martes, 24 de julio de 2012

Esperaré en su Palabra - vídeo

“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cuál me has hecho esperar” Salmo 119:49
Cualquiera que sea la necesidad que pueda tener hoy en mi vida, siempre podré encontrar una promesa en la Palabra de Dios que fácilmente se puede adaptar a  esa necesidad.
Si me siento sin fuerza y cansado, encuentro una promesa como esta:  Él da fuerza al cansado y aliento al de poco ánimo.  Cuando leo una promesa como esa siento el respaldo no solamente de la promesa, sino de aquél que dio la promesa.
Si me siento solo y abandonado , Él me dice:  No te dejaré, ni te desampararé, y esa promesa me hace recordar a aquel quien la dijo.  Se que Él no miente.
Se que Él jamás dice algo que luego no cumple,  Dios siempre cumple todo lo que promete.
Si hoy tengo hambre de Dios, deseo buscarle con todo mi corazón y alimentarme de su bondad, encuentro entonces está promesa…Bienaventurados los que tienen hambre y sed  de justicia, porque ellos serán saciados.
Con estas promesas no sólo encuentro fuerza y seguridad sino que me hacen decir como el salmista: Acuérdate de la palabra que has dado a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.
Puedo llegar con seguridad, confianza y con mucho respeto ante el trono de su gracia y decirle, Señor tu lo has dicho, he creído en tu Palabra y en ella he esperado, y al expresarlo mi alma se llena de confianza y seguridad.
Hoy puedo esperar en las promesas de Dios y estar seguro que nunca quedaré defraudado.  Su Palabra permanece para siempre y ella me hace estar confiado.
Si hoy me siento desconsolado porque el pecado me ha llevado por camino de tristeza y mis rebeliones parecen aumentar, su promesa llega a mí para decirme:  Yo deshice como a nube tus rebeliones, como a niebla tus pecados, vuélvete a Mí.
Jesús ha dicho, claramente,; el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran.  Sus promesas son como una fortaleza en medio de las dificultades y angustias diarias de la vida.
La vida a veces me sorprende, mas en medio de esas sorpresas la Palabra de Dios también me sorprende con una o varias promesas que se ajustan preciosamente a la sorpresa de la vida.
Con Dios, las sorpresas de la vida no me asustan, mas las sorpresas de Dios me asombran.
Señor, Gracias por tus preciosas y grandísimas sorpresas, esas sorpresas son promesas y en esas promesas yo siempre puedo estar confiado.
Una promesa tuya es como un cheque girado a mi nombre por el presidente de un banco.  Tú eres el creador del universo y de mi vida.
Tus promesas las puedo hacer efectivas en la realidad de tu presencia.   En ella puedo descansar.
Amén

