viernes, 16 de marzo de 2012

Para reflexionar


Hay momentos que sentimos que todo esta mal,
que nuestras vidas se hunden en un abismo tan profundo,
que no se alcanza a ver ni un pequeño resquicio por el que pase la luz.

En esos momentos debemos de tomar todo nuestro amor,
nuestro coraje, nuestros sentimientos, nuestra fuerza
y luchar por salir adelante.

Muchas veces nos hemos preguntado si vale la pena levantarnos de nuevo,
y solo puedo contestar una cosa: “Hagamos que nuestra vida valga la pena”.

Vale la pena sufrir, porque he aprendido a amar con todo el corazón.

Vale la pena estar en la oscuridad y caer hasta lo mas profundo,
porque ya no puedo ir más hacia abajo,
de ahí en adelante todo va a ser hacia arriba hasta que vea la luz.

Vale la pena entregar todo, porque cada sonrisa y lágrima son sinceras.
Vale la pena agachar la cabeza y bajar las manos,
porque al levantarlas seré más fuerte de corazón.

Vale la pena una lágrima, porque es el filtro de mis sentimientos.
A través de ella me reconozco frágil y me muestro tal cual soy.

Vale la pena cometer errores,
porque me da mayor experiencia y objetividad.

Vale la pena volver a levantar la cabeza,
porque una sola mirada puede llenar ese espacio vacío.

Vale la pena volver a sonreir,
porque eso demuestra que he aprendido algo más.

Vale la pena acordarme de todas las cosas malas que me han pasado,
porque ellas forjaron lo que soy el día de hoy.

Vale la pena voltear hacia atrás,
porque así se que he dejado huella en los demás.

Vale la pena vivir,
porque cada minuto que pasa es una oportunidad de volver a empezar.

Todo esto son solo palabras, letras entrelazadas con el único fin de dar una idea.

Lo demás, depende de cada uno de nosotros.

Dejemos que nuestras acciones hablen por nosotros.

Hagamos que nuestra vida valga la pena.



Dios te bendiga y que tengas un muy buen fin de semana!

Padre e Hijo






Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal…
Pero yo tenía que viajar, tenía tantos compromisos.
Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba, comenzó a hablar cuando yo no estaba.
Cómo crece mi hijo de rápido. ¡Cómo pasa el tiempo!
Mi hijo a medida que crecía me decía: ¡Papá algún día yo seré como tú!
- ¿Cuándo regresas a casa papá?
- No lo sé, pero cuando regrese jugaremoos juntos, ya lo verás.
Mi hijo cumplió diez años hace pocos días y me dijo:
- ¡Gracias por la pelota papá! ¿Quieres jugar conmigo?
- hoy no hijo, tengo mucho que hacer. Está bien papá, otro día será, se fue sonriendo. siempre en sus labios las palabras yo quiero ser como tú.
Mi hijo regresó de la universidad el otro día, todo un hombre. Hijo estoy orgulloso de ti, siéntate y hablemos un poco.
- Hoy no papá, tengo compromisos, por favor préstame el carro para visitar algunos amigos.
Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar; hoy lo llamé:
- ¡hola hijo quiero verte!
- Me encantaría padre, pero es que no tengo tiempo,
tu sabes, mi trabajo, los niños, ¡pero gracias por llamar, fue increíble oír tu voz!
Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo ERA COMO YO.
El mejor ejemplo que le podemos dar a nuestros hijos y a aquellos que nos rodean es el de querer ser como nuestro Padre Celestial.
Si logramos imitarle a EL nuestra vida será de ejemplo y a traves de ella diremos mas que mil palabras.
1 Corintios 11:1
Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
Efesios 5:15
Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como necios, mas como sabios;
Marcos 4:24
Les dijo también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será añadido á vosotros los que oís.
1 Juan 3:1
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce á él.

Si hubiera estado allí


Si hubiera estado allí entre la multitud
Que tu muerte pidió, que te crucificó
Lo tengo que admitir, hubiera yo también,
Clavado en esa cruz
Tus manos mi Jesús, si hubiera estado allí
Pensándolo más bien también yo estaba allí
Yo fui el que te escupió, y tu costado hirió
Pensándolo más bien,
Yo fui el que coronó de espinas y dolor
Tu frente buen Señor, también yo estaba allí

Si hubiera estado allí al pie de aquella cruz
Oyéndote clamar, al Padre en soledad
Lo tengo que admitir, te hubiera yo también
Dejado así morir, mirándote sufrir
Pensándolo más bien también yo estaba allí
Yo fui el que te escupió, y tu costado hirió
Pensándolo más bien, yo fui el que coronó de espinas y dolor
Tu frente buen Señor
Pensándolo más bien, también yo estaba allí
Yo fui el que te golpeó, y de ti se burló
Pensándolo más bien yo fui el que te azotó
Yo fui quien lancero tu espalda mi Señor
//También yo estaba allí//

