sábado, 10 de noviembre de 2012

En las manos del Señor - Devocional - vídeo

En las manos del Señor, una escoba tiene el mismo valor que una computadora

Hace un tiempo cruzó por mi cabeza la triste idea de que el ministerio que me toca ejercer es el mejor de todos, pero pronto recordé las palabras dichas a la prensa por un joven y conocido cantante secular: “Dios me ha dado una voz privilegiada…”
Leí y releí una y otra vez la expresión sin encontrarle el verdadero sentido entre líneas. Es cierto que el joven que me ocupa en esta ocasión posee una voz privilegiada, pero ¿estaba teniendo una actitud de humildad y sincero agradecimiento, o se trataba de una expresión de arrogancia y soberbia escondidas tras el nombre de Dios? En el contexto general de la mayoría de las actitudes de este joven cantante encajaba más la soberbia que la humildad.
Fue entonces, y sólo entonces, cuando caí en la cuenta de mi error al creer que mi ministerio es el mejor de todos pues mi actitud, aunque no revelada a la prensa, era más o menos la misma: “Dios me ha dado un Ministerio privilegiado”.
Amado hermano: No importa si tu ministerio consiste en cantar, estar sentado delante de una computadora -como quien esto escribe-, o si tu “espada” es una escoba y una fregona. También tu voz, una computadora o una escoba en las manos de Nuestro Señor, pueden ser poderosas herramientas para la Gloria de Dios. Todo depende del que las maneja. Si es el hombre, la voz privilegiada, la escoba y la computadora son sólo tristes expresiones de un ego lejos de Dios. Si es el Señor quien está al mando, cada uno de esos elementos y tu vida misma, hagas lo que hagas, es un canto de alabanza a Nuestro Señor. Ya no hay necesidad de pensar en ello ni si existe mejor ni peor. En este sentido, una escoba tiene el mismo valor que el más sofisticado equipo de computación.
El Señor te bendiga. Que tu vida entera, hagas lo que hagas, sea un canto de alabanza a Nuestro Amado Señor.

Mas de ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; solamente que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.

(Hechos 20:24 RV2000)
  Luis Caccia Guerra


La mejor época de tu vida está por llegar - Crecimiento personal - vídeo

Puede que usted escribiera o alguna vez escuchara esta frase de alguien ("nunca es tarde..."); de hecho muchos predicadores o conferenciantes la usan (predicando o conferenciando); también parece un poco trillada para algunos; o bien usted es de las personas que dice o pudo haber dicho: “Tengo 40 años y me imaginaba que al llegar a esta edad mi vida iba a ser distinta, que habría logrado un montón de cosas y ahora me doy cuenta de que no logré nada”. Esto es conocido como la crisis de los 40 o de la media vida.
Pero viéndolo hoy en día y en los tiempos que vivimos, esta frase podría trasladarse a los 20, 30, 40 años o cualquier otra etapa de la vida, donde consideramos que son edades productivas, más todavía en el caso de las mencionadas primeramente.
Hay otras frases nada alentadoras: “¡Qué desperdicio!”, “¡Cómo he malgastado mi vida!”, “¿Qué puedo esperar a esta altura de mi vida?”, “Ya no tengo desafíos ni sueños”, “Creo que nunca lograré nada”, “Soy bueno, para nada”, “Si yo hubiera…si yo tuviera…, cuán distinta sería mi vida”. Y así vamos por la vida quejándonos o criticándonos. Son tantas las mentiras que nos llegamos a creer, que hacemos de nuestra vida una vida miserable, sin propósito.
Es tiempo de recordarte lo que Dios dice: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Jeremías 29:11 (NVI)
Son maravillosos los pensamientos de Dios. Él siempre quiere y tiene lo mejor para nosotros, por ello es de creer que la mejor época de nuestra vida está por llegar.
Una de las cosas a disfrutar es ayudar a las personas a salir de esas mentiras que creemos. Dios nos ha dado una vida con propósito para que podamos disfrutarla cada instante y Él nos recuerda que la vida es bella, un poema, un regalo. Gozamos cuando vemos personas caminando en la verdad y en la victoria.
Quizá tú no has vivido los mejores años en tu vida, pero hoy estás a tiempo de elegir y volver a comenzar; elige la vida, la bendición, el éxito y eso sólo se halla en Dios. Tú debes elegir porque Dios ya eligió para ti el bienestar.
“La mejor época de tu vida está por llegar”.
Si estás vivo es porque aún no has vivido lo suficiente, así que no desperdicies el tiempo mirando hacia atrás y empieza a vivir, a soñar, empieza a amar y perdonar y verás cómo tu vida cambiará. No tengas miedo de compartir con otros lo bello que es vivir. Llena hoy tu vida de esperanza.
 “Hoy es el mejor día del resto de nuestras vidas”. Así que es un buen día para permitirle a Dios, tu Creador, que desarrolle en ti ese hombre o mujer que aún puedes ser. Es un buen día para ir tras un resultado extraordinario en la vida. Y si en algo te puedo ayudar, contáctame.  
M.G.L.
Bendiciones