Con los ojos de Dios - Crecimiento Personal

Después de un mes de viajar todas las tardes desde el sur de la ciudad de México hasta el norte, para visitar en el hospital de la Raza a mi mamá que había estado en terapia intensiva y por fin la habían trasladado a “piso”, es decir, a un lugar con otros enfermos que ya no se encuentran en peligro inminente, pero que todavía requieren cuidados, esta rutina comenzaba a cansarme.
Todos los días en total hacía de 3 a 4 horas en transporte (ida y vuelta) para poder pasar una o dos horas con mi madre. Como dije, esto me estaba cansando. Por supuesto quería estar cerca de ella pero yo tenía hijos pequeños y debía atender esas prioridades.
Entonces, un día, leyendo la Biblia me topé con 1 Pedro 1:6.  Donde dice: aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas.  ¡Vaya! pensé ¡Si tan sólo pudiera ver esto como lo ves tú, Señor,  como “un poco de tiempo...” Suspiré.
A partir del día siguiente las cosas cambiaron. Durante mi travesía en metro, de pronto sentí que Dios me decía: “dile a aquel hombre que le amo”. Yo me sorprendí.  Era un señor bastante malencarado que iba sentado frente a mí. Me puse nerviosa pero la voz insistía: “dile que le amo”. Con un poco de nerviosismo me puse de pie.  El tren paró en la estación y poco antes de que las puertas se abrieran me acerqué al hombre y le dije: “Dios dice que le ama”. El señor me miró refunfuñando, agresivo, y dijo: ¿Qué? Las puertas se abrieron y yo repetí con calma: “Dios dice que le ama”.
Sinceramente, no me quedé a esperar su reacción. Estaba tan asustada que salí corriendo y las puertas del vagón se cerraron detrás de mí.  Luego, me reía para mis adentros… ¡eso fue algo muy atrevido, Señor! Y mientras caminaba meditando con una alegría secreta en mi corazón, llegué al hospital; atravesaba los patios cuando, frente a mí, venía una muchachita caminando sin ninguna expresión especial en el rostro. Entonces Dios me volvió a guiar: “abrázala”. Yo estaba atónita, pero había algo en mí que me impelía a obedecer. Con ciertas reservas me interpuse en el camino de la joven y le dije: ¿puedo darte un abrazo?
No te conozco, ni sé nada de ti, pero creo que Dios sabe que necesitas un abrazo. Acto seguido, ella se lanzó a mis brazos y se puso a llorar. Yo no pude decir nada, solamente la abracé y le pedí a Dios que la hiciera sentir Su amor y consuelo.
Después de estos eventos yo estaba maravillada, y al día siguiente estaba expectante por saber qué cosas pondría Dios delante de mí. Desde que salí de mi casa rumbo al hospital me mantuve alerta… y no falló: era darle palabras de aliento a alguien,... darle masaje en la espalda a algún familiar de una de las enfermas..., darle un caramelo a un niño… ¡en fin!  Así continuó todos los días, hasta que tres meses después mi madre abandonó el hospital para regresar a su casa.  Debo decir que jamás volví a sentirme fatigada de tener que viajar durante horas y aunque fue un tiempo difícil lo recuerdo con cariño;¡me pareció tan corto! ¡Tal y como dice la escritura… fue un corto tiempo, pero lo pude ver así sólo por la gracia de Dios!

Una Oración - Reflexión

Al regresar de un viaje misionero a su Iglesia local en Michigan, EU. testificaba este misionero lo que Dios había hecho con él:
Mientras servía como misionero en un pequeño hospital en el área rural de Africa, cada dos semanas viajaba a la ciudad en bicicleta para comprar provisiones y medicamentos. El viaje era de dos días, y debería atravesar la jungla. Debido a lo largo del viaje debía acampar en el punto medio, pasar la noche y reanudar mi viaje temprano al día siguiente.
En uno de estos viajes, llegué a la ciudad donde planeaba retirar dinero del banco, comprar las medicinas, los víveres y reanudar mi viaje de dos días de regreso al hospital. Cuando llegué a la ciudad, observé a dos hombres peleándose, uno de ellos estaba bastante herido. Le curé sus heridas y al mismo tiempo le hablé de Nuestro Señor Jesucristo.
Después de esto reanudé mi viaje de regreso al hospital. Esa noche acampé en el punto medio y a la mañana siguiente reanudé mi viaje y llegué al hospital sin ningún incidente.
Dos semanas más tarde repetí mi viaje. Cuando llegué a la ciudad, se me acercó el hombre al cual yo había atendido en mi anterior viaje y me dijo que la vez pasada, cuando le curaba, el se dio cuenta que yo traía dinero y medicinas.
El agregó: “Unos amigos y yo te seguimos en tu viaje mientras te adentrabas en la jungla, pues sabíamos que habrías de acampar. Planeabamos matarte y tomar tu dinero y medicinas pero en el momento que nos acercamos a tu campamento, pudimos ver que estabas protegido por 26 guardias bien armados”.
Ante esto no pude más que sonreír a carcajadas y le aseguré que yo siempre viajaba solo. El hombre insistió y agregó: “no señor, yo no fui la única persona que vio a los guardias armados, todos mis amigos también les vieron, y no solo eso sino que entre todos los contamos, eran 26″.
En ese momento, uno de los hermanos de la iglesia se puso en pie, interrumpió al misionero y le preguntó la fecha y hora del suceso. Al responderle el misionero, el hermano contó la siguiente historia:
“A la hora de su incidente en África era de mañana aquí. Yo me preparaba para salir cuando sentí una imperiosa necesidad de orar por usted, de hecho la necesidad era tan fuerte que comencé a llamar a los hermanos de la congregación para reunirnos en el Templo a orar por usted. Hoy quisiera que los caballeros que vinieron ese día a orar por usted, se pusieran de pie. El misionero no estaba tan preocupado por saber quienes eran ellos, más bien se dedicó a contarlos, un total de 26 hombres.
¿Alguna vez has sentido la imperiosa necesidad de orar por alguien?, pero has decidido ponerlo en tu lista de “cosas por hacer” y te has dicho: “Oraré más tarde”. ¿Te ha llamado alguien alguna vez que te ha dicho: necesito que ores por mí?.
Si en alguna ocasión sientes la inquietud de orar por alguien, no vaciles en hacerlo, no lo dejes para luego. Nadie sería lastimado por una oración.
Santiago 5:16
“Orad unos por otros”,”La oración eficaz del justo puede mucho”
2 Tesalonicenses 3:1
“Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros”
1 Tesalonicenses 5:17
“Orad sin cesar”

