la intención de mostrarte como salir de ello y superar tu problema.
La Biblia es un gran cofre de tesoros y muchas veces no tomamos el tiempo preciso para descubrirlo; nos ahorraríamos muchos problemas y consecuencias si descubriéramos a tiempo todo lo que Dios nos ha dado. Tal vez, por herencia humana, no has recibido ni recibirás grandiosas cuentas bancarias, ni una vida cómodamente resuelta, ni cargos importantes en una empresa, pero te ha sido heredada sabiduría y ciencia del Dios todopoderoso, y eso supera cualquier cosa que puedas necesitar, porque con ella siempre te será mostrada la solución a cualquier circunstancia por muy difícil que parezca.

Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino.  Más preciosa es que las piedras preciosas; y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a ella.

Proverbios 3:13-15

La culpa es de ellos - mensajes de ánimo - vídeo

LA CULPA
En ti confían los que conocen tu nombre,
porque Tú, Señor,
jamás abandonas a los que te buscan.
(Salmo 9:10)
Es interesante escuchar las justificaciones de los jugadores de fútbol al término de un partido que lo hayan perdido. Entre las más tradicionales se esgrimen  éstas: “Estuvimos jugando bien, pero las malas decisiones del árbitro nos perjudicaron”… “Creo que hicimos un buen partido, pero por ser visitantes no tuvimos el respaldo masivo de nuestro público”… “Considero que nuestra condición de locales nos presionó tanto que  nos llevó a cometer  errores”… “Teníamos el partido en el bolsillo, lamentablemente el mal estado de la cancha…”
Excusas como estas, y otras, son parte de una vieja tradición humana de buscar culpables para justificar nuestros  desaciertos y no quedar  tan mal en público.
La mayoría  hemos sido formados de esa manera, con un amor absoluto al triunfo y una negación total a la pérdida del mismo, de tal manera que si ésta se da, debemos taparla de cualquier forma, aunque sea inculpando a otros.
Recordemos que los pretextos siempre estuvieron a la orden del día: Los varones, al estilo de Adán,  culpando a la mujer; las mujeres, al estilo de Eva, culpando a la serpiente; el estudiante que no aprueba el curso escolar culpa al profesor; el jugador que yerra un penalti, culpa a la trayectoria del viento; el empleado que llega retrasado a la oficina, culpa al embotellamiento del tráfico; la autoridad que no cumple sus promesas de campaña, culpa a su antecesor; el escribano inhábil culpa a la pluma por su mala letra; el cazador culpa al pájaro por haberse movido … y así… hasta el infinito.

Muchas personas que en el paso de la vida se han declarado frustradas, generalmente han acusado de su fracaso a su padre pobre o vicioso;  a la madre por falta de afecto; al vecino, por   haberle negado un préstamo; a cierto profesor, porque le hizo perder el año, o al amigo, porque alguna vez le traicionó…

Hermanos, os invito a que cada vez que fallemos en algún propósito de la vida, reconozcamos nuestra parte de culpa, aprendamos del error, empecemos de nuevo, y dejemos de escudarnos  acusando a otro o a otros como culpables.
Creo que alguien dijo que "si al hervir la leche se nos derrama, la culpa no es de la vaca".
Concentrémonos, pues, en el único en quien podemos confiar, en Aquél que jamás nos ha fallado ni nos fallará: en Dios. Encomendemos a Él nuestras jornadas; depositemos a sus pies nuestros  afanes,  tribulaciones y fracasos.
El conoce nuestras fortalezas y debilidades, por lo tanto no se traga el cuento de las clásicas o modernas excusas.
La Sagrada Escritura dice:

“Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en Él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto.” (Jeremías 17:7-8).