Allá, muy lejos en Monomotapa – Osmany Cruz Ferrer

“El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano”
(Proverbios 18:24)
Cuando salí de Cuba para ser misionero en España, tuve que dejar atrás la mayor parte de mi biblioteca. Quedaron allá cientos de libros de gran valía, marcados con fluorescentes de distintos colores y llenos de anotaciones surgidas de la meditación de muchas horas de lectura. Como albacea, dejé a mi hermana, quien celosamente los guarda como si se tratara de la Biblioteca de Alejandría. Pienso en aquellas lecturas de vez en cuando. Llegan a mi memoria trozos de este libro y de aquel otro. Me acuerdo de verdades que descubrí o reafirmé mientras pasaba la vista por todas esas páginas. Dios usa todo ello para mi edificación y provecho espiritual.  Esta mañana, el recuerdo de una de esas lecturas me atrapó y me hizo pensar en un importante tema: la amistad.
Fue hace muchos años cuando leí las Fábulas de La Fontaine. Sus historias aleccionadoras nos recuerdan a Esopo, y sus moralejas sentenciosas nos traen a la memoria los Proverbios de Salomón. Hay una historia que se títula “Los dos amigos” y que comienza así: “Allá, muy lejos en Monomotapa, había dos amigos verdaderos. Todo lo que poseían era común entre ellos. Esos son amigos; no los de nuestro país”. El relato continúa exaltando la nobleza de una amistad que es capaz de cualquier cosa en bien del otro. Por una parte, uno de los amigos sueña que el otro estaba triste y en medio de la noche, sin pensarlo dos veces, se viste y va a su castillo. Cuando su amigo es despertado por el ruido y ve quién es, toma dinero y sus armas para socorrer al amigo que, a decir de la hora, tiene necesidad de dinero, o de defensa de algún enemigo. La Fontaine encumbra la solicitud de la amistad de estos hombres, que ya fuera un sueño o una apreciación, era más que suficiente para estar a la orden del otro. “¡Oh, qué gran cosa es un buen amigo! Investiga vuestras necesidades y os ahorra la vergüenza de revelárselas: un ensueño, un presagio, una ilusión: todo le asusta, si se trata de la persona querida”.
Este tipo de amistad no es sólo cosa de fábulas. La Biblia habla de grandes amigos que se cuidaron entre sí y dejaron un legado para las siguientes generaciones. La historia de David y Jonathan es una de las más excelente de todas. Cuando el hijo de David, Salomón, escribió algunos de sus proverbios sobre la amistad, posiblemente tenía en mente a su padre y al hijo de Saúl. El Predicador escribió: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17:17). ¿Es posible ese tipo de amistad hoy? ¿Se puede estar tan cerca de otro sin importar los tiempos que corren: las crisis, las desventuras, los personalismos, la egolatría, el afán, el espíritu de competencia y las megalomanías? ¿Es acaso la amistad sólo un mito, una fábula? ¡Claro que no!
El apóstol Pedro escribió a la iglesia: “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;” (1 Pedro 3:8). 

Una amistad leal, comprometida y trasparente no sólo debe ocurrir en un país imaginario llamado Monomotapa. También debe existir en la vida real. Hoy no se cree mucho en estas cosas, pero no debe ocurrir lo mismo entre los que profesan conocer a Jesús. Sigamos el ejemplo de aquellos que se abrazaban en el circo romano protegiéndose unos a otros de los gladiadores y las fieras. Imitemos a los millones de mártires que por no delatar a un amigo dieron su vida por el evangelio.