Venciendo la enfermedad

Cuántas veces hemos estado luchando contra una diversidad de enfermedades que nos atacan y hacen daño a nuestro cuerpo. Existen muchos tipos de éstas, y vemos muchas veces que personas alrededor del mundo mueren diariamente por ser esclavos del nombre de una enfermedad, que no puede ser más grande que el nombre de nuestro redentor y salvador, JESUCRISTO.
Dios nos enseña a través de La biblia que la sanidad está delante de nosotros; cuando por algún motivo te encuentres padeciendo algún tipo de enfermedad, la solución está en tus manos, EN TU FE porque la palabra de Dios Padre Celestial trae sanidad a tu cuerpo, a tu alma, a tu mente, únicamente debes creer y confiar, es el único requisito que debes cumplir y lo mejor NO TE CUESTA NI UN CENTAVO.

En el libro del Apóstol Marcos entre muchos testimonios se encuentra el de Bartimeo (un ciego, ver Marcos 10: 46-51), al cual  Jesús sanó.  Al salir de Jericó, estando sentado junto al camino, escuchó que Él se encontraba pasando por el lugar. Imagino que este personaje, habiendo escuchado tantos testimonios de personas que se habían sanado por el poder que JESUS y viviendo con un problema en su cuerpo por el poder que ejercía sobre él la enfermedad, dijo: ésta es mi última oportunidad,  tengo que creer, debo de alcanzarlo…  y cuenta la biblia que Bartimeo  comenzó a dar voces clamando  para que Jesús le oyera, y las personas trataban de callarlo pero él gritaba más y más fuerte: TEN MISERICORIDA DE MÍ, y  al fin fue escuchado y entonces Jesús pidió que lo trajeran frente a Él  y le dijo:  ¿Qué quieres que haga?  Y el ciego le dijo: Maestro, que RECOBRE LA VISTA. Y Jesús le dijo:  Vete,  TU FE te ha salvado.  Y en seguida recobró la vista,  y seguía a Jesús…  

Eso es lo mismo que nosotros debemos hacer: clamar, gritar y pedir por un MILAGRO que nos dé la sanidad que necesitamos en este momento. La Palabra nos alienta a tener la certeza que Dios lo ha hecho antes, lo está haciendo y lo hará próximamente 

He aquí que yo les traeré sanidad y medicina;
  y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.
Jeremías  33:6
No importa que otros no crean, que nadie te trate de callar cuando TÚ CREES EN JESÚS. Si insistes y si perseveras, Él te verá y te oirá y te sanará. Él nos asegura que la SANIDAD ES NUESTRA, y con ganancia, ya que nos mostrará abundantemente la paz y la verdad, y podremos decir que ÉL es fiel porque cumplen lo que ofrece. 
Ahora, de tu enfermedad, únicamente dirás   !! YA LA VENCI !!