Hoy… Su consejo me dará firmeza


“Tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza”. Isaías 25:1
Es emocionante darnos cuenta de que recibimos consejos, instrucciones, recomendaciones y advertencias del Creador del universo. Él nos instruye en el camino que debemos seguir con el fin de traer más recompensas y bendiciones a nuestra vida. ¿Puedes pensar en los puntos específicos de los consejos que Jesús te ha dado recientemente?
¿Has estado haciendo lo que Él dijo? Si es así, ¿qué bendiciones o qué bien han  traído a tu vida Sus palabras? Si no has estado siguiendo Su consejo, ¿lo quieres reconocer delante de Él y preguntarle, lo que debes hacer ahora, usando tus propias palabras o las que siguen?
Ayúdame, Padre, a escuchar mejor. Abre mis oídos a Tu voz solamente. No quiero seguir mi propio consejo, o el de ninguna influencia falsa. Ayúdame a escucharte a ti y al consejo sabio de otros. Los demás susurros, mis propios pensamientos y deseos, cosas que oigo del mundo que me rodea algunas veces ahogan lo que Tú me dices. Quiero escuchar lo que Tú dices más activamente y con más responsabilidad.
¿Cuántas veces te oí hablar pero me negué a escuchar, me negué a reconocer lo que tú dijiste y me rehusé a obedecerte y a actuar de acuerdo a lo que me decías? Perdóname por hacerme el sordo a Tu voz tantas veces.
Sé que me amas y que sólo quieres lo mejor para mí. Perdóname por las veces que me permití pensar que estabas tratando de retener algo bueno de mí. Esto es una mentira que no quiero escuchar.
Hoy quiero escuchar sus consejos porque me darán firmeza en la vida.
Señor, Planta Tus semillas de vida en mi corazón; permíteme reconocer Tu voz cada vez mejor. Realmente te amo y quiero Tus palabras. Recibo Tus consejos y el sonido de Tu voz con beneplácito. Tócame con Tu Palabra y ayúdame a estar  alerta a Tu verdad para mi vida. Háblame Salvador. Gracias Señor. En Tu nombre, amén.

El club 99


Érase una vez un rey, que a pesar de su lujoso estilo de vida, no era feliz.
Un día, el rey observó a un sirviente que cantaba alegremente mientras trabajaba. Esto fascinó al rey, ¿por qué siendo él, el supremo soberano de la tierra, era tan desdichado y sombrío, mientras que en un humilde siervo había tanta alegría?. El rey preguntó al sirviente: “¿Por qué estás tan contento?”
El hombre respondió: “Su Majestad, yo soy nada más que un sirviente, pero mi familia y yo no necesitamos demasiado – sólo un techo sobre la cabeza y comida caliente para llenar nuestros estómagos”.
El rey no quedó satisfecho con esta respuesta. Más tarde en el día, solicitó el asesoramiento de su consejero de más confianza. Después de escuchar al rey hablar sobre sus quejas, pesares y la historia del siervo, el consejero dijo: “Su majestad, creo que el sirviente nunca ha sido parte de El Club 99″.
“El Club 99? Y qué es exactamente eso?” Preguntó el rey.
El consejero respondió: “Su Majestad, para saber realmente lo que es el Club 99, usted debe colocar 99 monedas de oro en una bolsa y dejarla en la puerta de la casa del sirviente.”
A la mañana siguiente el sirviente vio la bolsa, la recogió y la llevo adentro de su casa. Cuando abrió la bolsa, dio un gran grito de alegría … ¡Cuántas monedas de oro!
Comenzó a contarlas todas. Después de varios intentos, quedó convencido de que había 99 monedas. Se preguntaba, “¿Qué podría haber ocurrido con la última moneda de oro? Seguramente, nadie dejaría 99 monedas!”
Buscó por todo lugar que pudo. Quizá se había extraviado, pero no la encontró. Finalmente, agotado, decidió que iba a tener que trabajar más que nunca para ganar la moneda de oro que le faltaba y completar las 100.
A partir de ese día, la vida de aquel el siervo cambió. Trabajaba en exceso, se tornó en un horriblemente gruñón, castigaba a su familia por no ayudarlo a ganarse la moneda de oro y dejó de cantar mientras trabajaba.
Testigo de esta transformación drástica, el Rey se mostró perplejo. Cuando él buscó de nuevo a su asesor, el asesor dijo: “Su Majestad, el siervo ahora oficialmente se ha sumado a El Club 99″.
Él continuó, “Se le llama El Club 99 a las personas que tienen lo suficiente para ser feliz, pero nunca lo son, porque siempre están anhelando y luchando por esa extra y última “moneda” , refiriéndose a sí mismo:
“sólo tengo que obtener esa última cosa y entonces voy a ser feliz para toda la vida. ” “o si yo tuviera … o fuera … entonces sería feliz para el resto de mi vida”
Podemos ser felices, incluso con muy poco en nuestras vidas, pero en el momento en que se nos da algo más grande y mejor, queremos más. Perdemos nuestro sueño, nuestra felicidad, herimos a la gente que nos rodea, y todos esto a un precio aun mayor.
De eso es lo se trata unirse a El Club 99.
Proverbios 28:25
El que es ambicioso provoca peleas, pero el que confía en el Señor prospera.
Salmo 37:4
Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón.
Salmo 118:24
Éste es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él