Repitamos el comportamiento de nuestro Señor Jesús, quien nos enseñó que: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

Osmany Cruz Ferrer

Excusas, excusas, excusas… ¿Cómo curarse de ellas? - Crecimiento personal - vídeos

La excusa es una especie de enfermedad que se apodera de un individuo y éste la puede propagar como un virus por toda la sociedad, hasta convertir a un país entero en una nación subdesarrollada.
El medicamento más eficaz para eliminar las excusas es simplemente aceptar totalmente la responsabilidad de nuestros errores y faltas, sin pretextos.
Esta actitud te proporciona poder y te hace sentir dueño de ti mismo; la responsabilidad abre tu mente a nuevas oportunidades y te obliga a aceptar un compromiso ineludible con tus metas y aspiraciones. Si decides hacerlo, encontrarás el camino hacia la realización de todos tus sueños.
Si quieres que las excusas no sigan inundando tu vida de fracasos y mentiras, ponte en acción y comienza a hacer realidad todo lo que tienes planeado. Una vez que se da una excusa no se avanza, sino que se retrocede, porque las excusas nos limitan.
Cuando nos sentimos deprimidos, impotentes o inútiles, es como si un gran letargo se apoderara de nosotros. Nos sumergimos en un mar de desesperación. Y es mejor tranquilizarse e intentar salir adelante. Las excusas son la razón fundamental de la inacción.
Confiamos en las excusas para evitar los riesgos, para explicar el fracaso, para resistirnos a los cambios, para proteger nuestro amor propio. La excusa es una forma de decir: “No es culpa mía”.
El truco es simplemente dejar de poner excusas y asumir la responsabilidad de nuestros éxitos y de nuestros fracasos.
Existe la tendencia a pensar que las excusas son un salvavidas para salir de situaciones difíciles y embarazosas. Ante estos escenarios de la vida hay que entrar en acción para seguir adelante. No demos excusas cuando es por causa de nosotros mismos, aprendamos a aceptar nuestras deficiencias y no que otros aprendan a aceptar nuestras excusas.
Cuando llegues tarde a una cita o al trabajo no le eches la culpa a la lluvia, sal de tu casa más temprano si ves el cielo nublado o ten un paraguas a mano. Cuando te vayas a quedar sin dinero no le eches la culpa al gobierno o a la crisis, ahorra, busca un empleo extra o emprende un negocio propio. Cuando no consigas empleo, no culpes a los demás por tu fracaso, mejor aún, levántate del sofá, capacítate, haz que las cosas sucedan, es hora de despertar, de asumir las responsabilidades.
Recuerda que no existen excusas para no triunfar y que las cosas que más deseas pueden hacerse realidad si tú haces que se hagan realidad. 
“Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra —objetó Moisés—. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar.
¿Y quién le puso la boca al hombre? —le respondió el Señor—. ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir.” Éxodo 4:10-12













Juego de Niños - Reflexiones

Después de que una tormenta sorpresa cubriera de nieve el Medio Oriente, una foto del periódico mostró a cuatro hombres armados sonriendo mientras construían un muñeco de nieve fuera de las maltrechas murallas de un cuartel general militar.
El clima invernal también hizo que se cancelara una protesta y se retrasara un debate sobre asuntos parlamentarios de mucha importancia. Se vieron jugando en la nieve hombres con túnicas largas y mujeres con vestidos negros tradicionales y pañuelos en la cabeza. Hay algo en la nieve que saca el niño que hay en todos nosotros.
Y hay algo en el evangelio que nos llama a abandonar nuestras profundas hostilidades y sentimientos de importancia propia en favor de una humildad y una fe infantiles.
Cuando a Jesús le preguntaron: “¿Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos?” (Mateo 18:1), llamó a un niño pequeño para que se le acercara y dijo: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (v.3).
Se ha dicho que la edad disminuye nuestra imaginación, esperanzas y posibilidades. Mientras más envejecemos, más fácilmente decimos: “Eso nunca podría suceder.” Pero en la mente de un niño, Dios puede hacer cualquier cosa. Una fe infantil maravillada y con confianza en Dios abre la puerta del reino de los cielos.
La fe brilla más en un corazón que es como el de un niño.
. . si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. –Mateo 18:3