Mirando el dolor dentro del cuadro - Crisis

A menudo es difícil ver a Dios obrando por anticipado en nuestras vidas porque estamos demasiado centrados en el hoy.  Nos volvemos impacientes porque queremos que nuestra situación cambie ahora mismo; queremos un milagro, si no hoy, definitivamente esta semana.
La Biblia es clara en esto: Dios a menudo hace su mejor trabajo durante un largo período de tiempo.  De hecho, la Biblia describe a Dios como alguien que a menudo hace su mejor trabajo a lo largo de algunas generaciones, no de algunas horas.
Esperar en el tiempo de Dios puede ser frustrante, especialmente cuando te encuentras en el vestíbulo del hospital preguntando por un ser querido que está en cirugía, u hojeando anuncios clasificados después de haber perdido tu trabajo.
Pero Dios puede ver el cuadro completo, por lo que no está tan preocupado como nosotros con la solución a corto plazo. Una vez que aprendemos a aceptar esto, podemos desarrollar un tipo especial de paciencia que afirma: “No puedo entender por qué ocurre esto, pero estoy seguro que hay una razón para ello.  Tal vez me de cuenta mañana; tal vez lo averigüe en veinticinco años más; o puede que no lo sepa hasta que me muera.  Pero un día todo esto tendrá sentido.  Hasta que así sea, me voy a relajar y entregar este problema a Dios”.
No sé por lo que estás pasando ahora mismo, pero, ¿puedo recordarte algo?  Si eres un seguidor de Jesús, un día tu vida terminará, y Dios te dará la bienvenida a Su presencia para siempre. Cuando eso suceda, creo que Dios llevará a cada uno de nosotros a un lado y dirá: “Te voy a mostrar algo.  ¿Ves la parte de atrás de esta vieja alfombra con todos los nudos, la suciedad, el polvo, la decoloración y el desgaste?  Esa fue tu vida en la Tierra.  ¿Te acuerdas de cuando perdiste a tu hijo?  ¿Recuerdas cuando tus padres se divorciaron?  ¿Recuerdas cuando tu cónyuge te dejó?  ¿Te acuerdas de esos sentimientos de depresión?  ¿Recuerdas lo horrible que fue que te amputaran la pierna a causa de la diabetes?”
Entonces creo que Dios va a mirarte con una sonrisa tan amplia como la salida del sol, y dará la vuelta a la alfombra, y dirá: “Esto es lo que estaba haciendo a través de ti. Mira el cuadro completo.  Mira a todas las personas que fueron cambiadas a causa de aquello por lo que tú pasaste.  Mira todos esos ricos colores, patrones, y texturas de tu vida que están más allá de lo que nadie ha visto nunca antes.  Gracias por soportar el dolor. Gracias por ser fiel. Gracias por no darte por vencido cuando tenías todas las razones para hacerlo.  Esto es lo que estaba haciendo por anticipado en tu vida”.

La reflexión resulta sumamente atinada al afrontar las pruebas que hoy atravesamos desde una perspectiva eterna y con propósito.  Si bien casi nunca podemos entender por qué tenemos que enfrentarnos a algunas situaciones difíciles o crisis, la verdad es que pretender comprenderlas en nada cambiaría nuestro sufrimiento aunque, en ese mismo instante, le hagamos esa pregunta a Dios: ¿por qué?  Pero si abrazamos con fe a nuestro Señor y su Palabra, entonces, tendremos paz al saber que, aunque nosotros no entendemos, Dios está haciendo una buena obra en y a través de nosotros, y eso debiera sernos suficiente. Sin saber por lo que está pasando usted, me atrevo a decirle que su vida y su destino están seguros en Dios.  ¿Por qué no aprovechar este mismísimo fin de semana para congregarse y permitirle al Señor hablarle a su vida de manera específica?  Nunca se arrepentirá… adelante y que el Señor le continúe bendiciendo.